jueves, 31 de diciembre de 2009

NOCHEVIEJA

Dirige su vista hacia el suelo. Como si estuviese cansado. ¿De qué? De no hacer nada. De que no pase nunca nada. La nochevieja va a ser otra vez lamentable. Como la del año pasado, pero por otras razones.
Es que este año ha llegado a rozar el cielo con la yema de los dedos. Sin embargo, al final, todo se le ha escapado. De la manera más absurda e inexplicable. Pero, a lo que parece, irremediablemente. Se ahoga. Le embarga una tristeza mayúscula. Un inmenso desaliento. Un callejón sin salida. ¿Es qué siempre las nocheviejas tienen que ser tan desalentadoras? ¿A un año que tuvo tanto de memorable, no se le puede poner un buen final?
Hace llamadas telefónicas de compromiso. Hay que felicitar el año nuevo. Es lo educado, lo civilizado.
Perdida toda esperanza, fantasea con la chica del gimnasio. Otro nombre de cuatro letras. Y también le gusta el cine. Podría invitarla un día. Alguna vez le sonrió. No está mal. Y se acuerda de su nombre, por lo menos alguna vez lo nombró.
Ciertamente, no tiene nada que perder en el intento. Vamos, ofrece tu mejor rostro. Realmente, era más fácil sin silla de ruedas. O no. Nunca se le dio bien “ligar”. Se le secaba la boca, se le atropellaban las palabras. Falta de decisión. A las mujeres les atraen los “caraduras”, y a él siempre le faltó ese punto “canalla”.
Hoy, lo sabe, se masturbará con el “fantasma” de la chica del gimnasio. Y será memorable. ¿Por qué no?Pero, al final, la amargura le volverá a invadir, y se quedará solo, con las manos pringosas y un rastro de humedad amarilla en las sábanas