miércoles, 23 de febrero de 2011

MI 23 F












Tejero, en su "minuto de gloria"

Emblema del "glorioso" Movimiento Comunista en la "transición"



Como quiera que hoy se cumplen 30 años del intento de golpe de estado que “puso en jaque” a nuestra, por aquel entonces, joven democracia y abundan en todos los medios de comunicación reportajes, divagaciones y reseñas sobre tan señalada efeméride, no me resisto a volcar aquí, mis recuerdos estrictamente personales sobre el 23 F.

Veréis, en 1980 tenía yo 15 años y cursaba 2º de BUP. Yo (y mi primo Mario, que era, además, mi mejor amigo, inseparacles, íbamos juntos a todos lados) acabábamos de abandonar la militancia en una reducidísima, casi marginal organización juvenil de extrema izquierda, el MRA (Mocedades Revolucionaries de Asturies), rama juvenil del Movimiento Comunista de Asturias (MCA) hartos de la deriva sectaria por la que se iba encaminando la organización (y, por qué no decirlo, deseosos de realizar las actividades propias de cualquier adolescente –bailar, emborracharnos, ir al fútbol, al cine-  y alejarnos de las rigideces “maoístas” de una organización que se parecía demasiado a la vieja Iglesia Católica con su aplicación estricta de las caducas y rígidas normas de estructura interna, pues la dialéctica marxista de “crítica” y “autocrítica” acababa semejándose en exceso,  a la simple y mezquina delación, por un lado, y al viejo sacramento católico de la confesión, por el otro).

Así que un par de semanas antes del intento del frustrado intento de golpe, mi primo y yo abandonamos la organización y nos dispusimos, con alegría y habiéndonos quitado ese peso de encima, a llevar la vida de cualquier otro adolescente, alejados de “revoluciones”, “comunismo”, “centralismo democrático” y todas esas “milongas” que habían dominado nuestra vida durante casi un año.

Cuál sería nuestra sorpresa, cuando mi primo recibió una llamada (recuerdo que en casa todavía no teníamos teléfono) de Magali (la coordinadora de la “célula” de la organización a la que habíamos pertenecido) instándonos a una entrevista urgente.

Acudimos recelosos, temiendo que tratase de convencernos de replantear nuestra decisión de abandonar la formación.

Nada de eso: nos instaba a desprendernos de toda la documentación comprometedora que pudiese relacionarnos con la Organización, pues los “fachas” estaban tramando “algo muy gordo” en Madrid.

“Está loca”, pensamos. “No sabe que inventar para que no nos marchemos”. Y nos quedamos tan “panchos”.

El lunes siguiente, el corazón nos daba un vuelco cuando presenciábamos por televisión cómo un ridículo Guardia Civil de “bigotón” y aspecto malencarado entraba en el Congreso y secuestraba a todos los diputados poniendo, otra vez, a España al borde del abismo.

Recuerdo como pasé esa noche, presa de una febril excitación, imaginándome como “gallardo” protector de la chica que me gustaba del MRA, mientras los “fachas” nos rodeaban e instaban, sin éxito, faltaría más,  a confesar los secretos de nuestra organización.

Gracias que esta fantasía jamás tuvo visos de convertirse en realidad, lo cual hubiese sido harto desagradable.

Durante años me ha dado vueltas la pregunta de cómo una simple militante de una pequeñísima Organización de extrema izquierda del extremo norte de la península ibérica (poco más que un grupito de “chalados”) podía estar al tanto de lo que se cocía en los círculos de la extrema derecha en Madrid.

Pero parece que casi todo el mundo en aquella época crucial mantenía la sospecha de que algo así podía suceder. “Se mascaba en el ambiente”, vamos.

Nada, pues, de extrañas e inverosímiles conspiraciones que abarcasen tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda (además, por supuesto, de la Iglesia y de la CIA), fantasía que durante años mi perturbada mente llegó a elaborar.

Y es que como siempre, la explicación más convincente para cualquier misterio resulta la más sencilla, y si acaso, la que "cabe" mejor en ese azar que es siempre la última elucidación..

sábado, 12 de febrero de 2011

KOOLAU, MAYOR DE EDAD




Rodolfo falleció un 12 de febrero de 1993 (ese mismo día nació Koolau, aunque todavía no era consciente de ello). No me acuerdo cuanto tiempo permanecí muerto, ni cuando, exactamente volví a la vida. Mis recuerdos de esa época son borrosos y difusos. Sin embargo, no padezco amnesia. Mi memoria para lo sucedido anteriormente a esa fecha fatídica es buena, mejor, incluso, que para lo que ha ido ocurriendo después de ella.

Hoy Koolau llega, pues, de nuevo, a la mayoría de edad (18 añitos, sí señor). Sin embargo, pasó una temporada, unos meses, cuantos exactamente no lo sabe, confuso y perdido, imitando con la boca el ruido de su moto de cartero (cuatro meses repartiendo cartas en Palma de Mallorca le marcaron, lo que no es extraño, pues a punto estuvieron de ser los últimos de su vida), ingiriendo flores de los jardines, quitándose coquetamente diez años cuando le preguntaban por su edad cual vieja estrella de cine en decadencia, y cosas así.



Ese 12 de febrero me convertí para siempre en “leproso” (y le vuelvo a aclarar a mi amiga del otro lado del océano, María Fernanda, que no tiene nada que ver con algún equipo de fútbol rosarino, si no con el genial relato de Jack London, “Koolau el leproso”).



“Carpe diem”, es la filosofía que presidirá mi vida a partir de ahora. Tengo ganas de devorar la vida a dentelladas, de no renunciar a ningún placer, de follar todo lo que se mueva (sí, también desde la silla de ruedas se puede hacer, lo he comprobado ya en dos memorables ocasiones en las que Ella, la mujer, se acomodó sobre mi polla en la silla de ruedas, y hubo caricias y besos y sus manos golpeando desordenadas y ansiosas la pared mientras me cabalgaba en pleno frenesí, y yo llegaba a rozar por un instante mínimo eso tan raro, efímero y difícil que llamamos felicidad) y de librarme de las muchas ataduras mentales que me retienen. Quiero gozar sin parar. Y ser feliz de verdad por primera vez en mi vida.

¿Alguien se apunta a compartir conmigo este plan?

lunes, 7 de febrero de 2011

MISTERIOSA DAMA DEL SUR

Por esas casualidades, el azar que, en última instancia, lo explica todo, conocí a una misteriosa dama del sur. Tan misteriosa que lleva la misma incógnita por nombre. Madame X se hace llamar. Se poco de ella. Que vive en la capital, pero que se considera “hija del Sur”. Un sur que entiende, como el de la gran película de Víctor Erice, ella que se considera esencialmente apátrida, como su verdadera patria. El sur de la ilusionante revolución egipcia, el sur pobre pero entusiasta, ese sur incógnito (como ella) pero que es la esperanza de este mundo.


La conozco muy poco, casi nada, pero intuyo que se mueve en los dominios de mi reverenciado Marqués de Sade, explorando una sexualidad libérrima, alternativa y poco común. No lo se pero, desde luego, no me la imagino como una monja (a no ser una monja pasada por el perverso filtro de Buñuel). Desde luego, no me la imagino como postulante del “Opus Dei”, aunque sí como una “Regenta” procesionante por las calles de una capital de provincias cualquiera, como la dibujase Clarín en unas de las páginas más perturbadoras de la historia de la literatura española. Sí me la imagino delgada, con largo cabello azabache (que contrasta con una tez palidísima). O todo lo contrario, pelirroja, gordita y no muy alta. No se. Tampoco importa. Me quedo con la corriente de simpatía que parece haberse establecido entre ambos.

No hace demasiado, Internet me puso en relación con otra dama del Sur (de Murcia, concretamente) de hermosísimo nombre “Sirena Varada”. No fue tan misteriosa, pues de la “Sirena” conocía, al menos su foto. Ambas se mueven (bueno, “Sirena” se movía, pues lamentablemente clausuró su bitácora) en este mundo de los blogs, que le ha permitido a este tímido incorregible hacer un buen puñado de amistades aunque, es consciente, su pereza no le permite cuidarlas como merecen. Perdón a todos.

Sólo espero que mi desidia no acabe echando a perder mi incipiente amistad con esta misteriosa dama del Sur.







LA MOSQUITERA

He tenido la suerte de ver la excelente película de Agustí Vila, “La mosquitera”. Un film aparentemente modesto, pero extraordinario. Lo vi en un ciclo que el Festival de Cine de Gijón dedica a películas que por diversas razones no han sido estrenadas en mi ciudad en los cada vez más escasos cines comerciales (en esta ciudad sólo quedan dos complejos de multisalas, y uno de ellos inaccesible “de facto” a los que nos desplazamos en silla de ruedas, y el otro dando muestras de evidentes problemas para su supervivencia).


Pues bien, “La mosquitera” (Agustí Vila, 2010) es una película magnífica, a mi entender redonda. Perturbadora puesta en cuestión de la institución familiar, sus personajes, disfuncionales, atormentados, algunos literalmente acabados, se mueven entre la violencia (soterrada o explícita) y el delito, todo ello envuelto en un humor negrísimo, que sirve de “vía de escape” a tan asfixiante panorama.

Una familia en crisis, el matrimonio de Alicia (Enma Suárez) y Miguel (Eduard Fernández) mal sobrevive en el filo de la navaja, navegando difícilmente entre la mentira, el disimulo y los deseos reprimidos. Tienen un hijo adolescente (Lluis, interpretado por Marcos Franz) que se refugia en un silencio casi autista y en la acogida obsesiva de todo tipo de animales abandonados. La hermana de Alicia, Raquel (Anna Ycobalzeta) paga su frustración vital, maltratando física y psicológicamente a su pequeña hija. Y los abuelos de esta disfuncional familia, María (Geraldine Chaplin) y Robert (Fermí Reixach) viven atrapados entre la enfermedad y los reiterados intentos de suicidio (ella, enferma de Alzheimer; él, como en tantos casos, su único cuidador, amén de su original intérprete para comunicarse con lo que le rodea).

Alicia y Miguel alivian su frustración sexual recurriendo a “vías de escape” con las que intentan paliar su evidente insatisfacción (vital y sexual). Así Miguel tiene una “aventura” con la empleada del hogar, una joven inmigrante, Ana (Martina García) y Alicia con un amigo adolescente de su hijo Lluis, Sergi (Alex Batllori) que encima la maltrata. En ningún caso, Miguel y Alicia encuentran tampoco la satisfacción fuera del matrimonio. Todos están atrapados en esa mosquitera que da título a la función, sin posibilidad de escape.

Sí, no es una película fácil. Te deja con evidente “mal cuerpo”. Y, sin embargo, cuando los títulos de crédito se desplegaban en la pantalla, tras su redondo final (que no desvelaré aquí) a mi me entraban ganas de aplaudir.



Una película muy, muy recomendable

viernes, 4 de febrero de 2011

TERCER ANIVERSARIO

Nada, esta breve entrada para reseñar que hoy se cumplen tres años de mi llegada a esta "leprosería" donde vivo realmente. Tres años desde que me marché de casa de mis padres. Como sabeis, si me habeis seguido, tres años con luces y con sombras, pero que me han permitido desarrollar una vida independiente y digna.
Hoy, por cierto, tengo un día inusualmente optimista. No me pregunteis por qué.