jueves, 28 de octubre de 2010

PIERNAS


No serán las piernas de Cyd Charisse, pero para mí son las más hermosas. Imagino a mi lengua deslizándose por la desinencia de ese empeine. Imagino, porque nunca me permitió realizar esa fantasía en realidad. Lo más que me concedió, conocedora de mi fetichismo procaz, fue mandarme esta foto que alimenta mi innata sensualidad, mi voraz “voyeurismo”.
Ya puestos, imagino noches improbables, en las que ella se acomoda sobre mi polla en la silla de ruedas, y yo soy inmensamente feliz. En la foto observo las uñas de esos pies pintadas de rojo intensísimo e imagino que, conocedora de mi fetichismo, se las ha pintado así para el deleite de mis ojos. Al fin y al cabo la imaginación es libre y en ella todo es posible, no como en la siempre triste realidad. Ya puestos, imagino sus besos, nuestras lenguas enlazándose, desenlazándose, persiguiéndose ávidas, encontrándose y desencontrándose; imagino a mi mano investigando bajo la fina seda de su vestido. Imagino besos, caricias, gemidos, piernas, manos, sexos que se persiguen y difícilmente se encuentran; una rosa deslizándose sobre sus pechos, el suave contacto de los pétalos rozando pezones acaso ya enhiestos…Imagino el placer, el orgasmo, la redención.
Imagino…porque si dejo de imaginar me encuentro con la zozobra, la soledad, mi estupidez y una vida echada a perder.
Así que más me vale imaginar….

lunes, 11 de octubre de 2010

DIVAGACIONES LEPROSAS 1

Escucha el ruido de la lluvia y el viento afuera. Recuerda cómo ella, la protectora, la mujer con mayúsculas, lo abrazaba. Y él se dejaba reconfortar por ese calor agradable y suave. Y aquella noche en la tienda de campaña. Con el viento ululando fuera. Y el sonido de la lluvia. Y todo eran besos y olor a mujer. Y aquellas carnes generosas y blandas. Y la polla tiesa. Arriba, abajo; dentro, fuera. El vaivén cada vez más rápido. Los gemidos. Las incomprensibles y entrecortadas palabras de amor. Finalmente, el orgasmo. Ese derramarse de amor mientras se aferra a ella. Mi amor… Palabras entrecortadas que no pueden llegar a expresar lo impronunciable. Humedades pegajosas abajo. Y dormir con la boca pegada a sus tetas, como un bebé todavía lactante. Roncas como una mala puta. Tanta vergüenza como si mientras ella te besaba el culo se te hubiese escapado un pedo. Y no pasa nada. Porque luego todo se acaba. Estrepitosamente. Siempre. Y otra vez a buscar. A afilar tus muy limitadas técnicas de seducción. Finalmente, a fantasear. Es lo que queda. Con morenas paralíticas con el pelo cortísimo. Por qué no. Al fin y al cabo, la imaginación es libre (aunque luego están los “pequeños” problemas logísticos, claro). Faltaría más…Y con muchas redondeces y un ligero, mínimo sobrepeso, ya puestos. Y con gafas redondas sobre sus ojos miopes color azabache. Y la voz grave, sensual (sin llegar a “cazallera”). Y el amor. AMOR, esa palabra con mayúsculas que nadie sabe definir. No estar solo. Con eso hay que conformarse. Tener a alguien al lado que espante el frío de la soledad. O un agujero húmedo y caliente que acoja sin arrepentimientos. Sin prevención. Sin exigencias incumplibles. Sin dolor de cabeza. Ni de muelas. Y en la pantalla la paralítica se masturba. Y él, “voyeur” irredento, a la vez, también. Las fantasías imposibles de cumplir. Aunque el resultado sea igualmente la poya tiesa y el capullo rezumando (paso previo al placer liberador en forma de contracciones). Y la suavidad del semen extendiéndose por los rincones más impensables, amarilleando las inmaculadas iridiscencias. Y el repentino, e incomprensible, deseo de colocar la palabra “clangor”. Y la decepción al comprobar en el diccionario su significado exacto, que no era en absoluto el que el escribidor creía. Y la renuncia subsiguiente. Y la frustración al comprobar que no es uno Roberto Bolaño. Que carece de su talento. Que las paralíticas masturbándose en una pantalla poco tienen que ver con los jorobaditos deambulando por la Costa Dorada. Y comprobar, finalmente, que no hay paralíticas sensuales como las de la pantalla. Que las varias que te rodean son feas, y tienen escasa (o más bien demasiada) conversación. Ni tampoco aparecen masturbándose en primerísimo plano en la dichosa pantalla. Ni ganas tienes que lo hagan.
Y dedicarse a yuxtaponer palabras según se te ocurran. Y dar las gracias mentalmente al corrector del Word, que te acaba de arreglar un grave error de sintaxis que te había pasado inadvertido, un dequeísmo seguramente intolerable. Y en la pantalla, ahora, ya no aparecen paralíticas masturbándose, ni jorobaditos peripatéticos, si no el féretro de un expresidente canario recientemente fallecido. ¿Qué diablos querrá decir clangor? “Sonido de trompeta o cornetín” Y tu que creías que era una blancura infinita, intolerable…
Trenes nocturnos atravesando estaciones vacías a gran velocidad...
Y la pesada tristemente reaparecida que sigue mintiendo (o imaginando en voz alta) sin descanso con su voz chillona. Y enumerando insensateces sin tregua.

Y el extraño placer de encadenar frases sin demasiado sentido. Fiándolo todo al bendito azar. El que lo explica todo. El infalible. Y las obsesiones de Bolaño (los Campins de verano, el jorobadito, Colan Yar) que quizás no tengan que ver con las tuyas pero que podrían ser las mismas. Y el tabaco (tan perjudicial para la salud, pero tan útil para ligar).
Y es que, al fin y al cabo, todo se reduce a eso, emparejarse, FOLLAR….para burlar la negra soledad y engañar al inevitable FIN. Y ese sabor acre del tabaco que apenas recordabas. Pero que vuelve a instalarse en el cerebro. Pero el miedo a toser, a atragantarse otra vez con el humo… aunque sólo sea un momento de disimulo y engaño.
Y el sufrimiento de los homosexuales por su doble vida de antaño. Y escribir, escribir lo que sea; ahuyentar ¿será eso posible? los fantasmas que te devoran por dentro.
Y darte cuenta, finalmente, de que todo, TODO, es inútil.
La NADA te espera con los brazos abiertos.


Es el inevitable fin del camino, Quizás no esté tan mal.