lunes, 26 de abril de 2010

LOS CAMINOS DE LA CRUELDAD DE MICHAEL HANEKE


Michael Haneke (Munich, 1942- ) es uno de los directores que más me interesan. Su cine, del que he podido ver la mayoría de su filmografía es contundente, complejo, perturbador (otra vez la “palabreja” que tanto apliqué al analizar a Reygadas, pero es que ambos coinciden en ese carácter inquieto, turbulento). Como Reygadas, como Buñuel no le importa mostrarnos imágenes desagradables, capaces, incluso, de revolvernos el estómago (la automutilación genital del personaje de Isabelle Huppert en “La pianista”, la “auto-degollación” brutal de un personaje fundamental de “Caché”...)
Haneke, formado en filosofía, psicología y drama en la Universidad de Viena, desarrolla en su cine su radical pesimismo, su desconfianza en el género humano. Como el Marqués de Sade, sus paisajes humanos se caracterizan siempre por la desolación, la violencia gratuita, la hipocresía, la culpa ominosa y el triunfo de las peores pulsiones del ser humano.
Pero a diferencia de Reygadas, cuyo cine, como buen mexicano, es luminoso, en cierto modo estridente, Haneke envuelve sus artefactos cinematográficos en una premeditada frialdad. Los planos de Haneke se suceden secos, contundentes, precisos y áridos. Es una estética, en cierto modo, “calvinista”, impasible, extremadamente racional (Haneke gusta de emplear un plano fijo dentro del cual, aparentemente, no pasa nada), y, precisamente por ello, aún más demoledora.
No obstante, las aparentemente felices familias que pueblan el cine de Haneke, esconden siempre un envés turbio, ominoso. El “pecado” está siempre escondido, velado por una pátina de aparente felicidad y armonía.
Porque el cine de Haneke está presido por una frialdad angustiosa, terrorífica. Ese demonio perverso que todos llevamos dentro (y nos empeñamos en ocultar se libera en la fría pantalla de Haneke y nos arrastra a un pozo de perversión, de auténtica maldad, en el que todos nos alojamos, reconozcámoslo o no).
En "La Cinta blanca", su último y aclamado artefacto cinematográfico nos enfrenta, en un depuradísimo blanco y negro a la esencia misma de la crueldad humana, la infantil: son los niños (en el ambiente burgués, acomodado, y aparentemente armonioso) de la Austria que se asomaba a la primera guerra mundial quienes demuestran llevar en su interior el auténtico "huevo de la serpiente" que apenas dos decadas después, prefigurará el totalitarismo más ominoso.

2 comentarios:

Paco Becerro dijo...

La cinta blanca es un peliculón. Yo me animé a verla tras la opinión de Lula Fortune, y de ahí me quede ya sobrecogido.

Veo que has retomado la escritura, qué barbaro tres post seguidos, casi no me da tiempo.

Espero que sigas contandonos tus cosas, a muchos nos interesan, amigo.

Un abrazo

koolauleproso dijo...

No te preocupes. De momento no pienso abandonar como nuestro amigo Atikus. Sóo que, qué te voy a contar a tí, la pereza y la inconstancia me impiden una "produccción" regular.

abrazo recíproco, amigo