domingo, 6 de marzo de 2011

CITA EN "ANTROXU"

Al escuchar su voz por teléfono al concertar la cita al mediodía nota cómo se va excitando. Sí, como quien no quiere la cosa, se le está levantando. Y pensar que esa mujer no le gustaba. La consideraba sosa, falta de brillo. Sin embargo, se pasa toda la tarde empalmado hasta la hora de marchar. Gracias que en la silla de ruedas, sentado, no se nota nada (o eso cree). Si se notase, todo sería demasiado transparente. No, no es elegante ir por la calle “enarbolando” su deseo. Además, como le han tenido que cortar los abductores (tenotomías), no puede cruzar las piernas. Para morirse de vergüenza.


Con retraso, llega la mujer, por fin. Él está al lado del kiosco, muerto de frío. Definitivamente, tenía que haber traído la “parka”, pero el refulgente sol de invierno le engañó. ¡Dios, que guapa está…! Se le cae la baba, contemplándola. No creía que un simple cambio de peinado pudiese obrar semejante transformación. Definitivamente, la desea. Se pasan la velada charlando animadamente de lo uno y lo otro. Principalmente del relato de sus vidas en los muchos años que estuvieron separados desde que se conocieron siendo tan niños, hasta el momento en que el azar los volvió a juntar. Se cuentan anécdotas, confidencias…El le habla de su matrimonio fracasado, y en un momento se siente osado, y le relata, de forma somera, la primera vez que compró una caja de condones en un sex-shop. Ella le escucha con atención, y hace comentarios poco comprometedores, pero en absoluto escandalizados. Él la desea cada vez más. Cenan, no mucho (él es de poco comer, y ella dice no estar muy bien del estómago), y van a tomar una copa a un nuevo local adaptado en el que él se ha fijado en sus paseos por el centro de la ciudad. A él le apetece probar un “Daiquiri”, que se anuncia en la puerta del local. Sin embargo, sorprendentemente, la coctelera no funciona. Decepcionados (sobre todo él) se marchan del local. De todas maneras han tomado bastante vino con la cena y están algo mareados.

La despedida es triste, decepcionante. Situados uno frente al otro, él, absurdamente paralizado, no se atreve a pedirle el beso que llevaba todo el día solicitándole en su pensamiento.

El Carnaval, que le rodea, las máscaras del “Antroxu” desperdigadas que se va encontrando, tiñen de melancolía su retirada.

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