miércoles, 30 de julio de 2008

MI "GINECEO" PARTICULAR



Algo muy bueno ha sucedido en mi vida en los meses que llevo viviendo aquí, en la “leprosería”. Como si los caprichosos dioses hubiesen querido satisfacer mis menos confesables deseos, me han concedido (sin pedirlo siquiera) un sueño que todavía me cuesta aceptar que sea realidad: vivir rodeado, cuidado, atendido por mujeres. Conocéis (ver mi entrada “autobiográfica” “Filias y fobias de un leproso” –fechada el 29 de julio de 2007- mi devoción al género femenino).
Pues bien, aquí, en la “leprosería”, la casi totalidad del personal empleado son mujeres (habrá, no obstante, que mencionar al cocinero Benito y al portero de la tarde, Luis, y al sustituto de este, mientras duran sus vacaciones, Valentín y al joven fisioterapeuta Álvaro).
Y como si, un demiurgo travieso hubiese leído aquella entrada, las hay altas, bajas, jóvenes, mayores, gordas, flacas…, pero, sobre todo, son mujeres.
Yo, lo sabéis, me siento particularmente a gusto rodeado del género femenino, por lo que esta situación me llena de alegría: el desgarbado deambular de la jovencísima y siempre amable Lucía, la belleza “rubensiana” de la rubita Estela, la belleza espectacular de la “portera de la mañana” Raquel (cuando como cada mañana me devuelve mi saludo con una sonrisa, yo me derrito; "menudo monumento", me dijo el otro día Juan, cuando nos la cruzamos al salir del ascensor, y yo no pude estar más de acuerdo ante esa verdad incontestable), la simpatía de la robusta Tere, que me maneja como a una pluma, la alegría de Luisa o la peliroja Isabel, el trato siempre campechano de la supervisora Chus, la amabilidad de la pequeña Mónica, la bondad de Carmen, que sabe complementar también con una fina capacidad de ironía, siempre preocupándose de los que menos se valen; la inteligencia de Begoña, siempre escéptica y bromista, y, por encima de todas siempre mi “paz en guerra” (1), tan pequeñita y menuda multiplicándose en nuestra ayuda; y Nuria , (que se me había olvidado) una psicóloga rubita y menuda que nos hace las largas tardes más agradables, a la vez que mantiene nuestros cerebros siempre alerta (porque aquí, tendemos a acomodarnos, y "dejarnos ir"). Y Loli, "gobernanta" del comedor y encargada de la lavandería. Y Feli (que tiene un curioso parecido con la televisiva "Aida") y Pepa, las limpiadoras; y Vicki, mi joven y guapa fisioterapeuta.
Me cuesta, creedme, imaginar mi vida sin ellas. No se cómo he podido pasarme 42 años sin disfrutar de sus atenciones. En apenas un semestre han conseguido que no eche demasiado de menos a mi querida madre, ni a mi vida anterior, en casa de mis padres, en donde no obstante, sigo pasando fines de semana alternos, con mucho gusto pues continúo echando de menos a esa pareja de ancianos adorables.
(1).- Ver la entrada “Paz en guerra”, fechada el 24 de mayo

CONMOCIÓN EN LA "LEPROSERÍA"

Alto, delgado (se me está quedando en los huesos, repetía siempre Ángeles, su madre), antesdeayer se nos fue para siempre. Ya no se atragantará más con la comida. Este fumador empedernido ha consumido su último cigarrillo. Ya no tendremos que preguntar más aquello de ¿pero qué dices, Dani? cuando angustiado intentaba comunicarnos cualquier cosa con su farfullar ininteligible, producto de la “disartria" que caracteriza a muchos afectados de esclerosis, pero que a Dani le limitaba especialmente su capacidad parra comunicarse, reduciéndola a su característica sonrisa de pillo, a él, que antes de que se le declarase su enfermedad, debió ser un auténtico “Don Juan”, uno de esos tipos irresistibles para el género femenino, que él tanto apreciaba, ya fuesen sus imaginarias mulatas brasileñas, o su muy real novia María José, otra enferma de esclerosis con quien coincidía periódicamente en Salamanca, y a la que se arregló para conquistar a pesar de sus tremendas limitaciones.
Su otro gran amor era su hija Irene, fruto de un matrimonio que, como suele suceder en estos casos, se frustró con la enfermedad de Dani.
Descansa ya en paz en su pueblo natal, Candamo, a donde lo trasladaron ayer tras su fallecimiento a los 36 años recién cumplidos, tras una vida tan breve como intensa.

Querido Dani, tus 13 compañeros aquí, en Viesques nunca te olvidaremos.

Permanecerás para siempre en nuestros corazones.

Hasta siempre

sábado, 12 de julio de 2008

RETRATOS DE LA "LEPROSERÍA" (8)

PEPÍN, EL "ENTUSIASTA"


Si algo caracteriza a José Antonio (Pepe o incluso Pepín, como lo llama siempre Paz-ya os hablé de ella (1))- es por el entusiasmo con que se enfrenta a cada tarea que aborda, por insignificante que pudiera parecernos a los demás.
Y es que para Pepe nada es “despreciable”; todas las cosas merecen una consideración “especial”, lo mismo cualquier triunfo del Real Madrid, equipo del que se declara forofo acérrimo, que cualquier logro personal, a esos que este paralítico cerebral de 36 años, pequeñito, muy moreno, siempre sonriente, asmático, que luce una incipiente calvicie, esférico (por su afición al fútbol, por la doble esfera perfecta que forman su cabeza, y en la zona abdominal, su barriga), adjudica un enorme valor, ya sea acertar la respuesta correcta en cualquier juego, o acertar esa quiniela millonaria, que no creo haya nunca "pillado".
Entusiasmo como el que manifestó como desde que se enteró que yo estaba realizando estos retratos (modestas descripciones de mis compañeros aquí, en que dudo que les haga justicia), me repite con su característica sonrisa franca que ilumina todo el pasillo ¿y ya hiciste el mío?
Pepe es, ante todo, una buena persona, y como todos tiene sus particulares “filias”: el Real Madrid (que no comparto) y la adicción al café (que sí comparto plenamente), pero también unas pocas fobias, la más destacable es al color verde (se niega, en redondo, a ingerir verdura o fruta-lo que limita considerablemente su dieta-).
Pepe, compulsivo consumidor de cafés, ha hecho amigos en todas las cafeterías circundantes (tampoco son tantas, este barrio-Viesques-es una ciudad dormitorio, al lado de Gijón, con, digamos, una vida muy limitada), habitado por una “burguesía”, profesionales cualificados, comerciantes, propietarios, que, sin llegar a lo que, en otros tiempos, se llamó la “alta sociedad”, coincide con ella en su ideología más bien conservadora, y su “status” moderadamente acomodado.
Y es que es muy difícil que la permanente y desenfadada sonrisa de Pepín no te acabe cautivando.
Yo, espero que este brevísimo y, lo reconozco, superficial retrato le agrade, porque no soportaría defraudar a quien con tanto interés me incitó, día si, día también, a cumplimentarlo.


(1).- De mi querida Paz ya os hablé extensamente en la entrada del 24 de mayo, titulada "Paz en guerra"