martes, 13 de noviembre de 2012

EN LA CASA


 
 
                                           Fabrice Luchini y Kristin Scott-Thomas, una pareja "burguesa" que acabará "abducida" por el joven "voyeur" Claude (Ernst Umbhauer)
 
 
 
 
Me entero que estrenan “En la casa” en los únicos cines accesibles de mi ciudad. Es lunes, “día del espectador”. No llueve. Me decido a ir. Solo. Maniobro para colocar mi silla de ruedas en la localidad reservada para ella. Reparo en la cinta que impide que mis piernas se disparen en cada pequeño bordillo. Me agobio. Qué lata. A mi derecha, observo a una mujer de entre 40 y 50 años. Pelo largo. Morena. Atractiva. Venciendo mi timidez, le ruego que me quite la cinta. ¿Cómo? La cinta. Es muy fácil. Tira de un lado, y ya está.  ¿Así? Sí, ves que fácil.

La película, excepcional. Un profesor de literatura, un tanto “pagado de si mismo”, irónico, inteligente, de vuelta de todo, algún profesor así hemos tenido todos, se agobia corrigiendo redacciones insulsas, hasta que, entre ellas, aparece una perla: la de un alumno con singular capacidad de observación (y también de manipulación) que acabará por fascinar al profesor. Y embarcarle en una peligrosa travesía navegando entre la ficción y la realidad.

La película ha empezado. A mi derecha, en la semi-penumbra, la mujer se pone unas gafas. Desde siempre me han encantado las mujeres con gafas. Como Claude (Ernst Umhauer), el joven protagonista de “En la casa”, yo también soy un “voyeur”. Como a él, me encantan las mujeres. Una ligera excitación se empieza a apoderar de mí. Como quién no quiere la cosa, me estoy empalmando cuando la mirada de Claude sigue las piernas de Emmanuel Seigner, que duerme lánguidamente recostada en una chaise-longe (película especular, la secuencia se repetirá bastantes minutos después, cambiando de protagonista femenina, la “espiada” por Claude será el personaje de la estupenda Kristine Scott-Thomas). 
 
Porque Claude se ha "incrustado" en una familia normal de clase media, la de su amigo Rafa, para usarla como material de su narración.  Claude es un "voyeur" que transforma lo que observa en literatura. Y, a la vez, un narrador formidable que, como una Scherezade del siglo XXI, fascinará al sultán, que son ese profesor  que se cree tan superior (interpretado por Fabrice Luchini) y, de rebote, su mujer  (una galerista de arte, a la que da vida Kristin Scott-Thomas) gracias a ese "continuará..." con que, malevolamente, acaba cada redacción. 
La película acaba dejando un regusto de melancolía, y la convicción de haber visto algo excepcional.

Con la mirada busco a la mujer, que se demora poniéndose el abrigo (su camiseta deja entrever un tirante de su sujetador que se escapa por la desinencia de su hombro) y encendiendo el teléfono.
Ahí está. Giro y me acerco a ella, mientras se acaba de poner los guantes. Por favor, ¿me pones la cinta otra vez?  Cómo no, por favor. Saca la cinta de la bolsa de la silla donde la había metido, se agacha y la engancha con pericia. Gracias, muchísimas gracias.

Salgo de la sala. Intento ponerme la “Parka”. Como siempre, con torpeza. Enfrascado en la operación, noto cómo la puerta batiente de la sala se vuelve a bambolear. Es ella otra vez. ¿Te ayudo? Bueno, si eres tan amable, que ya me estoy liando, torpe que soy. Al acercarse aspiro su perfume y sus pechos rozan mi brazo.

Y entonces:

 

POSIBILIDAD 1

Le digo, por cierto, ¿cómo te llamas?

.-Estefanía

Conocí a una Estefanía que era casi tan guapa como tu en el instituto. La novia de un buen amigo que ahora es Policía municipal.

.-Hombre, gracias por el piropo.

No es un piropo. Es que desde que te vi, me resultaste muy atractiva.

.- ¿Y tu amigo y Estefanía siguen juntos?

No, él se casó con otra (ese exceso de sinceridad que no viene a cuento)

Silencio prolongado.

Le digo, por cierto, ¿tienes prisa? ¿te apetece tomar un café o algo?

.- Vale.

Y nos vamos a uno de los varios locales adaptados del centro de Gijón. Como está climatizado, puede quitarse el abrigo y yo, observar otra vez el tirante de su sujetador rojo que se empeña en resbalar por su hombro. Mientras repasamos las bondades (muchas) del film,  y los defectos (escasos, pero siempre alguno hay), la erección se hace más intensa a medida que aumenta mi bochorno (a raiz de mi accidente, me han seccionado los abductores y no puedo cruzar las piernas)

Continuará…

 

POSIBILIDAD 2

Yo entro en  el pequeño ascensor acristalado, reiterándole cansinamente mis agradecimientos. Desde allí, la observo esfumarse por la escalera mecánica, hermosa e inaccesible ya para siempre. Mañana quedaré con mi mejor amiga para contarle tamaña aventura y, si tengo tiempo, escribiré este relato.

Y  esta posibilidad tiene difícil continuación…

lunes, 12 de noviembre de 2012

LA VERBENA CATALANA













Arrriba, El "Mas-ías", el salvador de Cataluña. Abajo, Charlton Heston, en Los diez mandamientos. ¡Originales, los publicistas de CiU!



No se vosotros, pero yo ya estoy harto de los políticos de ínfimo nivel que dominan este país. La utilización constante de la mentira más descarnada, de la demagogia más voceras, la implantación de la impostura casi como modo “normal” de actuación política, la forma de usar al ciudadano como un “kleenex” (se “promete” lo que sea, se ganan las elecciones, y luego se gobierna no ya sólo incumpliendo lo prometido, si no, incluso, haciendo lo contrario –véase el espectacular crecimiento de las nariz de Marianico “Pinocho” Rajoy tras subir los impuestos, o sobrepasar todas las “líneas rojas” que nunca, “jamás, jamás” se iban a atravesar en materia de protección social-).
 
                                                     Marianico y la Pantoja de Barcelona
 
 Pero esto no es nada en comparación a la sucesión de falsedades, imposturas y exageraciones que nos regalan diariamente los políticos catalanes, desde esta semana, inmersos en la campaña electoral más demagógica de la historia reciente. ¿A dónde habrá ido el tan cacareado tópico del “seny” catalán? Porque ya no es solo el “Pinocho con barbas”, el inefable registrador de la propiedad en excedencia, ni su representante en Cataluña, la “Pantoja de Barcelona”, los que mienten y exageran con dedicación digna de mejor causa, no; Aquí, me atrevería a decir que es el “geyperman de Las Ramblas”, en acertado “mote” del gran Juan Marsé, quien supera todos los parámetros de demagogia y deformación interesada de la realidad, llegando a decir cosas tan pintorescas (lo que no excluye su originalidad y buen sentido) como que en una Cataluña independiente se elevaría la esperanza de vida (será por medidas en las que fue pionero como el “euro por receta” que contribuye objetivamente a que los pensionistas no se atiborren a medicamentos y, de paso,  se ahorren así problemas gástricos, y, en un futuro, en geriátricos y asistencia a la “tercera edad”, pues los viejos llevan mal que les quiten sus medicinas y, con un poco de suerte, se mueren antes, con el considerable ahorro que ello lleva aparejado ¡”chapeau”, Sr. Mas!, algún merecido Premio Nobel le espera).

Entre los dos, ¿en una “tercera vía”? se sitúa el permanentemente deprimido PSC-PSOE. Si no diesen tanta pena, podrían ser una alternativa pero, situados en tierra de nadie, parece que se verán abocados a la irrelevancia tras las elecciones del próximo día 29.

Y, mientras, todos estos niños juegan a políticos (que si soy el “masías” catalán, que no, que en España cabemos todos, que si “Viva la moreneta”, que si viva la virgen del pilar, que si quiero una Cataluña ¡independiente!, pero dentro de la Unión Europea y fuera de España, que si “España Una, Grande y Libre”)  algunos ciudadanos optan por tirarse por las ventanas o ahorcarse en su frutería,  mientras todos, Cataluña y el resto de España, nos hundimos en la miseria, pero la alcaldesa de Madrid (sí, la que se fue a relajarse a Lisboa mientras enterraban a alguna víctima de su disparatada gestión, aquí no dimite nadie) firma a favor del mantenimiento como tal de un hospital público que su propio partido ha optado por convertir en geriátrico de lujo para ancianos millonarios.

¡Qué viva España, y la madre que nos parió!

viernes, 9 de noviembre de 2012

MUNDO BONOBO, ¿UNA SOLUCIÓN?


Nunca me interesó demasiado la zoología, hasta que en un documental de La 2 (“Evolución”, altísimamente recomendable) me encontré con este animal, lejano (o no tan lejano) pariente nuestro. El bonobo (pan paniscus), un simio cuya organización “social” (un matriarcado basado en la cooperación de sus miembros) resulta envidiable. Los bonobos son una de las pocas especies cuya sexualidad no está exclusivamente ligada a la reproducción, si no, más bien, a la socialización y al placer (de hecho, la relación sexual predominante, sin excluir todas las otras combinaciones posibles es la homosexual femenina, quedando la heterosexual solo como el método instintivo para la indispensable perpetuación de la especie. Y siendo las predominantes relaciones entre hembras -una forma de tejer alianzas que aseguren su predominio social-). Porque al contrario que su pariente cercano, el chimpancé, las hembras bonobo “dirigen” esa sociedad constituyendo un auténtico matriarcado. Y la competencia “chimpancé” deja paso a la cooperación pacífica. Esta sociedad “bonova” persigue fundamentalmente el placer y el bienestar de sus miembros, adelantándose sustancialmente a la evolución biológica humana que sólo en un estadio posterior hemos llegado a una conclusión ¿similar? (la cultura, o lo que se llama en terminología antropológica, conjunto de memes de difusión). Porque culminada la evolución biológica de la especie humana, la única manera de seguir mejorando que nos queda es la cultural -la apropiación de una serie de “memes” no ya tecnológicos, si no culturales (los que se dan a partir de las estructuras más desarrolladas con que consiguió culminar  la evolución biológica humana: el lenguaje y la historia)-.







              Tribadismo entre dos hembras bonobo: la relación sexual predominante en la especie




 

Creo que somos protagonistas (en el sentido de que está sucediendo ahora) de uno de esos momentos transcendentales de la Historia de la humanidad. La “Crisis” no es una crisis cualquiera. Es el fin del sistema socio-económico capitalista que llevaba funcionando, por lo menos, desde el siglo XVII- XVIII, un sistema que se mostró eficacísimo para permitirnos un desarrollo tecnológico sin precedentes, pero como el esclavismo en la edad antigua, o el feudalismo en la edad media sencillamente ha acabado por agotarse y ya no da respuestas a nuestras necesidades. Nada nuevo en la Historia humana. A la lógica incertidumbre del momento sucederán nuevos retos que el ser humano podrá solucionar si sabemos afrontarlos con nuestra mejor arma: la razón.

Quizás nuestra solución como especie, antes que la dinámica del capitalismo se nos escape definitivamente de las manos y aniquilemos al planeta y a nosotros mismos con él,  sea pararse, observar y  emular el comportamiento de alguna otra especie (que, además nos es relativamente cercana en el tronco de la evolución) que ha elegido otro camino para su desarrollo (el de la cooperación entre sus miembros y el goce sexual como manera de resolver sus conflictos). Quizás, para sobrevivir, debamos afrontar un cambio de valores y abandonar los de nuestro “primo” chimpancé, para abrazar los de este otro primo nuestro, el bonobo. Al fin y al cabo, todo queda en familia. Ya en sociedades muy desarrolladas como en Islandia se está produciendo algo así. Si  el predominio del género masculino (modo de vida chimpancé) consigue dejar paso al femenino (modo de vida bonobo) es posible que a los humanos nos empiecen a ir mejor las cosas. Aunque, como siempre, dudo: los ejemplos de Anghela Merkel, Elena Valenciano, Pilar Rahola, Margaret Thatcher o Esperanza Aguirre tampoco es que sean demasiado alentadores.

 

 


                                          Ejemplar de hembra bonobo masturbándose 

jueves, 1 de noviembre de 2012

IMPOSTORES: EL CASO ARMSTRONG


La verdad, la mentira, la obsesión por el triunfo; la derrota, el vértigo. Y la “nueva carne”. La superación por medios artificiales de las potencialidades físicas del propio cuerpo. Al final, la derrota inevitable. El “súper-hombre” que no era tal. La mentira descubierta.

En este escueto guion se resume la peripecia vital de Lance Armstrong,  el único hombre capaz de ganar 7 Tours consecutivos. Una hazaña que, por sobrehumana, parecía imposible. Y que lo acabó resultando ser (imposible). Porque todo era mentira. Y mi madre, gran aficionada al ciclismo “de sillón” (el que se practica viendo el espectáculo por televisión) tenía razón cuando decía que el “americanón esi, va chutau hasta les narices, no lo veis”. A lo que yo, crédulo idiota, contestaba con el poco creíble argumento de que el fortísimo tratamiento para superar su cáncer era lo que, a lo mejor, le estaba ayudando; nada de trampas intencionadas.

Y, sin embargo, ahora se descubre que todo era mentira. Que tenemos que cambiar a Lance Armstrong de panteón: trasladarlo del de los grandes deportistas de la Historia al de los grandes tramposos, de estrella del deporte a estrella de la impostura. A mi, que quizás por influencia materna, nunca lo soporté como arrogante campeón deportivo, sí me interesa como falsario (aunque su impostura resultó no ser perfecta, pues se ha acabado por descubrir -“Se pilla primero a un mentiroso que a un cojo” me sermoneaba desde que tengo recuerdo, precisamente mi madre-) que por toda su aparentemente brillante carrera deportiva que, al final, resultó ser un fraude.

Porque la aparentemente brillantísima carrera deportiva de Armstrong devino en una gigantesca mentira. En un fraude perfectamente orquestado y sistemáticamente preparado. Apoyado en especialistas médicos de primera línea, el “campeón” tejano se internó en el mundo de David Cronenberg, se dispuso a construirse un nuevo cuerpo, el de un super-hombre. Como Jeff Goldblum,  el atormentado protagonista de “La mosca”, como Jeremy Irons, el enloquecido cirujano doble de “Inseparables”, como tantos héroes Cronenbergianos,  Armstrong jugaba en la delicada frontera entre lo humano y lo artificial, entre lo fingido y lo verdadero, y, como buen tramposo, jugaba en su propio beneficio, faltaría más. Armstrong, el gran falaz; Armstrong, el hipertramposo; Decadencia y caída de Lance Armstrong.

Así que mejor compararle con los grandes impostores de la Historia, con todos aquellos falsarios que han sabido construirse un personaje tras el que poder esconder las limitaciones con las que todos los seres humanos tenemos que cargar.  

Como Enric Marco (que se hizo pasar por una víctima del Holocausto, y fue, incluso, Presidente de la Asociación de damnificados, sin haber pisado Mathausen, si no el más pequeño campo de Flossemburg, y no como víctima, si no como trabajador voluntario en el marco de un acuerdo de cooperación entre la Alemania Nazi y la España franquista (1); como Víctor Lustig (que estuvo a punto de venderle la Torre Eiffel a unos incautos inversores para, según él, poder convertirla en chatarra); como Frank Abnagale (que llegó a cambiar 8 veces de identidad, para poder desarrollar una “brillante” carrera de estafador y falsificador de cheques (2)); como el dúo musical Milli Vanilli, que llegó a obtener el Grammy a artista revelación de 1990 y vendido millones de copias, sin que sus componentes cantasen una sola estrofa (sólo prestaban su imagen mientras hacían “play-back”) a los verdaderos cantantes; como Ferdinand Demarra, aplicadísimo impostor que, en 1941, en plena II guerra mundial, y sirviendo en la marina de Estados Unidos se “travistió” sucesivamente de ingeniero civil, sheriff, guardia de prisiones, monje, investigador del cáncer y maestro, para acabar haciéndose pasar por cirujano en la guerra de Corea (3);  y como Jean-Claude Romand, uno de los impostores más fascinantes de la Historia, que acabó viéndose obligado a asesinar a su propia familia, cuando se descubrió que toda su vida era una mentira (4).

(1).- relatado en el fascinante documental “Ich bin Enric Marco”, de Santiago Fillol y Lucas Vermal, 2009

(2).- su vida dio pie al celebrado largometraje de Steven Spielberg “Atrápame si puedes”, protagonizada por Leonardo di Caprio y Tom Hanks.

(3).- que también dio origen a un film, “El gran impostor”, Robert Mulligan, protagonizada por Tony Curtis en 1961.

(4).- Tan fascinante argumento ha estado, al menos, en el origen de dos películas: la francesa  “El adversario”, Nicole García (2002) protagonizada Daniel Auteil, y la española “La vida de nadie” (también, 2002), del interesante Eduard Cortés, protagonizada por José Coronado.