sábado, 1 de septiembre de 2012

LA BATA "JAPONESA"


 

Cubría su desnudez con una bata negra con motivos “japoneses”. Estábamos en su casa (bueno, en casa de sus padres). En el escote de la bata afloraban unos pechos largos (o esa era la impresión  que me daban, quizás por estar libres del sujetador y haber ingerido yo, aquella tarde, una generosa ración de alcohol).

Retozábamos por la casa de sofá en sofá, acariciándonos, besándonos, las lenguas ávidas del cuerpo del otro, ella cabalgando sobre mis rodillas, yo buscando su sexo con mis labios, con mis dientes, sin dedos suficientes en mis manos nerviosas para tanto manjar, persiguiendo como dos desesperados el orgasmo liberador. Metíamos, sacábamos. Pugnábamos enloquecidos buscando el placer. No lo acabábamos de encontrar. Entonces, insistíamos. Y en esa desaforada lucha se sustanciaba nuestro placer.
Y entonces, ella desapareció de mi vida. Y eso me empujó a, cual abeja (del orden de los zánganos, habría que decir) picotear de flor en flor, de cama en cama, en busca de un néctar que ya nunca volvería a disfrutar

2 comentarios:

pazzos dijo...

Vamos a ver, alma de cántaro. Si ella estaba cabalgando sobre tus rodillas mientras tú buscabas su sexo con los labios, una de dos: O los pechos de ella no era lo más largo que ella tenía o eres tú el que tiene más morro que un oso hormiguero.

Un abrazo, pecador.

koolauleproso dijo...

Tengo más morro que un oso hormiguero, si te sirve de aclaración.
Y mi problema es que no paseo lo suficiente por Ganímedes, que peco más de palabra que de obra.
Otro abrazo, que todavía son gratis