jueves, 28 de mayo de 2009

LA FINAL




Habíamos quedado a “tomar algo por ahí”. Acabamos en un bar, viendo la final de la Copa de Europa. Atiborrado el local. De forofos vociferantes. Con camisetas Blau granas, la mayoría.
Su pierna rozaba la mía. Qué agradable sensación. Siempre el simple roce de su piel lo es. Yo me evadía de los gritos de la energúmena forofada, imaginando a su lengua saliendo y entrando de mi boca, paseándose por las encías y los labios, rodeando la mía, tropezando (divina torpeza) con mis dientes..., recuperando el sabor dulcísimo de esos labios que ya conocí, si bien demasiado fugazmente, lamiendo, chupando, mordisqueando....
Y ella, cual bella odalisca, se acomodaba sobre mi polla, yo recostado sobre cojines y gigantescos almohadones, y me decía que me quería, que era el hombre de su vida, que me deseaba como nunca había deseado a nadie, que se entregaba a mí e, incluso, que ahí tenía sus pies, las uñas pintadas de un rojo intenso, para hacer con ellos lo que quisiese.
Y protagonizábamos nuestra particular “pasión turca” (Ah!...mi querido Estambul de los sueños recurrentes), y ella era la más sensual de las esclavas otomanas (algo escasa de curvas, pero odalisca al fin y al cabo) y yo un galán turco moreno y arrebatador; y ella me amaba, y yo la deseaba, y nos amábamos y el universo mundo se rendía a nuestros pies. ¡Qué felicidad!
Pero yo volvía en mí de mi sueño, o lo que fuese, y nada de eso había pasado en realidad (sólo la extrema alegría de los forofos del Barça, entre los que se cuenta aunque, supersticiosa como es, no lo quiera reconocer, mi madre).
Yo, que soy del Atlético de Madrid, hubiese preferido que el majestuoso Barcelona no fuese campeón de Europa y mi sueño se hubiese hecho realidad.

Lástima pero, como veis, mi "enfermedad" dista mucho de mejorar.

jueves, 21 de mayo de 2009

LA ROSA


Es su cumpleaños. Le regalo una rosa. Roja. Un capullo “reventón”. Junto con películas. Lo recibe con sorpresa. Incluso con alborozo. Agradecida. Me pongo nervioso. Y le doy las gracias a mi vez. Por su agradecimiento.
Hacía mucho que no le compraba flores a una mujer. Por la noche, mientras estoy cenando, me telefonea. Me cuenta que acaba de poner la rosa en agua. En un búcaro. A ver si aguanta sin marchitarse. Me repite su agradecimiento. Por todo.
Y, como todas las noches, la imagino. Pero esta vez en su imagen, recurrente, hay un componente nuevo: la rosa.
Y ya veo cómo sus dedos largos acarician los pétalos. Y cómo la rosa (mi rosa) se desliza por su vientre. Y sus pétalos rozan levemente los pezones, acaso ya erguidos, de sus pechos pequeños pero bien conformados. Y percibo cómo deja escapar un gemido de placer, que se superpone a los míos, estos no imaginarios, si no reales.
Y afanado en estos dulces quehaceres me quedo dormido.

Y cuando me despierto, al día siguiente, una mancha amarillenta en mis sábanas es el único rastro de esa noche turbulenta.

Definitivamente, debo ser un enfermo

jueves, 14 de mayo de 2009

LAS "CAPERUCITAS ROJAS"


Llegaron hará mes y medio, en virtud de un convenio con el ayuntamiento. Y, por casualidad, visten con una llamativa camiseta roja. “Parecéis Caperucitas rojas” les dije. Itciar, la más dicharachera de ellas, deliciosa su incapacidad de pronunciar bien la "r" ("capegucitas gojas", dice) asintió con su habitual sonrisa irónica.

De momento son tres (Itciar, Merche y María José). Estarán un año. Son alegres, serviciales. Cuando pase ese año sólo puedo asegurar que se las echará de menos. Mucho.

martes, 12 de mayo de 2009

DOLORES

Lola tiene la cara hermosamente deforme. Un terrible accidente la dejó así. Pero Lola es hermosa. Diecinueve intervenciones quirúrgicas fueron necesarias. Pero ahí está. Y es guapa. Se quedó sin juventud. Por culpa del borracho que la atropelló. Sin conocer varón, como ella dice. Pero sigue deseando. Eso nadie se lo pudo quitar. Y es hermosa. Con ese ojo medio perdido. Hermosa. El pelo muy corto. Los pechos anhelantes, cálidos. Los ojos (el ojo, sólo uno está completo) brillantes.
Se quedó casi sin voz. Le seccionaron las cuerdas vocales. Pero no para de cantar. Y de reír.
No pudo estudiar. Tenía 15 años. Quería ser matemática. Profesora de matemáticas. Se tuvo que conformar con vivir. Y gracias.
Pero Lola ama, desea, vive. Juega y hace chistes. Sin parar.
Una vez se tiró por una ventana. Malos momentos los tiene cualquiera. No volverá a pasar. No. Un mal momento. Superado ya.
“Uy, si yo te pillara...” Nos lo dice a todos. Poniendo cara de deseo. Me lo creo. Vaya si me lo creo.

viernes, 1 de mayo de 2009

DESEO


A quién ella sabe, con la esperanza de que se repita el mismo efecto

Recuerda el inválido su fantasía compartida (ella sentada a horcajadas sobre él, que se reclina sobre unos cojines) y aún no sabe cómo, los labios de ese lisiado se depositan en los pies de ella, primero en el izquierdo, luego en el derecho. Percibe que las pantorrillas de ella se estremecen, y deduce que la caricia no le desagrada. Decide seguir. Pasea la lengua, suavemente, por los intersticios entre los dedos (pintadas las uñas de ese rojo intenso que tanto le excita). Más estremecimientos. Mientras, el glande del inválido pugna ya para liberarse y quiere asomar su sonrosada cabeza. Luego su lengua se dirige lentamente (no podía ser de otra forma) hacia los muslos de ella, y más arriba. No esconde el inválido su intención de naufragar en ese ombligo que tanto le perturba. Deja atrás el la maravillosa cueva situada entre sus muslos (luego volverá, no hay prisa), aunque percibe su aroma embriagante al pasar. El deseo lo domina, pero decide esperar más. Suena Diana Krall en la estancia (“The look of love”) y el inválido quisiera eternizar ese instante. Es imposible. Como todo, el piano que acompaña a Krall deja de sonar en un momento dado, y la propia Diana acaba su estimulante canción. No hay derecho. A pesar de ello, el deseo no desaparece. Todo lo contrario. El inválido ya está trasladando su boca un poco más al sur, donde se encontrará con otros labios. Y un botoncito carnoso donde estos labios se juntan. La lengua del inválido trabaja alrededor del botón. Succiona, chupa, lame, besa. Los estremecimientos de ella se hacen más apremiantes, más acuciantes, más..., hasta que aparece el relax con el que se culmina todo gran esfuerzo. El inválido se da cuenta de que ella le ha chupado el cuello, dejando allí su marca de vampira, pero no le importa. Es feliz, tremendamente feliz. Da gracias a quién sea por haber recobrado esta faceta de su vida, porque la deseaba intensamente, y ahora este deseo ya está cumplido. ¡Qué se repita!