viernes, 21 de marzo de 2008

LA "CLEMENCIA" DE LA LLUVIA

Oigo al aguacero repicar en el patio como un tambor a rebato. Me acurruco entre las frías sábanas abrazando al fantasma de su cuerpo que tirita, no se si de miedo o de frío, pero es cálido y suave, y huele bien, a perfume de mujer. Quimérico como es uno, imagino que mis brazos la envuelven en un abrazo protector. Por la brevísima rendija que deja la persiana, el pespunte de un relámpago quiere iluminar la habitación, precedido por el bronco retumbar del trueno, y yo me siento bien, arropado y seguro. Me gustan estas noches de frío y lluvia, noches de tormenta en que me creo resguardado en el refugio de mi cama, en las que me dejo llevar en reconfortantes ensoñaciones, sueños que se imposibles de trasladar al mundo real, pero que, ingenuos al fin y al cabo, me sirven para cobijarme de la sórdida realidad de mi vida. Vano intento.
Porque el tiempo, implacable, sigue arrasándolo todo, como un tren desbocado, sin frenos, que ha iniciado una loca carrera hacia ninguna parte, y ya no me permite, soy miedoso, saltar y bajarme en marcha.

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