viernes, 21 de marzo de 2008

PERDEDORES


Daniel A. trabaja por las tardes impartiendo clases de “Introducción al psicoanálisis” para mayores. Como vive en una ciudad cercana se desplaza todos los días en tren. El año anterior ha realizado el mismo trayecto en autocar, pero cansado del desagradable y mareante olor a gasóleo, este año decide efectuar el mismo recorrido en ferrocarril (pierde algún tiempo más, pero se libra del dichoso tufo que le ha llegado a obsesionar). Además en el tren puede estirar las piernas, y observar a su gusto a toda una fauna de seres, que pretende convertir en personajes de esa novela que sabe nunca acabará de escribir (maldita inconstancia). Aunque en los trenes ya no se puede fumar, Daniel, que es un tipo un tanto hipocondríaco, prefiere respirar aire puro y se instala siempre en un rincón de la plataforma, donde sabe que se va a encontrar con los mismos pasajeros de todos los días: Carolina se sube siempre en la primera estación del trayecto, contoneándose con sus caderas rotundas, imponiendo sus andares de diosa, avasallando con su pecho generoso. A Daniel que, aunque es todavía joven, tiene vocación de “viejo verde”, le atrae aquella rubia rozagante, rubensiana, a la que, caballeroso, siempre da la mano para ayudarla a salvar el empinado escalón de acceso al vagón, con la inconfesable esperanza de que se fije en él, mientras se deja envolver por su perfume denso, almizclado, regalándole una de sus mirada azules, o un gracias apenas susurrado con un imperceptible y encantador mohín (si, sabe que su tendencia a enamorarse de todas las mujeres que le sonríen, terminará por convertirse en un problema). Acabará teniendo un papel destacado en esa maldita novela en la que, tiene que reconocerlo a estas alturas, su imaginación se ha atascado.
El “Budy” se sube siempre en la estación siguiente. Bueno, en realidad Daniel sabe que se llama Fermín, pero desde el primer día que ve a aquel joven cuya calva precoz no puede ser disimulada por la melena de rizos pelirrojos que la rodea, le recuerda tanto al famoso cineasta neoyorquino, que desde ese mismo momento, para Daniel, Fermín será siempre el “Budy”. Al “Budy”, Daniel, lo asocia con un ladrón torpe y patético, de esos que dan muy poco miedo y algo de risa (y al que, para colmo, siempre alguien acaba pisoteándole las gafas).
La “ejecutiva” aparece en la penúltima estación antes del destino final. Siempre con prisa, siempre nerviosa, siempre impecable, con su cartera negra, y su abrigo recto que no puede disimular su pequeña estatura. En el rostro la prominente nariz reclama su jerarquía. El peinado se retira en las orejas como si quisiese dejar sitio al móvil del que nunca se separa, y por el que reparte enérgicas órdenes a subalternos invisibles “¡Compra!, ¡Aguanta! ¡Se fastidió, todo a tomar po´l saco, inútiles!
Aunque se conocen de todos los días, raramente hablan: una complicidad silenciosa se ha establecido entre ellos. Daniel sabe que nunca acabará su “novela genial”; Carolina, que no pasará de ser “la cajera que está más buena en el supermercado”; “el Budy” nunca dará el “golpe” que lo jubile joven; y Ana, la ejecutiva, jamás conseguirá el ascenso en el banco, por muchos clientes que engañe con su vana palabrería

1 comentario:

koolauleproso dijo...

koolauleproso said...

dedicado al futuro bloggero, falso perezoso que se empeña en hacerme trabajar.

10:55 AM
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Blogger El futuro bloguero said...

jajaja, muchas gracias Koolau. Mi falsa pereza viene del tiempo libre. Ay, si tuviera más trabajo, el mundo se perdería un futuro bloguero.

Ah, ¿y dices que es deficiente? A mi me ha gustado. Porque refleja esa sensación que se tiene en los trenes o autobuses cuando viajes con la misma gente a diario. Estaría gracioso que continuara desde el punto de vista de los demás, es decir, como juzga al Budy la ejecutiva, o como la cajera maciza cree que Daniel es el hombre de sus sueños, etc.

Animo, a mi me viene bien cuando estoy más bajo o desinspirado que otros/as se empeñen en hacerme trabajar, y a veces hago lo mismo contigo. jaja.

(Y colgué foto en mi post como tú querías eh?)

11:09 AM
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Blogger koolauleproso said...

Ya vi tu foto, y expresé mi opinión en tu blog, mismamente. Gracias por cumplir mis estúpidos encargos

11:13 AM
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Anonymous Anonymous said...

Un relato fresco,ameno,cotidiano y con maravillosas pinceladas de humor... ¡como la vida misma!
Me gustó especialmente ese final tan bien resuelto
Felicidades!
Sirena Varada

12:08 PM
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Blogger MK said...

No habia entrado en tu página Koolau , ya que ultimamente no actulizabas mucho que digamos.LLevaba unos días trabajando mucho y sin postear y pensando también en todos esos seres anónimos con los que nos cruzamos a diario.Hoy he leido un post de El Paseante y me he puesto a escribir sobre el tema...y ahora leo tu página...Será eso que llaman Subconsciente Colectivo?.
El mundo es de los perdedores , quién lo aguantaria si no?

2:23 PM
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Blogger El futuro bloguero said...

MK, publica un post muy similar sobre la gente cotidiana...

1:13 AM
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Blogger Antígona said...

Triste tu post, koolau, porque me da la sensación de que somos una gran mayoría los perdedores. ¿Quién no tiene aspiraciones insatisfechas, sueños rotos? Todos además metidos en la maquinaria del trabajo que nos roba la vida y nos hará llegar a viejos cansados y desgastados.

Pero tratemos de darle la vuelta a la tortilla. Quizás Daniel nunca escriba su novela, pero Carolina acabe por fijarse en él y vivan una historia de amor. Quizás "el Budy" nunca dé ese golpe, pero... ¿y si le toca la lotería o da un braguetazo? Y Ana, a lo mejor un buen día se cansa del puto banco y de esperar el ascenso, de su vida de ejecutiva agresiva, y cambia de profesión.

Quién sabe. También los perdedores tienen algo que ganar. Aunque no sea aquello con lo que sueñan.

¡Un beso!

11:44 AM
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Blogger koolauleproso said...

Esto es, ni más ni menos, un ejecicio para mi taller de relato, que me ha dejado no muy satisfecho: me parece gratuito e inverosímil, porque vamos a ver: esas premisas podían llevar a la conclusión contraria perfectamente, ¿Por qué estos mismos pesonajes (menos el protagonista, Daniel, que es un escritor aficionado con escasas idéas) no van a ser todo lo contrario a tan gratuita conclusión (una de las condiciones de cualquier relato (a no ser que tenga pretensiones surrealistas) es que debe ser verosímil y fiel a su lógica interna, y no permitir este tipo de dudas que sólo alimentan la perplejidad del lector).
Cuando en mi adolescencia me afilié (más como un juego que otra cosa) a un pequeño partido marxista-leninista (eran otros tiempos, y los adolescentes de aquella hacíamos esas cosas) a eato se le llamaba pomposamente autocrítica, y era obligación de todo buen maoista. ¡Qué tiempos aquellos! ¡eramos tan jóvenes e inocentes!

12:04 PM
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Blogger MK said...

Maoista Koolau?. Ay , señor , que todos tenemos un pasado ya veo.Estoy también con Antígona , via optimismo irredento.
Precisamente son los perdedores los que lo tienen todo por ganar.Cualquier cosa buena que consigas enla vida , la valoras el triple!! y eso ya es una gran ventaja.