lunes, 27 de diciembre de 2010

LEONARD COHEN


Es nochebuena, la jodida nochebuena. Cenamos marisco y cordero. No me gustan ni el marisco ni el cordero. En cima villancicos. Alegría forzosa. Me refugio en el cava. Circula generosamente. Un día es un día.
Dos copas de cava y ya estoy “achispado”, lo que es la falta de costumbre. En el salón de la residencia suena al inevitable en estas fechas, Raphael, atacando otra vez “El Tamborilero”. Me saca de cualquier duda. Me voy arriba.
En mi habitación, al menos, hay silencio. Tras echar un vistazo a mi correo, me ayudan a acostarme. Por pura inercia, desde la cama enciendo la tele. Busco mi cadena favorita, la 2. Están echando “Gremlins”. La vi cuando se estrenó, hace muchos años. Quizás demasiados. De todo hace demasiado tiempo ya. Me siguen resultando simpáticos esos “Gremlins” “malos”, tan “políticamente incorrectos”, tan dionisiacos. Pero estoy cansado. Como casi todos los días me dejo llevar, y me duermo con la televisión encendida, me quedo “traspuesto”. Al rato, no se por qué, comienzo a despertarme. Una voz conocida me arrulla desde la televisión. Una voz grave. Un anciano de cabello ceniciento, bellas arrugas en su rostro cansado, indumentaria sobria en tonos grises y negros, entona “Everybody knows” y la habitación se tiñe de melancolía. Y todo el mundo sabe que, en el fondo, no sabe, nadie puede saber; Y Suzanne, esa mujer medio loca que deambula al lado de un río de curso incierto. Y esa desesperanzada “Aleluya” colmada de sabio escepticismo. Siempre me gustó Leonard Cohen. Ese viejo y sabio “rabino” canadiense de voz susurrante. Lo asocio con antros llenos de humo, donde se fuma profusamente, y los perdedores de siempre trasegamos nuestra ración diaria de alcohol.
Leonard no es quizás lo más adecuado para “levantar el ánimo”, pero en estas horribles fechas dominadas por el mal gusto y la alegría obligatoria, no viene mal un poco de poesía inteligente y buena música. Seré un “bicho raro” pero a mi, despertarme en la madrugada de navidad con sus canciones tristes me reconfortó.
Yo soy así.

sábado, 18 de diciembre de 2010

EL FUNERAL

Ayer murió mi tío Elías. Mis abuelos le pusieron Valentín Elías, pues había nacido un 14 de febrero de 1915, y, por lo visto, era costumbre añadir el santo del día al nombre escogido para el recién nacido. No llegó, pues, a cumplir la provecta edad de 96 años. Le faltaron, apenas, un par de meses.
Como hacía buen día me animé coger un autobús adaptado y desplazarme hasta el tanatorio. Al fin y al cabo, era el único hermano (varón) que le quedaba vivo a mi madre. De 9 hermanos, sólo sobreviven mi madre y mi querida tía Chala, si bien con los problemas de salud más o menos graves que son inevitables cuando se empiezan a sobrepasar ciertas edades (mi madre era la pequeña de nueve hermanos, y está a punto de cumplir 85 años, y que no se entere de que ando publicando su edad, porque el otro día, en el hospital de Cabueñes, donde estuvo brevemente ingresada por sus crónicos problemas circulatorios y dermatológicos, me reconvino con una altivez que le desconocía, por “redondear” su edad, y levantando el dedo, sentenció “84, todavía 84”, como si hasta el 22 de diciembre, fecha de su cumpleaños, mediase una eternidad).
En el funeral, me encontré con familiares cuyos rostros casi había olvidado. Pude constatar lo que nos parecemos todos los Tuero pues, como a algunos de mis primos hacía mucho que no los veía, acababa confundiéndolos e intercambiándoles los nombres.
Mis recuerdos de mi tío Elías no son demasiado abundantes: su viudedad temprana, el dedo anular que había perdido en una sierra donde trabajó en su juventud, el puro que se fumaba cuando acompañaba a su nieto (el actual concejal de deportes de Gijón) al fútbol, y los relatos que mi madre extraía de las brumas de su memoria y que pintaban a un Elías joven, presumido (tardaba siglos en acicalarse cuando tenía que salir a algún lado), galante y leal.
Elías combatió (y perdió) en la guerra civil; fue, en aquellos años turbulentos, un joven y apasionado militante de izquierdas -mi madre recuerda todavía los pañuelos rojos que tanto él como sus hermanos, se anudaban al cuello en aquellos días tormentosos, como símbolo del partido que habían tomado (es curioso que la militancia de izquierda, unió a muchos kilómetros de distancia, a las dos ramas de mi familia, materna y paterna, en el bando a la postre perdedor, y, en buena medida determinó mi propia posición política durante muchos años; luego, mi racionalismo me ha ido moviendo a verlo todo con el crítico escepticismo con el que básicamente ahora me enfrento a la realidad que me rodea)-.
Casualidades de la vida, sí conocía a ciencia cierta al cura que ofició la misa. Daba clase de religión en mi instituto, cuando yo, como buen ateo que desde que empecé a tener “uso de razón” me he considerado, escogí ética. “En el pecado llevé la penitencia”, pues el profesor de ética que me tocó ¿en suerte? resultó ser otro cura, pero este de ideas extremadamente retrógradas, que usaba las clases de Ética, para intentar inculcarnos la doctrina más rancia del “Opus Dei”, limitándose a cambiar la palabra “pecado” por el término “éticamente reprobable”; así el aborto, el divorcio, las relaciones prematrimoniales, el uso de anticonceptivos (estamos en 1981) eran consideradas, ¡qué casualidad!, no ya pecado, si no simplemente “éticamente reprobables” mediante los argumentos más peregrinos; mientras que el bueno de Chus, un cura abierto, tolerante y campechano, formado en el Concilio Vaticano II, se mostró siempre flexible, cercano y comprensivo con cualquiera de esas “debilidades” humanas.
Por otro lado, Chus podía implicarse con sus alumnos de una forma que llegaba a ser absoluta y generosísima (me acuerdo que acogía en su parroquia a los jóvenes con más problemas, uno de ellos, mi ex cuñado, que estuvo a punto de dejarse resbalar por el precipicio de la heroína, tan en boga en aquellos años).
Pues bien, mientras Amalio Bayón (el profesor de ética que me tocó en desgracia) se ha instalado cómodamente en la jerarquía del Arzobispado de Oviedo, al bueno de Chus (recuerdo que los adolescentes del instituto, le apodábamos, quizás en virtud de su barba, “Chus, el mesias”, así sin acentuar la “i”) prosigue su oficio en una humilde parroquia rural (casualmente, la del pueblo de mi madre).

Las palabras que sirvieron de despedida a mi tío, iban en ese sentido, el de una religiosidad humanista, abierta y tolerante, con la que algunos ateos y escépticos irredentos (como es mi caso) podríamos llegar, al menos, a dialogar.

martes, 23 de noviembre de 2010

ADRIANA VARELA


La semana pasada tuve la oportunidad de ver “Bicicleta, cuchara, manzana”, el excelente documental sobre el Alzheimer que se ha cebado con el expresidente de la Generalitat, Pascual Maragall. Es una película conmovedora y altamente recomendable en la que el enfermo Maragall brilla como lo que siempre ha sido (dejando a parte las mayores o menores simpatías políticas que suscite, que no vienen a cuento), un grandísimo actor y un auténtico “encantador de serpientes”.
Es un documental muy recomendable, cinematográficamente brillante, en el que Maragall reivindica la dignidad de su invalidez, discapacidad o como lo queramos llamar. Al salir de la película sólo me acordaba del título de la canción con que finaliza la peli, “Cada vez que me recuerdes”. Antes de que se me olvidase, procedí a recurrir a la ayuda de mi inestimable amigo, el Sr. Google, y allí me apareció la versión (hay otras) que de esta canción realiza la gran Adriana Varela, considerada la actual máxima representante del tango y de la música porteña en general.
Conocéis mi reconocida incapacidad musical, mi ignorancia en ese terreno, pero esta canción me entusiasmó. Sea en este, o en otros de mis tangos preferidos –“Cambalache”, “Volver”, “Sus ojos se cerraron” – Adriana dice el tango de forma inigualable, con su voz contundente y un tanto sucia. Desde mi reconocida ignorancia musical, siempre preferí las voces un tanto sucias (Sabina, esta que nos ocupa) a las prístinas y claras (Ana Belén, por ejemplo). Me conmueve Adriana en esta poderosa canción, me conmueve esta letra maravillosa cantada por esa voz contundente, pero un tanto desgarrada.
En fin, que os recomiendo la película y, desde luego, también a la cantante que, desde ahora se ha convertido en una de esas musas particulares que, tonto es repetirlo, me ha alegrado mucho descubrir.

jueves, 28 de octubre de 2010

PIERNAS


No serán las piernas de Cyd Charisse, pero para mí son las más hermosas. Imagino a mi lengua deslizándose por la desinencia de ese empeine. Imagino, porque nunca me permitió realizar esa fantasía en realidad. Lo más que me concedió, conocedora de mi fetichismo procaz, fue mandarme esta foto que alimenta mi innata sensualidad, mi voraz “voyeurismo”.
Ya puestos, imagino noches improbables, en las que ella se acomoda sobre mi polla en la silla de ruedas, y yo soy inmensamente feliz. En la foto observo las uñas de esos pies pintadas de rojo intensísimo e imagino que, conocedora de mi fetichismo, se las ha pintado así para el deleite de mis ojos. Al fin y al cabo la imaginación es libre y en ella todo es posible, no como en la siempre triste realidad. Ya puestos, imagino sus besos, nuestras lenguas enlazándose, desenlazándose, persiguiéndose ávidas, encontrándose y desencontrándose; imagino a mi mano investigando bajo la fina seda de su vestido. Imagino besos, caricias, gemidos, piernas, manos, sexos que se persiguen y difícilmente se encuentran; una rosa deslizándose sobre sus pechos, el suave contacto de los pétalos rozando pezones acaso ya enhiestos…Imagino el placer, el orgasmo, la redención.
Imagino…porque si dejo de imaginar me encuentro con la zozobra, la soledad, mi estupidez y una vida echada a perder.
Así que más me vale imaginar….

lunes, 11 de octubre de 2010

DIVAGACIONES LEPROSAS 1

Escucha el ruido de la lluvia y el viento afuera. Recuerda cómo ella, la protectora, la mujer con mayúsculas, lo abrazaba. Y él se dejaba reconfortar por ese calor agradable y suave. Y aquella noche en la tienda de campaña. Con el viento ululando fuera. Y el sonido de la lluvia. Y todo eran besos y olor a mujer. Y aquellas carnes generosas y blandas. Y la polla tiesa. Arriba, abajo; dentro, fuera. El vaivén cada vez más rápido. Los gemidos. Las incomprensibles y entrecortadas palabras de amor. Finalmente, el orgasmo. Ese derramarse de amor mientras se aferra a ella. Mi amor… Palabras entrecortadas que no pueden llegar a expresar lo impronunciable. Humedades pegajosas abajo. Y dormir con la boca pegada a sus tetas, como un bebé todavía lactante. Roncas como una mala puta. Tanta vergüenza como si mientras ella te besaba el culo se te hubiese escapado un pedo. Y no pasa nada. Porque luego todo se acaba. Estrepitosamente. Siempre. Y otra vez a buscar. A afilar tus muy limitadas técnicas de seducción. Finalmente, a fantasear. Es lo que queda. Con morenas paralíticas con el pelo cortísimo. Por qué no. Al fin y al cabo, la imaginación es libre (aunque luego están los “pequeños” problemas logísticos, claro). Faltaría más…Y con muchas redondeces y un ligero, mínimo sobrepeso, ya puestos. Y con gafas redondas sobre sus ojos miopes color azabache. Y la voz grave, sensual (sin llegar a “cazallera”). Y el amor. AMOR, esa palabra con mayúsculas que nadie sabe definir. No estar solo. Con eso hay que conformarse. Tener a alguien al lado que espante el frío de la soledad. O un agujero húmedo y caliente que acoja sin arrepentimientos. Sin prevención. Sin exigencias incumplibles. Sin dolor de cabeza. Ni de muelas. Y en la pantalla la paralítica se masturba. Y él, “voyeur” irredento, a la vez, también. Las fantasías imposibles de cumplir. Aunque el resultado sea igualmente la poya tiesa y el capullo rezumando (paso previo al placer liberador en forma de contracciones). Y la suavidad del semen extendiéndose por los rincones más impensables, amarilleando las inmaculadas iridiscencias. Y el repentino, e incomprensible, deseo de colocar la palabra “clangor”. Y la decepción al comprobar en el diccionario su significado exacto, que no era en absoluto el que el escribidor creía. Y la renuncia subsiguiente. Y la frustración al comprobar que no es uno Roberto Bolaño. Que carece de su talento. Que las paralíticas masturbándose en una pantalla poco tienen que ver con los jorobaditos deambulando por la Costa Dorada. Y comprobar, finalmente, que no hay paralíticas sensuales como las de la pantalla. Que las varias que te rodean son feas, y tienen escasa (o más bien demasiada) conversación. Ni tampoco aparecen masturbándose en primerísimo plano en la dichosa pantalla. Ni ganas tienes que lo hagan.
Y dedicarse a yuxtaponer palabras según se te ocurran. Y dar las gracias mentalmente al corrector del Word, que te acaba de arreglar un grave error de sintaxis que te había pasado inadvertido, un dequeísmo seguramente intolerable. Y en la pantalla, ahora, ya no aparecen paralíticas masturbándose, ni jorobaditos peripatéticos, si no el féretro de un expresidente canario recientemente fallecido. ¿Qué diablos querrá decir clangor? “Sonido de trompeta o cornetín” Y tu que creías que era una blancura infinita, intolerable…
Trenes nocturnos atravesando estaciones vacías a gran velocidad...
Y la pesada tristemente reaparecida que sigue mintiendo (o imaginando en voz alta) sin descanso con su voz chillona. Y enumerando insensateces sin tregua.

Y el extraño placer de encadenar frases sin demasiado sentido. Fiándolo todo al bendito azar. El que lo explica todo. El infalible. Y las obsesiones de Bolaño (los Campins de verano, el jorobadito, Colan Yar) que quizás no tengan que ver con las tuyas pero que podrían ser las mismas. Y el tabaco (tan perjudicial para la salud, pero tan útil para ligar).
Y es que, al fin y al cabo, todo se reduce a eso, emparejarse, FOLLAR….para burlar la negra soledad y engañar al inevitable FIN. Y ese sabor acre del tabaco que apenas recordabas. Pero que vuelve a instalarse en el cerebro. Pero el miedo a toser, a atragantarse otra vez con el humo… aunque sólo sea un momento de disimulo y engaño.
Y el sufrimiento de los homosexuales por su doble vida de antaño. Y escribir, escribir lo que sea; ahuyentar ¿será eso posible? los fantasmas que te devoran por dentro.
Y darte cuenta, finalmente, de que todo, TODO, es inútil.
La NADA te espera con los brazos abiertos.


Es el inevitable fin del camino, Quizás no esté tan mal.

viernes, 27 de agosto de 2010

¡PARPARAMERICANO!


Esta horrible “canción” ha invadido mi cerebro como un tumor maligno. No me la quito de la cabeza. Inscribible en lo que mi buen amigo El futuro bloguero (http://bracecooper.blogspot.com/) definió brillantemente como “canción peste” y en lo que yo llamo “género chunda-chunda”, este “paparamericano” de las narices se ha apoderado de mi cada vez más cansado pensamiento y, a pesar de mi reconocida incapacidad musical (o quizás precisamente por ello) me sorprendo tarareándolo (o algo así) cada dos por tres, y empiezo a asociarlo a alguna de mis más recurrentes pesadillas, la del dolor de muelas.
Esto no es más que una desesperada petición de ayuda, un grito de socorro:

POR FAVOR, ¿CÓMO ME PODRÍA LIBRAR DE ESTA TORTURA?

martes, 1 de junio de 2010

EL BESO


Ha vuelto a pedirme un beso. Como quizás soy un imprudente, vuelvo a acercar la mejilla a sus labios. Pero esta vez, no se conforma con maniobrar hábilmente hasta que sus labios rocen los míos. Con un ímpetu que me sorprende, quiere introducir su lengua en mi boca. No la dejo hacer. Sello mis labios y observo su frustración. “...Perdona, ¿te molestó?” me dice. “No se qué me pasa, si ya me dijiste que como amigos. Como amigos, ¿vale?”. Y se da la vuelta con la desilusión inscrita en el rostro deforme y deseante.

jueves, 13 de mayo de 2010

¡OLÉ MI ALETI!

Antonio López, ese lateral izquierdo con nombre de genio de la pintura, le impone la bufanda "colchonera" a nuestro patrón, Neptuno.







Por fin los Atléticos hemos recibido esta temporada alguna alegría. No estamos acostumbrados. Es más, en los últimos tiempos, nuestra idiosincrasia sufridora había sido incluso sustituida por una apabullante mediocridad. Un “ni frío ni calor” que nos hundía en la vulgaridad. Lo peor que nos puede pasar a los “colchoneros”. No sólo quedaban lejos nuestras gestas (la última el doblete de 1996) si no también las derrotas grandiosas que configuran la esencia Atlética.
Pero escondido tras la sempiterna “tamboreada” de la rivalidad Barça-Madrid, nuestro Aleti afilaba sus armas. Nos dispusimos a dejar en la cuneta de la llamada Liga Europa (la UEFA de toda la vida) a otro grande de Europa, el Liverpool. Y lo hicimos como sólo sabemos, sufriendo hasta el final, remontando la adversidad e imponiendo nuestro juego de equipo humilde y sufridor.
Y no quedó ahí la cosa, porque en la final, contra el modesto Fulham inglés, un equipo tremendamente mediocre, jugamos mal, desperdiciando nuestra evidente superioridad y, como lógica consecuencia, lo pasamos peor hasta que, a cuatro minutos del final de la prórroga, nuestro “u-ru-gua-yo” acertó, con ayuda de la suerte, un poco “a trompicones” y con la inestimable e involuntaria colaboración de un gigantesco (y torpe) defensa noruego que ayudó a introducir el balón en su propia meta, y a convertirnos por derecho propio en el mejor equipo de España esta temporada, el único que puede realizar un “doblete”, y el único en ganar un título europeo.
Y seguimos soñando: soñamos que el Bayern de Munich gana la liga de campeones y, por supuesto, como no cuesta dinero, en Septiembre (o cuando se juegue), vengamos la ominosa (y grandiosa) derrota de nuestra única final de Copa de Europa en el 74, y les birlamos la Supercopa de Europa. Porque sí, por si nadie se había dado cuenta, mi Aleti es el único equipo español que todavía puede aspirar a cuatro títulos esta temporada.
Algo que, desde luego, no podrán decir este año los todopoderosos Madrid y Barça que, como mucho, se tendrán que conformar con la Liga (uno de ellos), esa que nosotros hemos despreciado en aras de la gloria.
Y es que los Atléticos somos así.

Esta apresurada croniquilla palidece ante el magnífico artículo que David Trueba publicaba ayer en "El País" con el significativo título de "Tenía que ser así" que, por supuesto, suscribo desde la primera a última letra.

miércoles, 12 de mayo de 2010

LA PUBLICIDAD "POLÍTICAMENTE CORRECTA" DE COCEMFE


Me ha llamado negativamente la atención, la última campaña publicitaria de una entidad a la que pertenezco (o pertenecía hasta el año pasado, ahora no estoy seguro).
Sí, COCEMFE, siglas que correspondían, al menos hasta ahora, a coordinadora estatal de minusválidos físicos de España, ha lanzado una campaña, cuyos objetivos no alcanzo a comprender del todo (quizás es que, aparte de inválido, sea yo un poco “corto de entendederas”) y que resumiré así: sobre la imagen de un miembro de nuestro colectivo en silla de ruedas, aparece la leyenda, “hace mucho tiempo, inválidos; hace menos, minusválidos; ayer, discapacitados; hoy, personas con discapacidad; mañana, simplemente personas; COCEMFE, avanzando contigo”.
Y me llamareis “rompe-huevos”, “tiquismiquis” o lo que queráis, pero no me gusta. No me gusta el obsesivo empeño de gran parte del colectivo de minusválidos, discapacitados o, por qué no, simplemente inválidos, de enmascarar nuestra realidad con juegos de palabras. No me gusta nuestra actitud vergonzante, ese huir de nuestra realidad. Me parecen infantiles, ridículos y estériles todos esos esfuerzos por enmascarar nuestra realidad ¡Pues claro que somos personas! ¡Faltaría más!
Sin embargo esta demencial campaña de COCEMFE pareciera ponerlo en duda.
Naturalmente que los minusválidos (acabaré utilizando este término, digamos “intermedio” entre “inválido” y “discapacitado”) somos seres humanos diferentes. Algunos hemos acabado por estar orgullosos de ello. Creemos (o creo yo, al menos) que, globalmente, la vida nos ha hecho un regalo: destacamos de la masa, somos especiales y, en cierto sentido, mejores. Tenemos que utilizar más el cerebro, pensar más, sentir más, para no quedarnos rezagados.
Al menos en nuestro primer mundo, tenemos la suerte de disponer de una serie de ayudas técnicas que nos facilitan una vida en práctica igualdad de condiciones, al reto de seres humanos completamente “válidos” (para entendernos, por abreviar, porque, a veces, lo “políticamente correcto” convierte cualquier discurso en ininteligible).
Si…ya se, “válidos” somos todos, en silla de ruedas, o sobre dos piernas, sólo tenemos distintas capacidades, bla, bla..., pero prefiero obviar todas esas interesantes disquisiciones, y mantener un discurso mínimamente inteligible. Porque si, en virtud de determinados principios, convertimos al lenguaje en un problema, acabaremos por no entendernos. Y ese es el principal inconveniente del lenguaje llamado políticamente correcto.
Pues bien, y aunque no venga a cuento, yo soy del Atlético de Madrid (que tenemos a gala ser diferentes y, por lo tanto, políticamente incorrectos, y además, estamos orgullosos de ello), y le aplico a mi colectivo la misma máxima que al equipo de fútbol con el que simpatizo ¡Viva la diferencia! Y, siempre, llamemos a las cosas por su nombre.
Si no, será imposible entenderse.

lunes, 26 de abril de 2010

LOS CAMINOS DE LA CRUELDAD DE MICHAEL HANEKE


Michael Haneke (Munich, 1942- ) es uno de los directores que más me interesan. Su cine, del que he podido ver la mayoría de su filmografía es contundente, complejo, perturbador (otra vez la “palabreja” que tanto apliqué al analizar a Reygadas, pero es que ambos coinciden en ese carácter inquieto, turbulento). Como Reygadas, como Buñuel no le importa mostrarnos imágenes desagradables, capaces, incluso, de revolvernos el estómago (la automutilación genital del personaje de Isabelle Huppert en “La pianista”, la “auto-degollación” brutal de un personaje fundamental de “Caché”...)
Haneke, formado en filosofía, psicología y drama en la Universidad de Viena, desarrolla en su cine su radical pesimismo, su desconfianza en el género humano. Como el Marqués de Sade, sus paisajes humanos se caracterizan siempre por la desolación, la violencia gratuita, la hipocresía, la culpa ominosa y el triunfo de las peores pulsiones del ser humano.
Pero a diferencia de Reygadas, cuyo cine, como buen mexicano, es luminoso, en cierto modo estridente, Haneke envuelve sus artefactos cinematográficos en una premeditada frialdad. Los planos de Haneke se suceden secos, contundentes, precisos y áridos. Es una estética, en cierto modo, “calvinista”, impasible, extremadamente racional (Haneke gusta de emplear un plano fijo dentro del cual, aparentemente, no pasa nada), y, precisamente por ello, aún más demoledora.
No obstante, las aparentemente felices familias que pueblan el cine de Haneke, esconden siempre un envés turbio, ominoso. El “pecado” está siempre escondido, velado por una pátina de aparente felicidad y armonía.
Porque el cine de Haneke está presido por una frialdad angustiosa, terrorífica. Ese demonio perverso que todos llevamos dentro (y nos empeñamos en ocultar se libera en la fría pantalla de Haneke y nos arrastra a un pozo de perversión, de auténtica maldad, en el que todos nos alojamos, reconozcámoslo o no).
En "La Cinta blanca", su último y aclamado artefacto cinematográfico nos enfrenta, en un depuradísimo blanco y negro a la esencia misma de la crueldad humana, la infantil: son los niños (en el ambiente burgués, acomodado, y aparentemente armonioso) de la Austria que se asomaba a la primera guerra mundial quienes demuestran llevar en su interior el auténtico "huevo de la serpiente" que apenas dos decadas después, prefigurará el totalitarismo más ominoso.

CONTINÚA EL DIARIO

LUNES



Desayuno con Rafael. Desde que es mi vecino de habitación, diría que lo conozco cada vez menos. Su permanente sonrisa me resulta más y más enigmática.
Tras responder a mi saludo con un ininteligible murmullo (como siempre) se sienta a mi lado. Su cara transmite auténtico alborozo. Parece a punto de prorrumpir en una estruendosa carcajada, pero la aborta con una mueca maléfica. Me empieza a dar miedo. De verdad. Se me ha metido en la cabeza que oculta algún secreto terrible tras su aspecto bonachón e inofensivo. De reojo, observo sus mofletes colorados en ese rostro extraordinariamente pálido, diría que enfermizo. Sólo sus coloretes, que parecen de borracho (aunque lo se, Rafael no prueba el alcohol) contrastan en esa máscara mortuoria. Se queda concentrado, pensativo. Vuelve a abrir la boca. ¿Para hablar? Imposible. Curva los labios y, lo noto, se fuerza a interrumpir esa risa que estaba a punto de escapársele. El gesto me preocupa. Parece casi de dolor. Es como si aparentase un tremendo desasosiego, una inquietud ignota y maléfica, como si este aborto le transportase al reino del demonio.
Claro que, lo más seguro, estas son sólo locuras mías.

domingo, 25 de abril de 2010

DIARIO DE UN INVÁLIDO

VIERNES

Cumpleaños de mi padre. Y de la buena de Sandra. A mi padre no le he regalado nada. ¡Qué vergüenza! Hoy es costumbre regalar libros y rosas. Y yo sólo pienso en una rosa que regalé el año pasado, por un cumpleaños. A Sandra la felicitaré después, cuando nos veamos en la comida. Iba a ir a felicitarla ahora, a su salita, pero por uno o por otro, no me decidí (Ah, sí, escuché la voz de pito de Pepi, repitiendo las tonterías de siempre, y me fui a lavar la boca –con tener que soportar su cháchara a la comida y a la cena, tengo más que suficiente-) y a la pobre Sandra, tan dulce, tan cariñosa, no la volví a ver, efectivamente, hasta la hora de comer. La felicité y, al rato, me vino a dar un beso, tan afectuosa como siempre. Estaba emocionada, le habían llovido regalos, y repartía besos a todo el mundo.


SABADO

Hoy sí hubo la tarta por el cumpleaños de Sandra, que debería haber habido ayer. Como muchos días, adelanté a Rafael en la rampa. Le dije “Hasta luego, Rafael”, o algo así. Como siempre, no me contestó (o emitió ese murmullo ininteligible, que es como si no lo hiciese). Me llega a dar miedo este chico. Su sonrisa permanente tiene algo de enigmático, incluso, amenazador. ¿De qué se ríe este hombre? Creo que nunca lo sabré. Y tras la certeza de esta ignorancia, se esconde el vértigo, una amenaza turbia y desoladora.
Sin embargo, hoy Sandra no me ha besado. Ha besado al cretino de Antonio (en la calva), ha besado a León, pero no a mí (bueno, y tampoco a nadie más, es cierto). Sin embargo este hecho me ha producido una inexplicable decepción. Todavía no se por qué.
En fin, que me he dado cuenta de lo raro que soy yo también. A lo mejor, encajo aquí mejor de lo que creía.


DOMINGO

La pantalla del ordenador sigue extrañamente virada al azul. Mañana tengo que llamar al técnico sin falta. No preveo que por la tarde vaya a salir. Tendría que llamar a Miguel, aprovechando que insistió tanto, pero ya lo llamé el viernes, y me dijo “si, pero...” Y me da rabia que me acabe considerando un pesado. Yo soy así.
He salido con mi padre, como casi todas las mañanas. Como siempre que salgo con él, pongo pañal (por miedo a que el bar al que vamos, no tenga baños accesibles. Se que “La maleta del loco”, sí los tiene, pero los demás, lo dudo, y no es cuestión de ir siempre a “la maleta...”, acabaría siendo aburrido). El caso es que esta mañana no he parado de mear, el pañal ha rebosado, y ahora me siento desagradablemente mojado, y las auxiliares de la tarde no aparecen a echarme, de momento. Y me temo que si son quienes creo, tardarán (o, a lo peor, ni vienen, y eso me obligaría mañana a protestar, ahora que he decidido alejarme lo más posible de la dirección del centro, como de la peste...).

martes, 13 de abril de 2010

ESTAMBUL


A la Sirena Varada, ella sabe por qué


Alguien, (una amiga surgida de una ciudad imaginaria, Oleza) muy querida, me ha ofrecido cumplir mi sueño nunca realizado de viajar a Estambul, esa ciudad que no conozco, pero tan importante es en mi ideario personal.
Naturalmente se que ese viaje nunca se realizará realmente, pero que una maravillosa mujer se haya ofrecido a acompañarme ayer, me tiene esta tarde presa de una febril excitación.
Nada me gustaría más, sin embargo, que ese proyecto pudiese llevarse a cabo. Que una forzuda con el rostro de Charo López o, en su defecto, de Leonor Watling ¡Cómo me cuesta imaginarlas en ese papel precisamente!, nos acompañase a mi amiga y a mí a Estambul, con la única misión de ayudar en sus cosas al inválido que suscribe, para luego desaparecer discretamente.
Me imagino contemplando Santa Sofía arrimados los dos, mi amiga y yo, a una barandilla sobre el Bósforo. El aroma a canela que se desprende de su pelo, se mezcla con el vivificante del mar. Acaricio su cabello y mis labios rozan por primera vez sus mejillas. Después de mucho tiempo la felicidad está otra vez a mi alcance.
Después de tanto tiempo, por fin conozco el sonido de su voz. Resulta como me imaginaba, cristalino, embriagador.
Y hablamos de cine, de pintura, de la belleza barroca de la Semana Santa de Murcia, de los pintorescos y encalados pueblos de Andalucía, que ella conoce y yo no, de las casi infinitas filias y fobias que compartimos, de esa Lisboa que tanto me la recuerda sin saber por qué (aunque, viéndola por fin, empiezo a intuir la razón).
Me duermo con mi boca enredada en sus cabellos claros, con el sabor de su piel dulcísima en los labios, a canela y miel. No puede ser de otra manera. Y me refugio entre sus brazos suaves y acogedores. Y, aunque de momento no pasa nada más, tenerla así, es suficiente para mí.
Porque no hay nombre más bello que el tuyo. Ya eres la Sirena que para siempre varó en mi corazón.

martes, 6 de abril de 2010

REYGADAS


He podido ver la práctica totalidad de la filmografía del joven director mexicano Carlos Reygadas (1971- ). De momento, Reygadas ha dirigido tres largometrajes, a cada cual más perturbador: “Japón” (2002), su estimulante debut; la polémica y genial, a mi juicio, “Batalla en el cielo” (2005); y la extraordinaria y “dreyeriana” “Luz silenciosa” (2007); a las que habría que añadir su participación en el largometraje colectivo y conmemorativo “Revolución”, que todavía no he podido ver.
En estas tres películas, Reygadas da muestras de tener un lenguaje propio, brillante, perturbador y “bizarro”. Desde luego si por algo se caracteriza a su cine es por no dejar indiferente a nadie. Heredero del mejor Buñuel (el de “Los olvidados”, el de “Viridiana” o “Tristana”), retratista demoledor del México actual y eterno, Reygadas, cineasta valiente y turbulento, no duda en posar su mirada sobre los diferentes, los perdedores, los inválidos (emocionales o físicos) a los que no pretende “dignificar”, no, si no mostrar en toda su grandeza y miseria, tal como son (tal como somos todos, en definitiva, porque todos los seres humanos somos de una u otra manera inválidos, en cuanto seres imperfectos y limitados).
Ya en su debut tras las cámaras, “Japón” (2002), sorprendente relato sobre la improbable relación que se establece entre un individuo (hierático, imperturbable Alejandro Ferrettis) que, huyendo de su presumiblemente ajetreada vida en la ciudad (aunque nunca se entra en más detalles al respecto-*-) se retira al campo (donde lo acogerá una vieja viuda india-extraordinaria, transmitiendo toda su “pizpireta” sabiduría, Magdalena Flores-) mientras sus abotargados sentidos se van poco a poco despertando.
Es Reygadas un auténtico maestro en el arte de componer mediante planos larguísimos, mantenidos hasta la extenuación, poco proclive al corte, un poco en la línea de Max Ophuls (así el excepcional plano con el que se abre “Batalla en el cielo” en el que durante aproximadamente 4 minutos la cámara envuelve a la pareja mientras retrata una felación en primerísimo plano que culmina con las delicadas, casi imperceptibles lágrimas que comienzan a rodar por las mejillas de la excepcional actriz Anapola Mushakviz -“Anapola”, ¿existe un nombre más sugerente?- mientras el concierto para clavicordio en re menor de Johan Sebastian Bach envuelve la escena y se apodera de nuestros sentidos).
Porque el manejo sabio de la música es otra de las características del cine de Reygadas, ya sea Bach (como en la secuencia que acabo de relatar) o el propio Bach (con su “Pasión según San Mateo”), Shostakovich o Arvo Pärt que cierra “Japón” esta vez sobre un larguísimo y desolador “travelling” al final del cual aparece “en decúbito supino” el cuerpo del personaje interpretado por Magdalena Flores mientras, esta vez, el extremecedor “Miserere” de Arvo Part quien domina, y hace avanzar, este prodigioso “plano-secuencia”, como también lo hace de forma especular con el otro “travelling”, que abre la función, que avanza a su vez por las animadísimas calles de una ciudad entre bocinazos y cláxones disparados para, sin solución de continuidad, transformarse este ajetreadísimo tráfico urbano en el “trastabillado” deambular por polvorientos senderos del mundo rural ¿alguien podría ilustrar mejor y con más economía de medios el contraste entre lo urbano y lo rural, ese viaje obligado que el protagonista se ve impelido a realizar?.
Otra característica del cine de Reygadas es la tremenda “fisicidad” con que aborda las relaciones humanas. Ya sea en la mencionada felación en primerísimo plano que abre y cierra “Batalla en el cielo” (una más de las características del mexicano es su gusto por la simetría, que llega a tener un carácter casi matemático, especular-como se puede apreciar también en la secuencia ya comentada de “Japón”, donde el gusto por plasmar lo físico, se observa en la relación explícitamente sexual que se acaba desarrollando entre los dos protagonistas-).
Y es que para Reygadas todos los cuerpos son dignos de ser mostrados aunque no se atengan a los cánones de belleza imperantes, ya sean la pareja de obesos secuestradores de un niño en “Batalla en el cielo”, ya sea la anciana de “Japón”, o la pareja de menonitas adúlteros de “Luz silenciosa”, Johann y Marianne, cuyos beso posee toda la urgencia y carnalidad de quien sabe que está cometiendo un pecado, pero le va la vida en ello. Esa ansiedad, ese devorar al otro, esa urgencia, esos labios agrietados y anhelantes, esos besos robados al tiempo, en definitiva.
Porque Reygadas es un cineasta “matemático”: “Batalla en el cielo” se abre y se cierra con una felación en primerísimo plano; “Japón” con sendos travellings, el primero ilustra el animado, frenético tránsito urbano, y el segundo, que cierra la película, las devastadoras consecuencias del accidente de un camión que transportaba campesinos; y, por último, en “Luz silenciosa” esta “simetría matemática” llega a la culminación: “Luz silenciosa” ilustra un día cualquiera en una comunidad menonita mexicana desde la aurora hasta el crepúsculo, filmadas ambas de forma brillantísima, notándose la “mano lenta” que caracteriza a Reygadas, y donde se explicita el milagro de la vida, con innegables reminiscencias de “Ordet” de Dreyer.
En “Luz silenciosa”, la más despojada y austera de las películas de Reygadas, la música, al menos la “incidental”, no existe (no olvidemos que la película tiene un marcado tono documental-relata, repito, un día en una comunidad menonita mexicana en el que se acaba explicitando el milagro de la vida, que siempre conlleva el horizonte ineluctable de la muerte-).
En 2007, el Festival de Cine de Gijón, dedicó un ciclo a la figura de Carlos Reygadas. Sí, este gran cineasta estuvo en Gijón protagonizando mesas redondas y presentando sus películas, pero yo por aquel tiempo estaba a otros asuntos y, sencillamente, no me enteré.
Sí, como mi amigo mallorquín, Horrach (http://horrach.blogspot.com/), quien dejó escapar el concierto del gran Leonard Cohen en Palma de Mallorca, yo “pasé” del más brillante de los jóvenes cineastas mexicanos del momento (y uno de los más brillantes del panorama cinematográfico actual), y me quedé tan fresco.
Creo que nunca me lo perdonaré.
Porque tampoco ha tenido Reygadas, en general, demasiado éxito con la crítica cinematográfica que, salvo excepciones, lo ha acusado sucesivamente de vacuo esteticista, desagradable pornógrafo o aburrido narrador de historias sin ningún interés, tanto en su México natal (donde puede ser comprensible que su retrato demoledor de su patria, escueza) como fuera de sus fronteras, donde la radicalidad de su propuesta cinematográfica no ha acabado de ser comprendida.
Quizás por ello, por su estimulante e intransferible discurso propio, yo lo considero, junto con Atom Egoyan, junto al norteamericano Tod Field, junto con el también polémico franco-argentino Gaspar Noé, junto a su compatriota Alejandro González Iñárritu, junto al ruso Balabanov, que descubrí en el festival de este año (no siempre estoy en la inopia) una de las pocas miradas cinematográficas nuevas, y capaz de aportar algo diferente y radicalmente personal, dignas de ser tenidas en cuenta en el panorama actual.
-*-No perderse en florituras ni detalles innecesarios. Optar por una narración contundente y "seca", se convertirá en una de las señas de estilo de Reygadas.

jueves, 11 de marzo de 2010

OBSESIÓN


Soy idiota. Sigo amando a esa mujer que me desprecia. O no. No me desprecia, pero en absoluto me aprecia. O no me aprecia como yo quisiera. Qué se yo.
No me quito de la cabeza el olor que, no se por qué, asocio con ella. Ese olor a cerrado, ese cierto mugor que a mi me produce un efecto inmediato: es percibirlo y notar en mi entrepierna los efectos de una incipiente erección. ¿Estaré volviendome chiflado? No es descartable.
Hubiese querido escribir una entrada sobre la tauromaquia, pero me he sentado frente al ordenador y me está saliendo esto, lo que confirma mi preocupación por mi estado mental. Definitivamente debo estar obsesionado. Y, creedme, quisiera no estarlo. No me gustan las obsesiones, ni perder el control de mis propios actos.
Y, quizás, debería cambiar el verbo del principio. Es algo más carnal que amando. Sí. Más bien, deseando. Sea como sea y, a pesar de mis intenciones, la obsesión está ahí. No puedo ignorarla. Y me da un poco de vergüenza, no os creais lo contrario. Darse cuenta de la propia debilidad es jodido. Realmente jodido, sí.
Pero, en fin, qué se le va a hacer. Me conozco, y se que, probablemente, seguiré mucho tiempo con esta desazón sin remedio.
En fin, siempre me quedarán las mujeres que pueblan mis sueños. Pero son tantas y, en la realidad, tan difusas... (1)
(1).- Ver entrada de el 4 de febero titulada "Dos años en esta "leprosería""

miércoles, 10 de marzo de 2010

LA CONSEJERÍA Y EL RETRATO DE "EL PAISANO"



En mi reciente, y ya referida, visita a la Consejería, hubo un detalle que me "chocó". La sala donde me recibieron aquellas infaustas funcionarias está presidida por un retrato de Horacio Fernández Iguanzo, "El paisano", mítico dirigente comunista asturiano, compañero de presidio de mi tío Máximo en la inmediata posguerra, y símbolo de la honestidad y la lucha antifranquista en Asturias.
Sin duda la razón de que ese retrato esté en la Conselería debe ser iniciativa de la Consejera Noemí, comunista como él, que ha querido rendir homenaje a una de las figuras más respetadas y queridas de la historia de su partido.
Lástima que su Consejería camine por senderos tan diferentes a los de la acrisolada honradez de Horacio. Y yo me fijaba con pena en su rostro mientras mi amiga Emi, que me acompañó, se enzarzaba en una infructuosa, inútil discusión con aquellas dos funcionarias en una escena digna del mejor Kafka.

sábado, 6 de marzo de 2010

FUNCIONARIOCRACIA




Este es un "post" bastante pesimista, lo se. Pero después de estrellarme por segunda vez contra la administración regional, me
he
hartado.
Vamos a ver: El año pasado, falsamente, ahora lo se, ilusionado, porque una representante (Noemí Martín) del partido al que votaba (IU) había sido elegida para encargarse de la Consejería de Bienestar Social del Principado de Asturias, merced al pacto de gobierno PSOE-IU, y como la conocía vagamente, me decidí a enviarle un correo electrónico denunciando algunas irregularidades que, a mi juicio, se estaban produciendo en esta residencia en la que, de momento, sigo viviendo.
A los pocos días de enviada esta carta recibí, para mi admiración, contestación: se me citaba urgentemente para una entrevista en la Consejería. Podeis imaginar mi agradable sorpresa, y la ilusión con la que me presenté en la Consejería todo lo rápido que pude.
Pero ¡Ay...! la alegría se tornó en desilusión cuando me recibieron dos funcionarias "de alto nivel", que me hicieron ver con la mayor de las "sinceridades" mi ingenuidad al escribirle una misiva directamente a la Consejera, sabiendo que todos esos "peqeños detalles", al final, tenían que resolverlos ellas, las "abnegadas" funcionarias que, al fin y al cabo, eran quien mantenían en pie la Consejería ("y no esa caterva de políticos que se sucedían "sin ton ni son" al frente del Negociado"). Y que sólo ellas, las probas, abnegadas funcionarias, podían solucionar esos "problemillas del día a día" con los que "era tontería molestar a la Consejera".
El tiempo, y una serie de hechos de lo más desagradable (la inaudita persecución a mi amiga Loli, que ya os empecé a contar, la expulsión encubierta de mi gran amigo Juan, que no os contaré de momento al encontrarse el hecho sometido a excrutinio judicial) han demostrado que las cosas aquí van de mal en peor. Quizás para neutralizar posibles protestas por mi parte, o qué se yo, me llamaron, esta vez ellos, de la Consejería la semana pasada. Naturalmente, fui. Y si no fuera por el siempre agradable para mí viaje en tren, y porque aproveché para visitar a Juan en la Residencia donde ahora vive en Oviedo, la pérdida de tiempo hubiese sido absoluta, porque me encontré con las mismas funcionarias del año anterior (a las que ingenuamente intenté exponer mis quejas, agravadas por todo lo que había pasado en el año) y la respuesta fue NINGUNA, como por otro lado, alguien menos "inocente" que yo, habría previsto.
Todo este cúmulo de circunstancias han supuesto para mi, como podeis imaginar, una tremenda desilusión porque, si el poder no está, en la práctica, en manos de los legítimos representantes que elegimos democráticamente, si no, en las de de una serie de funcionarios de carrera que, como han ganado legítimamente su plaza a través de una oposición son, por definición, inamovibles y, además, como ciertamente son los que manejan "el día a día" de la Consejería, Ministerio o cualquier otro "negociado público" son los que, obviamente, están manejando ese negociado, considero estúpido e inútil ejercer el derecho de voto puesto que, en la práctica, que goviernen unos u otros, resulta, a efectos prácticos, completamente indiferente por lo que, a partir de ahora, me sumaré a la creciente legión de ciudadanos que el día de las elecciones sencillamente, no participan y emplean sus energías en cualquier otra actividad, porque me he dado cuenta, en dolorosa "caída del guindo!" que vivimos en una auténtica "funcionariocracia" (perdón por el "palabro" que me acabo de inventar), donde el poder reside en la casta de burócratas (empeñados en que nada cambie en la administración, para así mantener sus privilegios) que como en los antiguos regímenes del Este, gobierna kafkianamente este país.
Y todo esto os lo dice alguien que, al fin y al cabo, fue funcionario (cartero) si bien sin prácticamente ninguna responsabilidad (a parte de completar bien el reparto diario y no cometer ninguna irregularidad).
En fin, con lo contento y esperanzado que estaba yo cuando Noemí Martín fue nombrada Consejera de Bienestar Social en virtud sel pacto de gobierno PSOE-IU, para darme cuenta año y medio después que, como diría mi madre con su siempre sabio escepticismo, "son todos iguales, los probes siempre seremos probes, y ellos a fartase. Todos unos, brunos", porque aunque he constatado, que la responsabilidad, en la práctica, no está en los políticos, si no en los funcionarios, si lo debería estar, y sólo por una intolerable omisión de nuestros legítimos representantes (a los que en absoluto exculpo) las cosas están así.

(*).-En la foto superior, posamos Juan y yo, durante la visita que le hice en Oviedo

viernes, 12 de febrero de 2010

17 PRIMAVERAS


Pues sí, amigos, las que puede decirse que cumplo hoy, y es que como veis, todavía soy un "chavalín".
Porque hoy, hace 17 años protagonicé, como Jesucristo (ahí es nada) mi propia resurrección: visité por un tiempo mínimo el "hades" (un mes en coma profundo, otro simplemente en coma-¿alguien sería capaz de explicarme la diferencia?-), se ve que no me gustó el ambiente que había por allí, y decidí volverme inmediatamente.
Y, ¿sabéis lo qué os digo?
NO ME ARREPIENTO

domingo, 7 de febrero de 2010

INCOMPETENCIA


En mi anterior entrada, conmemoraba, de modo más o menos amable, mi segundo aniversario en esta mi casa (real).
Unos gravísimos hechos sucedidos inmediatamente después, me obligan a abandonar el tono “amable”, y volver, después de mucho tiempo, a emplear este rincón de la bloggosfera como un espacio de denuncia.
Quizás por herencia paterna, no soporto las injusticias palmarias, la irracionalidad estúpida, el despotismo y la arbitrariedad.
Me explico, tengo una compañera aquí, Loli, de quien ya os he hablado hace mucho. Loli es una de las mejores personas que conozco, solidaria, alegre (si, al final, consiguen que se vaya, no se cómo vamos a vivir sin ella). Pero Loli tiene un problema, su evidente adicción al juego (matizo, a los juegos, al dominó, al parchís, a las cartas, incluso a las adivinanzas, o al “vis veo”-como veis es una adicción bien inocente, que no se a quién puede molestar-).
Sin embargo, la actual educadora (una chica muy guapa, pero con evidentes “delirios de grandeza”) ha querido “arreglar el mundo”, empezando por la pobre Loli. Se le ha metido en la cabeza “curar” la inocente adicción de Loli. Y, de buenas a primeras, secundada y apoyada por la directora Aurelia (sin cuya autorización no puede hacer nada) le ha prohibido radicalmente a mi pobre amiga cualquier juego.
Y, lo peor, no es eso, ante las vehementes protestas y ruegos de Loli, la ha sometido a un auténtico “apartheid”, separándola de sus compañeros, impidiéndole hablar con ellos, y haciéndole la vida imposible.
Se que parece una fábula, un cuento de Dickens, pero os puedo asegurar que es completamente cierto.
Ante mis indignadas protestas pidiendo explicaciones por este atropello, Aurelia (que en fin de semana, descansa) me ha llamado por teléfono, y me a instado a “meterme en mis asuntos”, y ante mi pregunta de pero, qué pasa con Loli, me ha contestado, que yo no se ni la mitad, y que haga el favor de “no empeorar las cosas”, porque “ella misma va a hablar en breve con sus padres, y “mira, si se la quieren llevar, que se la lleven”.
Sin duda, sería una manera fácil de quitare de encima un inconveniente, que ella misma, con su ineptitud e intransigencia, ha creado, y “librarse” así de problemas.
Pero, por otro lado, esto lo digo yo, sería la constatación del colosal fracaso de esta Residencia, y si los funcionarios del Principado, lo permiten, el triunfo de una burocracia ineficaz y endogámica porque, digo yo, no se puede ignorar los derechos constitucionales de una persona, mayor de edad y, para colmo, discapacitada, porque esta situación se está pareciendo cada vez más a un auténtico secuestro
Porque no hay nada más peligroso y enajenado, que los que quieren “salvar” a los demás, sin que nadie se lo haya pedido.
Por otro lado, Loli, si bien a “regañadientes” ya había aceptado dejar de jugar, y empleaba su tiempo libre en otras actividades (informática, lectura, escritura…), pero, es teoría mía, ante la absoluta opacidad ante lo que sucede con ella, se ha optado por una “huida hacia delante”, y ahora Loli permanece completamente aislada de los demás, sometida a un infamante aislamiento.

Pero creo que eso ya daba igual. Cegada por su orgullo, a Aurelia no le quedaba otro remedio que seguir adelante.

Cierto es que Loli posee una mentalidad tremendamente frágil (como consecuencia de la durísima vida que le ha tocado vivir-*-) y precisamente por ello, debería haberse enfrentado este problema de manera radicalmente distinta.

Yo estoy “hecho polvo”. La injusticia me subleva, y si se mezcla con irracionalidad “a espuertas”, aún más.

No se qué hacer, comunicarme con el Principado es una posibilidad, pero tampoco tengo muchas esperanzas (se que el Principado, como cualquier otra institución, está dominado por una casta de burócratas-funcionarios inamovibles que bloquean cualquier iniciativa que pueda poner en peligro el status quo- con la que ya me estrellé el año pasado cuando me personé para protestar por los arbitrarios cambios de personal-).

Lo único que puedo decir, levantando el dedo índice, y en tono amenazante, es aquello tan manido de “esto no se va a quedar así”, y esperar que, si las cosas se sigan llevando de esta disparatada manera, al final, alguien acabe entrando en razón.

Al fin y al cabo, y esta es la ventaja de una democracia, hay elecciones periódicas y los políticos le tienen mucho miedo al más pequeño escándalo.

(*).- Ver entrada del 8 de noviembre de 2008, titulada "Loli, la terremoto", y el relato del 12 de mayo de 2009, titulado "Dolores" e inspirado en su entrañable personalidad.

jueves, 4 de febrero de 2010

DOS AÑOS EN ESTA "LEPROSERÍA"































































































































Jean, la dueña de esa espalda de vértigo que tanto me llegó a perturbar (Emi), Elvira, Sade, Sophie, Juliette, Julianne, Sofia, Leonor, Kim, Diana, Charo, Claudia, Stefania, Ava, y Ariadna



(1)









A Paz, Begoña, Mónica, Amina, María, Estela, Benito y Luis, que hacían de éste un lugar más amable.









Pues sí, amigos: Hoy se cumplen dos años desde que, muerto de miedo, ahora puedo confesarlo, llegué aquí, a lo que yo he dado en llamar, la “leprosería”, a la real, no a esta virtual.
Esta “leprosería” real me ha dado tantas alegrías como decepciones. Ya no es el lugar amabilísimo al que llegué hace exactamente dos años pero, en general, creo que marcharme del hogar paterno, ha sido muy positivo para mí (aparte, que no tenía otra opción, mis padres-es “ley de vida”-son cada vez mayores y, por tanto, progresivamente incapaces de atender a un inválido, con el enorme esfuerzo que ello conlleva).
Teniendo en cuenta este “imperativo categórico”, puedo decir que, aunque todo es mejorable, este es, en líneas generales un buen sitio para vivir. Completamente accesible (estaría bueno que lo hubiesen construido lleno de escaleras y obstáculos) este “Centro de Atención Integral al Discapacitado de COCEMFE Asturias, me ha permitido, al menos, llevar una vida completamente independiente y digna, a pesar de que, como en cualquier lado, existan problemas, roces e incomodidades, y que todo sea susceptible de mejora con un poco de buena voluntad.
Por otro lado, este es un sitio tan bueno como cualquier otro, para que mi imaginación funcione con fruición, para que “duerma” cada noche con una mujer maravillosa, algo que, por otro lado, casi nunca se hace realidad. Pero, creedme, por mi cama han pasado sucesivamente Ava, Ariadna, Charo, Claudia, Diana, Kim, Julianne, Juliette, Sofía, Sophie, Stefanía y Leonor (entre otras muchas, la mayoría no conocidas por el gran público, pero que igualmente alimentan mis fantasías, por lo que nunca dejaré de estarles agradecido, incluida alguna espalda que nunca ha dejado de quitarme el sueño).
Y es que, como decía mi “ex”, en frase tan grosera como ilustrativa, “de ilusiones vive el tonto los cojones”.











(1).- Podría haber ilustrado esta entrada con una aburrida foto de la residencia. Sin embargo, a última hora, decidí hacerlo con las mucho más agradables fotos de las protagonistas de mis sueños.

jueves, 28 de enero de 2010

LA GRIPE Y EL AUTOBUS


Noto ese leve y molesto resquemor de garganta, la boca reseca, las rodillas doloridas. El autobús se va llenando de gente. Los pesados de “Carrusel deportivo” componen la reiterativa banda sonora del trayecto. Se suceden los mismos lugares comunes de siempre, la ignominiosa musiquilla publicitaria, “los chaskis…de Facundooo, tralará, tralará,…”. Una mujer voluminosa, que no se por qué, me recuerda a mi fallecida tía Avelina, los mismos rasgos vulgares y, sin embargo, sensuales, la misma fealdad en la que se oculta un atractivo animal y desafiante, la misma obesidad voluptuosa, se encaja como puede en el asiento que está frente a mí. Al sentarse, la falda sube e, impúdica, me muestra unos muslos descomunales, adiposos. Y no puedo desviar la vista de esa carne ya vieja que la falda apenas puede sujetar.

Mi padre, ese caballero, ese hombre tan educado, que da gusto, que dice siempre Blanca, permanece de pie, a pesar que cuando subimos quedaba algún asiento libre. ¡Qué tremendo orgullo, estúpido y admirable a un tiempo!

Y, sentado en mi silla de ruedas, anclado al soporte con correas, noto cómo me invade un malestar sordo, y cómo deseo escapar, refugiarme entre sus piernas, perderme en aquel orgasmo maravilloso, el siempre recordado, ese fluir placentero, espasmódico, ese derramarme de amor, mientras ella, la imaginada, toma cuerpo, y sus piernas me rodean, me aprisionan, me hacen suyo, y yo me rindo, me dejo ir, subsumido en la senda del placer.

Y pienso, me vienen a la cabeza ideas, imágenes, recuerdos…
Y, definitivamente, el placer se apodera de mí, entre espasmos y humedades.

Y me encajo en la blandura ubérrima de sus pechos, chupo, retengo su pezón entre mis dientes, sin morder, cuidando mucho de no hacerle daño, pero deseando hacérselo, más no atreviéndome (como siempre).

Y su olor se apodera de mí. Acre, dulce, embriagador. Es el aroma del deseo, del sexo, el de la mujer que codicio desde hace tanto tiempo.

Pero, como siempre, acaba por reaparecer el padecimiento de muelas y, esta vez, lo acompaña el del cuello, y el inicio de un constipado, parece, un malestar que se traduce en dolor de huesos, y sueño, y labios resecos como, si de repente, la humedad hubiese abandonado mi cuerpo, y los oídos que me estallan, la cabeza embotada, los huesos desbaratados, convertidos en fosfatina.

Definitivamente, debo haber cogido la gripe.

martes, 26 de enero de 2010

MUERTES ANUNCIADAS

El traidor junto al héroe

Habla en una de sus últimas entradas mi amigo Horrach (http://horrach.blogsot.com/) del llamativo caso del abogado guatemalteco Rodrigo Rosenberg, un auténtico “suicidio por encargo”. Es un caso fascinante del que no me voy a ocupar aquí. Me llamó la atención, más que nada, por convertirse en una “muerte anunciada”, una hiperbólica venganza en la que Rosenberg, llegó a sacrificar su propia vida para llevarla a cabo.
A tenor de esta noticia, y de la entrada que le dedica Horrach vi, en el Canal Odisea, un documental sobre la inmensa tragedia que tuvo lugar en Chile en 1973. Fue otra muerte anunciada, en este caso la del presidente constitucional, Salvador Allende: “Defenderé hasta con la última gota de mi sangre el mandato que me ha entregado el pueblo”, pronunció en un encendido y premonitorio discurso poco antes del golpe de estado. Sí, Allende había asumido su destino (entendido como la lógica histórica inevitable que se desprendía de sus propios actos) y no iba a hacer nada para alterarlo sustancialmente. Imbuido de su papel de héroe trágico dejó (aunque quizás tampoco podía hacer otra cosa) que los acontecimientos se sucediesen como la lógica de la tragedia lo había establecido. Como si de un personaje de Eurípides se tratase, Allende siguió los pasos fijados que le conducían irreversiblemente a su gran “catarsis” final. Es esta dimensión trágica la que, pasados muchos años y superadas, para bien o para mal, tantas cosas, le sigue confiriendo a la tragedia chilena del 73, esa dimensión turbadora que nos sigue sobrecogiendo hoy en día: la tragedia de un héroe (Allende) aniquilado por la figura del “felón” (Pinochet) en la que se juntan todas las características del traidor.
Yo era muy niño en 1973, pero todavía recuerdo sobrecogido aquella colosal infamia, las lágrimas de mi padre (“no nos dejan, no nos dejarán nunca”, decía) que se juntaban a las mías (aunque yo no sabía muy bien por qué), y la sensación de derrota y desamparo que me dejaron para siempre aquellos hechos terribles y lejanos.
Debe ser terrible saber que una determinada sucesión de hechos te abocan a una muerte segura. Desde ese punto de vista impresionan sobremanera las, parece ser, últimas palabras de Allende, ese “Allende no se rinde, mierda” cuando acorralado en su despacho procedió (era su única salida) a volarse la cabeza.

martes, 12 de enero de 2010

PEPE SE FUE

De repente se nos murió Pepín. Así, sin previo aviso. Me despedí de él una noche: “Hasta mañana, Pepe”. Avanzaba con su premiosidad habitual hasta su habitación, y no me contestó, creo, y a la mañana siguiente, mientras me ayudaba a ducharme, Tere, tras mantener una conversación más bien insustancial conmigo, me suelta “y ahora tengo que darte una muy mala noticia, murió Pepe”.
Me quedé estupefacto. Tras unos segundos acerté a decir, “pero qué Pepe, el nuestro”. “Sí, sí, a las 5 de la mañana, me respondieron, pero no se lo digas a nadie de aquí, todavía. Te lo cuento a ti, porque eres de los pocos que lo puede asimilar bien. A los demás ya se lo iremos contando poco a poco a lo largo de la mañana”.
Asimilar bien. Cómo se puede asimilar, ni bien ni mal, que un ser humano con el que has convivido cerca de tres años, al que has dado las buenas noches el día anterior, como si tal cosa, en una noche desaparezca.
Se nos fue, en plena juventud (37 años) un hombre bueno, humilde, que jamás le hizo daño a nadie, de aficiones sencillas (su Real Madrid; sus cafés en “La maleta del loco”; “Camela” o “Pimpinela” con los que nos martirizaba todas las noches mientras jugábamos la partida de dominó, y Juan le gritaba: “por dios, Pepe, baja eso, ¡Qué depresión!, para ahora tener que reconocer que echa de menos, echamos de menos todos, las pomposas canciones del empalagoso dúo argentino; sus inútiles y anuales peregrinaciones a Lourdes…).
Y sólo nos quedan los lugares comunes: “Qué mierda de vida”; “no somos nadie”, “siempre se van los mejores”, “había empeorado tanto desde que llegué aquí…” tan reiterativos, tan tópicos pero tan sabios, porque, efectivamente, la vida es una mierda, cruel, injusta y es un hecho indiscutible que no somos nadie, y que, no se por qué, parece que se van siempre antes los mejores o, al menos, los que como Pepe, el buen y entusiasta Pepín (*) los que con su indiscutible bondad, jamás le hicieron daño a nadie.

(*).- ver entrada del 12 de julio de 2008, “Pepín, el entusiasta”

viernes, 8 de enero de 2010

EL ORIGEN DEL MUNDO


Es este un cuadro que desde siempre, vamos desde mi ya lejana adolescencia en que lo descubrí en las páginas de una enciclopedia de Historia del Arte propiedad de mi padre, ejerció sobre mí una tremenda fascinación.
Durante unos días, recuerdo, las visitas a la estantería del salón en que reposaba, y creo sigue reposando, la Enciclopedia eran constantes.
Me introducía sigilosamente en la estancia, como si fuese un ladrón en mi propia casa, mirando a izquierda y derecha, procurando no hacer ruido y, cuando estaba seguro de que nadie me podía sorprender, agarraba el voluminoso tomo, lo habría por la página 43, y allí me encontraba con aquella perturbadora imagen con la que aquel niño experimentaba sensaciones nuevas y, por aquel entonces, inexplicables pero, sin duda, maravillosas y placenteras.
Asociaba, entonces, aquella maravillosa imagen al pecado, a lo prohibido. Aquel coño, ahora lo puedo nombrar, entonces, preadolescente ignorante, no sabía muy bien lo que era, rotundo, inquietante, me seducía, o más bien me abducía como el misterio que entonces representaba (y sigue representando ahora) para mí la mujer. Adivinaba ya, en aquella imagen, el poder telúrico y misterioso que la mujer esconde en el centro mismo de su femineidad.
Ese triángulo rotundo de vello espeso, bajo el que se adivina la hendidura que es, ciertamente, el origen de todo lo humano. Sí, entre esas piernas blanquísimas, descaradamente abiertas, y bajo ese triángulo de vello espeso y negro, del que la vista no se puede apartar, se encuentra el misterio del origen de la humanidad. Ciertamente este coño tan rotundo que pintó Courbet, y que nos atrae tanto como nos incomoda, aunque nunca conozcamos el rostro de su propietaria, o quizás por eso mismo, es el auténtico origen del mundo. Por su extrema carnalidad, por su carácter auténticamente pornográfico (1), en este cuadro genial está el origen de todo lo humano, de la belleza y de la fealdad, de lo sublime y lo vulgar, del espíritu y la carne: este cuadro, perturbador, magnífico, zarandea nuestras conciencias, y nos hace pensar y sentir, es un auténtico revulsivo, ha alcanzado la eternidad (pintado en 1866, se nos impone, como una bofetada, en su eterna actualidad).

La pintura, que tras muchos avatares, parece haber encontrado acomodo definitivo en el museo D´Orsay de París, fue, parece ser, producto de un encargo del diplomático y coleccionista turco Khalil Bey, y la historia que va desde su ejecución por Courbet a su actual y parece
que definitiva, ha dado para un libro entero: “El origen del mundo. Historia de un cuadro de Gustave Courbet”, de Thierry Sabatier, que, sin duda, sería un regalo muy apropiado para estas fechas (si alguien me lo quiere regalar, acertaría de pleno. Como veis mi rostro se caracteriza por una dureza cada vez más pétrea, je, je).
Publicaba mi amigo (virtual) mallorquín, Horrach (http://horrach.blogspot.com/) el pasado 7 de diciembre, una entrada, “La pintura holandesa que emerge del subsuelo”, en que se confesaba abochornado, por la escasa atención que, según él, le había prestado hasta entonces, a la pintura en su blog. Más sangrante, sin duda, es mi caso: me licencié hace ya demasiados años en Historia del Arte y, desde que este rincón de la bloggosfera se puso en marcha, creo que es la primera vez que me detengo a comentar una pintura: imperdonable, prometo rectificación.
Este será el primero, espero que, como casi siempre, no se imponga mi inefable pereza, de una serie de modestas reflexiones, o críticas, sobre algunas de las obras que en pintura, escultura o arquitectura (y si excluyo al cine es porque alguna crítica cinematográfica sí acostumbraba a realizar). Seguirán, anuncio, más disquisiciones sobre determinadas obras de la Historia del Arte que, por su singularidad o especial significado para mí, merezcan alguna reflexión. A lo que no me puedo comprometer es a mantener regularidad al respecto: conocéis mi debilidad, y mi innata tendencia a la dispersión. Así que os pido perdón por anticipado.



(1).-Para mí esta palabra no tiene, en ningún caso, carácter peyorativo. La utilizo con ánimo meramente descriptivo.

lunes, 4 de enero de 2010

ASUNTOS DE FAMILIA


Esta es una foto en que se unen mis dos familias, por parte de madre y de padre, y cuyos protagonistas son dos “primos segundos” míos: en ella José Ramón Tuero, hijo de mi primo por parte de madre, Ramón, y concejal de deportes de Gijón (el joven con barba y atuendo deportivo) hace entrega de un obsequio a Carlos Álvarez (hijo de mi prima, por parte de padre, Marite) en presencia de su hermano gemelo Pablo.
No se, me hacía ilusión colgarla. Ya sabéis, exhibicionista que es uno.