domingo, 17 de agosto de 2014

MURCIA


Afortunadamente,  Murcia es mucho más que aquel infame programa titulado “Murcia, qué hermosa eres”. Porque Murcia es hermosa, sí; Pero su belleza poco tiene que ver con horteras como Ramón García y Norma Duval, infaustos presentadores de aquel programa nefasto de hace ya unos años, que pretendía celebrar los faustos de la burbuja inmobiliaria, cuyas consecuencias seguimos pagando todos.
 
No, Murcia es hermosa en sí misma, como lo es la portada barroca de su catedral de Jaime Bort, como lo son sus parques y sus puentes sobre el Segura, como lo son sus Salzillos (ligeros y un tanto rococós) y, en consonancia,  su Semana Santa (un auténtico festival de los sentidos, desde el gusto –caramelones de miel- al oído y, por supuesto, la vista).
 
Murcia son parques a la vera del Segura donde refugiarse del calor con un granizado, bajo la palmera de la Plaza de las Flores. Son vegas de flores y ciruelos. Es un sol que te lame la piel y te la tuesta levemente, mientras, como por descuido, se va infiltrando en tu epidermis, para allí ejercer su labor vivificante


viernes, 15 de agosto de 2014

PILOTO FRUSTRADO


Trajinando con viejas fotos, me encontré con esta: somos 4 de los 5 primos por parte de padre en algún verano pretérito en la playa de San Lorenzo (la Iglesia de San Pedro, al fondo), en Gijón, e ilustra uno de los más sonados berrinches que protagonicé (aunque yo era un niño asquerosamente juicioso, y tampoco fueron muchos).

Pues ahí estoy, al lado de mi prima Marite, en plena llantina, relegado por mis primos Jorge (el mayor) y Mario (de mi misma edad) a la parte de atrás de la presunta lancha, que habíamos construido entre los cuatro en la arena.

El arrebato estaba más que justificado: “Pero yo quiero pilotaaar”.

sábado, 2 de agosto de 2014

MONSIEUR HULOT EN LA PISCINA

Aquí estoy con el monitor de COCEMFE, Javi, un joven granadino de 26 años. Su talante generoso y solidario, desmonta  algunos de los tópicos más extendidos sobre la juventud actual.
Al ver esta foto, mi amiga Emi, me hizo ver, entre risas, el curioso parecido que presento, despatarrado en la piscina, con un Monsieur Hulot de Jacques Tati flotante y bastante
ridículo.

OLEZA

A Sirena Varada, ella sabe por qué


También estuve en Orihuela (la imaginaria Oleza del gran Gabriel Miró, en su formidable díptico de "El obispo leproso" y "Nuestro Padre San Daniel", una pequeña ciudad -con catedral y Universidad- donde se suceden las flores, los conventos, y la deliciosa "leche preparada" -leche fría con canela y limón-,  sin duda el mejor antídoto contra el calor).
Aquí estoy, con mi amiga Bego, en el claustro del convento de Santo Domingo, mandado construir por el prócer local, el dominico Fernando de Loazes
El contraste entre el adusto exterior, y el luminoso interior sorprende al espectador:
Un interior que parece reflejar la luz de los amaneceres murcianos:
 

jueves, 31 de julio de 2014

ARCHENA


 

 

He pasado 11 días en el Balneario de Archena, en Murcia. Y para mí, Archena es esta foto: la bella (y deforme) espalda de este pedazo de mujer, mientras me quita (o  me pone, imposible saberlo con certeza) las pesadas botas ortopédicas que me son imprescindibles para vivir. No sé si me he enamorado (no se bien lo que significa eso, probablemente nada), pero lo seguro es que me siento muy cerca de ella. Y muy a gusto en su compañía.

Puedo decir que el roce de su piel equivale para mí al oxígeno: forzosamente necesario para vivir.

lunes, 23 de junio de 2014

DOMINGO ZAPARAPINGO PINGO MORTERO


El sábado se cumplieron seis meses de la muerte de mi madre. Me lo recordó mi padre compungido ayer. Y no sé por qué se me vino a la mente un juego de palabras que ella me repetía entre efluvios del chocolate a la taza (marca “La Herminia”) que me traía los domingos a la cama. Con su sonrisa pícara me decía “Despierta Rodo, que es Domingo zaparapingo pingo mortero”.

A mi ese juego de palabras me intrigaba, ¿quién sería ese “zaparapingo”? y ¿qué tendría que ver con un mortero pingo, significase lo que significase eso? No sé por qué lo imaginaba como un soldadito de plomo, desfilando por las calles de la ciudad.

La tarde anterior, invariablemente, yo había observado cómo desmenuzaba en virutas la dura tableta de chocolate negro (siempre me las arreglaba para llevarme alguna a la boca, me encantaba que su dulzor tuviese un contraste levemente amargo; y mamá iluminaba con su sonrisa la cocina y hacía como que no se percataba de mi sisa, reafirmando nuestra inquebrantable complicidad).

Ha sido medio año sin parrochas fritas los domingos. Sin su sonrisa. Sin su calor. Sin nuestros cotilleos.

Ya no habrá más “Domingos zaparapingos” y saberlo me produce un enorme dolor.

 

 

sábado, 15 de febrero de 2014

LA FELICIDAD










                       los 5 primos (Jorge, Mari Carmen, Marite, Mario y yo) unos años antes en Gijón
                                 tía Geli, papá, mamá y tía Carmina en aquella tarde memorable




Creo que la felicidad es esta vieja fotografía: la risa de mi madre y de mis tías, la pachorra (extraña en él) de mi padre con 40 o 41 años (en esa época, anterior a su enfermedad pulmonar, llegaba a pesar entre 85 y 95 kg.). Fuera de campo, los cinco primos nos divertíamos de lo lindo en las instalaciones de los Palotinos de Buenos Aires (el pequeño pueblo situado a la otra orilla del río, no la megalópolis sudamericana).

Por una vez, no habíamos vadeado el Órbigo a la altura de “La manga”. La familia, vestida de domingo veraniego, había dado un rodeo por la carretera, enfilado la cuesta de Buenos Aires, y culminado la excursión en el internado de los Palotinos, que ese día del verano tenía las puertas abiertas. Los niños habíamos husmeado antes muchas veces a través de los barrotes de la alta verja el equipamiento del colegio (canchas de baloncesto, porterías de fútbol) y lo anhelábamos como un manjar inaccesible. Cuando aquella tarde de verano los mayores (mis padres, mis tíos) propusieron una excursión a Buenos Aires, los pequeños nos apuntamos excitados y contentos. Rara vez nos juntábamos los 5 primos en Veguellina (esta fue una de las pocas), pues los hermanos de Gijón, alternaban el veraneo, para no ocupar en tropel la casa de los abuelos.

La tarde fue magnífica. Sol, bocadillos de chorizo o cecina leonesa y, lo más importante para mí, los 5 primos juntos: desfogándonos, corriendo, saltando, pasándolo “pipa”, soñando despiertos (recuerdo un desordenado partido de fútbol, con mi padre y yo de porteros) en el que mi tío Fernando y mi primo Jorge se destaparon como goleadores múltiples, a pesar de mis esfuerzos de pequeño cancerbero para mitigar su puntería. No me importaba la derrota, ni la “humillación” de tener que recoger una y otra vez el balón del fondo de las redes. Las risas de mi madre y mis tías, a lo lejos, la sonrisa cómplice de mi padre que divisaba en la portería contraria, me tranquilizaban.

Al final de la tarde, el espliego y el tomillo inundaban mis fosas nasales y decidimos vadear el Órbigo, y atajar en fila india por “la canal” (aquel camino estrecho que a mí me daba algo de miedo, ahora lo puedo confesar) hasta la casa de mi tía (que había enviudado en plena juventud haría unos 4 o 5 años –la ausencia de mi tío Carlos, siempre fue una “presencia” en mi familia paterna en mis veraneos infantiles-).

Cenamos en casa de mis abuelos. Yo me fijaba cómo mi tío Fernando (probable autor de la foto, dada su ausencia en ella) cortaba rajas de rico chorizo leonés, y las untaba en hogaza, antes de repartírnoslas a grandes y pequeños. Nunca me olvidaré del sabor del pan y del embutido, duro, ligeramente picante, delicioso. Y luego el abuelo hacía pasar por todos la bota de vino (que para mí suponía un compromiso, pues siempre me lo acababa vertiendo por encima, y observaba, por un instante, que la dulce mirada de mamá se tornaba en reprobatoria, para luego volver rápidamente a la risa que solía iluminar su rostro).

Y luego, agotado, tras recibir el beso de mamá, me hundía entre las sábanas almidonadas, y me dejaba subsumir en el sueño reparador, y allí me volvía a encontrar con mis primas, a las que amaba apasionada y secretamente, con mamá, a la que siempre amé, y con aquella amiga rubia de mi tía, a la que espiaba en su mercería, y que despertaba en mi cuerpo sensaciones que intuía poco confesables.

 

 

martes, 21 de enero de 2014

UN MES SIN ELLA


Un mes ya desde que se fue. Un mes sin sus sabrosas parrochas los domingos. Un mes sin mi confidente del fin de semana. Un mes sin su "Eso es un frío" cuando me quejaba de algún dolor, de cualquier dolor. Orfelina, médica de cabecera, y los "fríos" como causa universal del deterioro de la salud. Un mes sin su beso de despedida en la mejilla (ella, que durante la mayor parte de mi vida, fue tan renuente a las demostraciones públicas de afecto). Un mes ya sin mi madre, el ser que me trajo al mundo porque se empeñó en ello "contra viento y marea". Un mes durmiendo poco por las noches. Un mes dándole vueltas a la cabeza. Un mes recordando una belleza excesiva para cuerpo tan pequeño. Un mes lamentando tanta ocasiónes perdidas para decirle lo mucho que la quería, lo mucho que la sigo queriendo.


Me hubiese gustado tanto contarle su propio funeral. El amor sin medida que demostraron profesarle sus sobrinas.

Mientras escribo esto, observo frente a mi su retrato. Tiene 40 años. Sostiene orgullosa su retoño (yo) en brazos. Viste un abrigo de "Chanel" (la piratería -artesanal, una modista afanosa reproducía cualquier diseño- ya existía en 1965). Y es tan, tan hermosa. Su rostro perfecto refleja tanta serenidad.

Un mes ya, y no paro de echarte de menos, mamá