martes, 4 de diciembre de 2012

ELEGÍA A UNA AMIGA INOLVIDABLE


Después de comer, mientras reposo en la cama mis pies doloridos (no podría aguantar hasta la noche con las botas ortopédicas que me son imprescindibles) suena el teléfono. Un número desconocido. Una voz de mujer, llorosa, me comunica que mi amiga Susana ha muerto hace un mes en Madrid. No me lo creo. Todavía cuando escribo estas líneas me cuesta asimilarlo. Pregunto otra vez. Pero, ¿Susana?, ¿Paula? (me acuerdo, de repente, que se llamaba Paula Susana) ¿cómo es posible? Qué es, que tenía cáncer o algo así. No se por qué se me ocurre eso. No, murió de repente. 47 años, ya ves, me dice Coba, la hermana, que no puede parar de llorar.

Y me quedaron tantas cosas por decirle. Y por hacer con ella. Nos conocimos de muy niños. Con 6 años. Era la niña más guapa del colegio. Me enamoré de ella. Nunca se lo dije. Nunca la besé. Nunca me besó. Dejamos de hacer tantas cosas que nos apetecen. ¡Qué estúpidos somos!

Ahora me siento mal. Destrozado. En momentos así uno se da cuenta de la fragilidad de la vida. De la inutilidad de todo. Nos esforzamos en descubrir el sentido de la vida, y la conclusión es que, sencillamente, no lo tiene.

Ya lo dijo Shakespeare, en Macbeth, “La vida es una historia de ruido y furia, contada por un idiota”. Magro consuelo.

Y, sin embargo, no hay nada más. A partir de ahora, como goliardo vocacional que soy, “carpe diem”. A beber. A comer. A follar todo lo que pueda.

en el colegio, con 8 o 9 años: Susana es la guapa niña de la esquina de la segunda fila. Yo, en la otra esquina, con jersey rojo, parezco espiarla desde lejos. Siempre fue igual.



Lo haré pensando en ti, Susana. Perdurarás en mi recuerdo. Agarraré una cogorza en aquella bodega accesible de la Avenida de la Costa a la que nunca nos decidimos a entrar. En tu honor, iré el 10 de febrero, el día en que hubieses cumplido  48 años, y pienso emborracharme, te lo juro.
Aunque lo que me duele, amiga querida, es que ya nunca podremos acostarnos. Seguro, que tras tu timidez se escondía una formidable amante por descubrir. Nunca lo sabré. Por gilipollas.
Tu hermana me contó que te  habías ido a Madrid hará cosa de un mes, a recorrer los museos y teatros que no tenemos en Asturias, aprovechando el "puente" de difuntos (toda una premonición) y que allí, de repente, sin avisar, te sorprendió la muerte. Seguro que, frágil y leve como eras, algún clemente viento de componente este te habrá arrastrado ya hacia esa martirizada Grecia que  tanto amabas, y allí, nos esperarás para siempre, en el Parnaso donde ya estarás al lado de tu admirado Julio Cortázar, disfrutando de  cronopios y famas para la etenidad , como mereces.
Recuerdo con desazón la última vez que te vi. Habías venido a visitarme a la "resi". Tomamos vinos, y "picamos" algo. Estaba decidido a preguntarte por la extraña razón que, conociéndonos desde hacía tanto tiempo, y siendo buenos amigos, nos impedía darnos un simple beso. En el indicador de la parada caían, inexorables, los minutos que faltaban para que llegase el autobus. Al final, este asomó por la esquina. Yo te miré. Y, sin decir nada más, como siempre, te dejé ir. "Hasta la próxima", pensé.
Nunca te volvería a ver. Nunca sabría a que sabe tu piel. Ahora llevo una semana en que las lágrimas no cesan de correr. 
Un beso eterno, amiga (y nada casto, que ya está uno cansado de hacer el idiota).
 

7 comentarios:

Luisa dijo...

Lo siento KOOLAU, que putada.
Somos como somos y aunque nos arrepintamos seguiremos siendo como somos.
Ánimos y un abrazo.

Mari Carmen dijo...

Hace falta mucho coraje para vivir y una energía que a veces nos falta.

koolauleproso dijo...

.-Luisa, Mari Carmen: muchas gracias, amigas

Le poinçonneur dijo...

Los amores primeros nunca nos abandonan, por encima de años, vivencias e incluso muertes.

Un abrazo, Koolau. Precioso texto.

koolauleproso dijo...

Gracias amigo

yosune dijo...

Lo siento neno...
Un abrazo muy grande¡¡¡

koolauleproso dijo...

gracias, Yosu