Te destroza, te machaca, no te
deja ninguna salida, ninguna arista a la que agarrarte.
El lunes fui a ver “Amor”, la
última tortura que el gran Michael Haneke administra concienzudamente al
espectador durante poco más de 2 horas, en las que no paré de removerme en mi
asiento, deseando, contradictoriamente, que se acabase tanto horror y que no
terminase nunca tan excelsa película. Veía reflejada en la, como siempre,
gélida puesta en escena de Haneke mi historia (o, más exactamente, la de
personas tan queridas para mí como mis padres). El director austriaco, como
siempre, aplica su bisturí inmisericorde. Una pareja de ancianos
(extraordinarios Jean-Luc Trintignant y Emmanuelle Riva), antaño concertistas
de piano sobrellevan su vida en un gran apartamento parisino. Son viejos. Están
enfermos, pero tantos años de convivencia han cimentado entre ellos unos lazos
indestructibles que, sin embargo, se verán puestos a prueba a lo largo de los
127 minutos que dura la película.
Durísima, atravesada por una
puesta en escena permanentemente gélida, “Amor” deviene en un apasionante “tour
de forcé” entre la decrepitud y la muerte. Y, a diferencia de otra gran
película sobre el mismo tema (“Gritos y susurros”, Ingmar Bergman, 1972) aquí
no hay ninguna Kari Sylwan que nos ofrezca sus grandes pechos de nodriza como
maternal refugio. No, el gran apartamento de la anciana pareja, pintado de un
blanco impoluto, deviene en el sarcófago en el que, lenta e inevitablemente, se irán
apagando las vidas de los dos ancianos ante la impotencia de su hija (estupenda
también, Isabelle Huppert en un papel, esta vez, más secundario).
3 comentarios:
Koolauleproso,
estamos de acuerdo.Haneke sin contemplaciones,nos deja medio trastornados,pero creo que ésas son las películas que realmente valen la pena,las que se quedan clavadas en nuestra cabeza,y nos hacen sentir y pensar.
saludoooos!
Bienvenida a la "leprosería", pues creo que es la primera vez que te pasas por aqu´, Troyana. Eso es el cine ¿no?
Mover y remover... una de las visiones del "Amour" más duras y realistas que vi nunca. Un Amour sin romanticismos pero con caricias. Un Amour profundo y sin aristas. Me gustó...
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