viernes, 25 de enero de 2013

HANEKE, ESE HIJODEPUTA GENIAL


Te destroza, te machaca, no te deja ninguna salida, ninguna arista a la que agarrarte.

El lunes fui a ver “Amor”, la última tortura que el gran Michael Haneke administra concienzudamente al espectador durante poco más de 2 horas, en las que no paré de removerme en mi asiento, deseando, contradictoriamente, que se acabase tanto horror y que no terminase nunca tan excelsa película. Veía reflejada en la, como siempre, gélida puesta en escena de Haneke mi historia (o, más exactamente, la de personas tan queridas para mí como mis padres). El director austriaco, como siempre, aplica su bisturí inmisericorde. Una pareja de ancianos (extraordinarios Jean-Luc Trintignant y Emmanuelle Riva), antaño concertistas de piano sobrellevan su vida en un gran apartamento parisino. Son viejos. Están enfermos, pero tantos años de convivencia han cimentado entre ellos unos lazos indestructibles que, sin embargo, se verán puestos a prueba a lo largo de los 127 minutos que dura la película.

Durísima, atravesada por una puesta en escena permanentemente gélida, “Amor” deviene en un apasionante “tour de forcé” entre la decrepitud y la muerte. Y, a diferencia de otra gran película sobre el mismo tema (“Gritos y susurros”, Ingmar Bergman, 1972) aquí no hay ninguna Kari Sylwan que nos ofrezca sus grandes pechos de nodriza como maternal refugio. No, el gran apartamento de la anciana pareja, pintado de un blanco impoluto, deviene en el sarcófago  en el que, lenta e inevitablemente, se irán apagando las vidas de los dos ancianos ante la impotencia de su hija (estupenda también, Isabelle Huppert en un papel, esta vez, más secundario).


Yo salí del cine machacado, con dolor de muelas (como cuando acabé de leer ese otro gigantesco monumento al horror que son las “120 jornadas de Sodoma” del Marqués de Sade) pero, a la vez, seguro de haber degustado una de las grandes películas de los últimos años.

sábado, 19 de enero de 2013

ÚRSULA




Úrsula, en "Saber y ganar"


Me he enamorado. De una concursante de “Saber y Ganar”. Gordita. Pequeñita. No se atiene en absoluto a los cánones de belleza establecidos. Se llama Úrsula. Es de Reus y, como yo, licenciada en Historia del Arte. No es lo que se dice una “gran belleza”, pero es simpática, espontanea, dicharachera y muy, muy expresiva. Es un desastre con las matemáticas, peor que yo (no ha sido capaz de sacar ni una “calculadora”, lo que creo le ha impedido llegar a “magnifica” –consideración que se les da a los que acumulan 7.000 euros en ganancias; y ella perdía todo lo ganado cada día al no completar en un minuto la serie de operaciones elementales que conforman la prueba de la “calculadora”-).  Antesdeayer  fue un día grande. Adivinó una enrevesada “parte por el todo” y duplicó sus ganancias. Fue al “reto” y lo superó. ¡Colosal!.
 

Pero ayer se “dejó ir”,  volvió a ir al “reto” (mejor que la “calculadora”, pensaba yo –por lo menos no perderá sus ganancias-) pero esta vez, no lo superó, y quedó eliminada. ¡Me llevé un disgusto…!

Porque ya creía que estaba ante una nueva Victoria Folgueira, una antropóloga gallega,  morena de pelo cortísimo  y voz dulce como una meiga,  que llegó, a “super-magnífica” (100 programas)  y que había sido mi concursante preferida hasta el momento.



 
 Victoria Folgueira, la gran campeona gallega

viernes, 18 de enero de 2013

REACCIONEMOS


No quisiera que me acusasen de tremendista, pero es abrir un periódico, (o informarse por cualquier otro medio) y constatar que todo se está viniendo abajo. Se suceden los gobiernos corruptos, las “oposiciones” ineficaces, casi “dimitidas” de su función y, además, también corruptas. Es “TODO” un juego repugnante,  en que dos partidos supuestamente antagónicos se van sucediendo ordenadamente en el poder, manteniendo una ficción de alternancia democrática, y haciendo efectiva la famosa frase de Lampedusa en “El Gatopardo”, “Es necesario que todo cambie para que todo siga igual”.
En el  llamado “caso Bárcenas”, quintaesencia de un “logrero”  que, a base de prometer beneficios públicos a empresas privadas, consigue  para su partido, y de paso, para sí mismo,  tremendos beneficios (22 millones de euros, que se sepa, no son una “propinilla”, precisamente) y, que cuando, gracias a la prensa –y a las disputas internas del partido-  se descubra el “pastel”, la reacción de la supuesta oposición sea de una sospechosa tibieza, no conduce precisamente a que miremos con mejores ojos el juego político en nuestro maltratado país.

Depende de nosotros mismos, eso sí, cambiar esta situación: ¿cómo?, muy sencillo: no votando al partido único. Hay otras opciones, desde UPyD, hasta EHBildu, pasando por IU, o el nuevo Partido X. Abstenerse o votar en blanco es, por supuesto, legítimo, pero del todo ineficaz: es dimitir del pequeñísimo resquicio que esta llamada democracia nos deja para cambiar la realidad.

Por eso, en las próximas elecciones, votemos, pero en ningún caso al PPPPSOE. A quién nos sintamos más cercanos, votemos “a la contra”, para “tocar los cojones”, incluso, pero nunca al duopolio que nos ha llevado a la ruina. Votemos a quién sea, pero nunca a los “muchachos de las barbas” (Rajoy y Rubalcaba) que han dejado a España como está, y ni siquiera piensan pedir perdón.                        

domingo, 13 de enero de 2013

¡VIVA EL SEXO!


Alguien, en pleno delirio electoral, gritó una vez ¡Viva el vino!  Yo,  hoy, sin decir nada contra esa frase, me atrevo a gritar aquí ¡Viva el sexo!

En todas sus combinaciones, en sus infinitas posibilidades, hatero, homo, grupal, individual (aunque esta ya esté un poco harto de practicarla exclusivamente) en pareja, trío, cuarteto, quinteto,  “tijera” (tribadismo me parece cursilería), “polvazo” clásico, con las manos, con la boca, con el coño, con la polla, metiendo, sacando, lamiendo, por delante, por detrás, por el medio o por el lateral, arriba o abajo, empujando, acariciando, ¡siempre acariciando!, apretando, soltando, rápido o despacio (mejor despacio) con hombres, con mujeres, con consentimiento siempre (y con condón). Con imaginación (imprescindible). Susurrando al oído, o gritando como un loco. Lamiendo ¡siempre lamiendo! Con juguetitos, sin juguetitos. Entre gordos, entre flacos. Entre gordos y flacos. Entre gordos y gordos (aunque entrañe dificultad), entre flacos y flacos, con  animales de compañía (quien no se ha encariñado de su gatito, o de su perrito, o de su caballo, o de su canario  -aunque esto entrañe, si cabe, más dificultad-). Entre viejos. Entre jóvenes. Entre familiares. Entre no familiares. Entre clérigos (¡menudo morbo!), entre seglares. Con profesionales del sexo. Entre simples aficionados, Con orgasmo, sin orgasmo (mejor con orgasmo, pero si no llega, tampoco pasa nada). Con cariño. Con amor (aunque si no hay amor tampoco pasa nada). Oral. Escrito. Ágrafo. Para lentos, para rápidos (mejor el término medio). Con fetiches, sin fetiches (mejor con fetiches, pero allá cada cual).

Con odio no, es imposible. Con saliva, o sequedad (aunque siempre con humedad), el sexo es lo mejor del ser humano, lo que nos hace definitivamente humanos, es más.

Siempre, eso sí, con tolerancia, procurando no hacer daño (y no hablo del físico, porque hay quien con el dolor disfruta –si es un juego de normas pactadas, allá cada cual-)

Este fin de semana, después de 5 años, e infinitas pajas, voy a follar con una maravillosa mujer, Como veis, estoy exultante. Felicitadme, si queréis, pero no me preguntéis quién es. O preguntadlo si deseáis, pero aquí respuesta no hallaréis.

Y es que el sexo es lo mejor. Y las religiones que intentan vender un paraíso trascendente, las tres grandes monoteístas, judía, cristiana y musulmana, lo saben. Por eso odian el sexo, le tienen miedo, arrojan sobre él sus constantes invectivas.

Porque un buen orgasmo es el paraíso en la tierra, y al alcance de casi cualquiera. Y si tomamos conciencia de que tenemos el paraíso al  alcance de las manos, sin morigeraciones, sin hipócritas penitencias, el inmenso negocio de la religión se tambalea y  peligra.

martes, 1 de enero de 2013

AÑO NUEVO, VIDA NUEVA





Mi reciente amiga “virtual”, *L*, del blog de sugerente título “La petite mort” me insta a cambiar el tono de esta bitácora, que últimamente no salía de lo luctuoso. Como soy un declarado perezoso, recupero este viejo texto (escrito hace cerca de cinco años) y nunca publicado, que se inscribe en el género erótico, esperando que les guste y sirva de amuleto ante venideras desgracias. Ya saben, “carpe diem…”: Follen, coman y beban. Desengañasen, no hay más.

 
 

Me ha tocado la “primitiva”. Bueno, seamos realistas, que yo no juego: por fin le ha tocado a mi padre y ha cumplido su promesa, se ha quedado la mitad, y la otra mitad se la ha donado como herencia anticipada a su hijo único.

He invertido el dinero en un coqueto apartamento en Cimadevilla. Lo mejor, su amplísimo baño. Ducha geriátrica (se llaman así) y ni una sola barrera,

Vienes a visitarme cada poco. No vivimos juntos, pero prácticamente te pasas más tiempo allí que en ningún otro lugar.

He contratado a Eva para que me ayude en mis cosas. A este paso, la “donación” de mi padre va a durar poco. De todas maneras, Eva es una amiga, y me ha hecho un precio razonable.

Lo mejor, cuando llegas. Normalmente, por la tarde. Después de comer. Eva ya se ha ido. Recordando viejos tiempos “clandestinos”, me arrastras al baño. Me dejo hacer. Me interesa. Llevas falda. Me besas. Me acaricias. Me susurras al oído cuánto te gusta lo que vamos a hacer. Cuánto lo deseas. Cuánto me deseas.

Tras retirar el mando retraible de la silla me agarras la polla. Sacas un condón y me lo pones. Te quedas mirando tu obra, con cara de satisfacción, de haber hecho un buen trabajo.

Estoy completamente empalmado. Te deseo. Mucho. No quiero esperar  más. Te pido, más bien te ordeno, que te acomodes sobre mi polla. Está tan gorda que parece a punto de estallar. Lo haces. La fina tela de tu falda (algo parecido al lino) vela nuestra cópula. Empiezas a moverte despacio, luego vas aumentando paulatinamente la velocidad. En un momento dado, te pido que pares. Me gusta simplemente, sentir tus labios rodeando mi polla. Sumisa,  me obedeces. Me susurras algo al oído que no acabo de entender. Percibo sólo cómo exhalas aire en mi oreja. No te entiendo, pero esa incógnita me excita aún más. El espejo está a tu espalda.  Sin sacar mi polla de tu vagina, te giras y te colocas frente al espejo. Entonces me ofreces un panorama inigualable: mi polla entrando y saliendo de tu coño, mientras mis manos, ávidas, sopesan tus tetas pequeñas, pero que se ajustan tan bien a su tamaño.

Mientras  mordisqueo tu cuello largo, observo cómo, despacio, sigues moviéndote. Subes hasta que, casi, el glande sale de tu coño. Paras, como recreándote, y vuelves a bajar, recuperando un ritmo más constante. Este espectáculo maravilloso casi me hace “terminar”, pero consigo retenerme. No quiero que el placer se acabe tan pronto. Necesito eternizar ese momento.  Se me ocurre bajar mi mano hacia tu hendidura. La otra se desliza entre tus nalgas. Dos dedos entran en tu ano, mientras otros dos, de la otra mano,  bucean en el fondo de tu coño. Te gusta. Te gusta mucho. Lo noto cuándo estiras tu brazo y lo consigues pasar por detrás de mí cuello, mientras me besas mucho la cara, la boca, todo... y pegas tu espalda maravillosa a mí, como si quisieses conservar todo mi calor.

Te quiero. Te lo digo al oído, justo antes de que tus contracciones se solapen con las mías en el más maravilloso de los orgasmos.

Luego, cuando la erección comienza a disiparse, me niego a salir de tu interior. Te abrazo muy fuerte. Te beso mucho. En la boca. En el cuello. En las axilas. En los párpados...

Succionas mi lengua. La aprisionas con tus dientes. Sin morderme. Haciendo la fuerza justa para que no escape de tu boca. Te repito, “te quiero”, “te amo”...

Y al nombrarte me inunda un enorme placer, esta vez sin contracciones...