jueves, 31 de diciembre de 2009

NOCHEVIEJA

Dirige su vista hacia el suelo. Como si estuviese cansado. ¿De qué? De no hacer nada. De que no pase nunca nada. La nochevieja va a ser otra vez lamentable. Como la del año pasado, pero por otras razones.
Es que este año ha llegado a rozar el cielo con la yema de los dedos. Sin embargo, al final, todo se le ha escapado. De la manera más absurda e inexplicable. Pero, a lo que parece, irremediablemente. Se ahoga. Le embarga una tristeza mayúscula. Un inmenso desaliento. Un callejón sin salida. ¿Es qué siempre las nocheviejas tienen que ser tan desalentadoras? ¿A un año que tuvo tanto de memorable, no se le puede poner un buen final?
Hace llamadas telefónicas de compromiso. Hay que felicitar el año nuevo. Es lo educado, lo civilizado.
Perdida toda esperanza, fantasea con la chica del gimnasio. Otro nombre de cuatro letras. Y también le gusta el cine. Podría invitarla un día. Alguna vez le sonrió. No está mal. Y se acuerda de su nombre, por lo menos alguna vez lo nombró.
Ciertamente, no tiene nada que perder en el intento. Vamos, ofrece tu mejor rostro. Realmente, era más fácil sin silla de ruedas. O no. Nunca se le dio bien “ligar”. Se le secaba la boca, se le atropellaban las palabras. Falta de decisión. A las mujeres les atraen los “caraduras”, y a él siempre le faltó ese punto “canalla”.
Hoy, lo sabe, se masturbará con el “fantasma” de la chica del gimnasio. Y será memorable. ¿Por qué no?Pero, al final, la amargura le volverá a invadir, y se quedará solo, con las manos pringosas y un rastro de humedad amarilla en las sábanas

domingo, 29 de noviembre de 2009

NACIONALISMOS

Mi compañero del colegio, Ignacio Prendes, actual Responsable de Accion Institucional de UPyD







Desde que tengo uso de razón he sentido una innata aversión a TODOS los nacionalismos. Ese creer que por pertenecer a determinado barrio, pueblo, ciudad, región o país se es intrínsicamente superior a otro ser humano privado (generalmente de forma arbitraria, porque que me expliquen en que se basa la exclusividad de ser gijonés, asturiano, español o kazajo, pongamos por caso) de dicha pertenencia se me reveló desde siempre un absurdo. Y no un absurdo inocente o, incluso, gracioso, si no un absurdo que se convierte frecuentemente en criminal ¿Cuánta destrucción, cuantos miles de seres humanos han perecido “heroicamente” en virtud de tan “gloriosos” principios?
Y lo malo es que los diferentes nacionalismos se solapan en su estupidez. En virtud de esa canallesca y metafísica idea de nación, se han de negar siempre la igualmente etérea realidad de las otras naciones –así, por ejemplo, la idea esencialista de “lo asturiano” o “lo gerundense”, pongamos por caso, sólo tiene sentido como autoafirmación absurda de ese grupo de individuos asturianos o gerundenses, como si unos u otros tuviesen alguna razón para considerarse superiores al resto de los humanos-.
Sin embargo algunos “antinacionalistas”, con afán no dudo que bienintencionado, caen en el mismo dislate que pretenden denunciar, cuando para negar la validez de tal o cual autoafirmación “nacional” no dudan en subsumirlas en otros valores igualmente nacionales pretendidamente superiores.
Sí, me refiero al joven y simpático partido UPyD, que en su obsesión por denunciar los excesos de los llamados nacionalismos periféricos, lo hace, quiera o no, afirmando la superioridad de otra entidad igualmente “nacional”: España. Porque ¿qué es una nación?: Una idea metafísica, formulada, como la religión, sobre un conjunto de mitos y sentimientos que excluyen cualquier interpretación racional. Porque la razón parte siempre de la “bendita” duda, y si alguien afirma como un principio irrevocable la primacía sobre todas las demás de una determinada zona geográfica, de un determinado dios omnisciente e incuestionable, o de una estipulada cultura, ahí la duda, la razón en suma, ya no pinta nada.
Y es que UPyD, que, fallecida o agonizante IU, surgió como una alternativa al nunca deseable bipartidismo imperante en la escena política española, sea por no incurrir en los mismos errores de la casi fenecida IU (su divagante política en Euzkadi, aliándose con el partido que siempre representó a la derecha católica en ese territorio, por ejemplo), sea por la impronta personal de su líder, Rosa Díez, sea por lo que sea, ha convertido su loable antinacionalismo, en un nacionalismo español de “tomo y lomo”.
Por otro lado UPyD me parecía, en principio, una opción atractiva, que oxigenaba el un tanto apolillado panorama político español, radicalmente laica (aunque últimamente su actitud dubitativa ante la reforma de la ley del aborto, por ejemplo, me ha sorprendido negativamente) y que podría haber confluido en la generación de una derecha moderna y definitivamente desligada del abrazo de la todopoderosa iglesia católica. Ciertamente que en los postulados filosóficos de UPyD está la superación, por arcaica e intelectualmente ineficaz, de la dicotomía política izquierda-derecha, pero este “jacobinismo” que, al menos aparentemente, la hace seguidora del rancio esencialismo españolista, quizás por falta de explicación o desarrollo, me la ha acabado haciendo una opción tan antipática como cualquiera de las demás y, eso, a pesar de la presencia en sus filas, y alrededores, de una serie de amigos y conocidos, algunos muy queridos para mí (mi entrañable amigo Juan, de la residencia en que vivo-votante de UPyD-; mi querido amigo “virtual” el filósofo mallorquín Juan Antonio Horrach (http://horrach.blogspot.com/), militante de UPyD; o mi ya lejano compañero de colegio, el abogado gijonés, José Ignacio Prendes, antiguo coordinador de UPyD en Asturias, y desde el reciente congreso del joven partido, responsable de política institucional a nivel nacional, seguiré con mi insobornable independencia, y mi sano escepticismo, refugiándome en mi derecho constitucional a la abstención, salvo en casos de “emergencia nacional” en que, excepcionalmente, alguna razón especialmente poderosa me incite a acercarme a las urnas.
Y no es mi abstención fruto del “pasotismo” o del desinterés por la política (nunca he abominado de la política, la considero uno de los intereses prioritarios del ser humano), si no consecuencia de mi radical escepticismo, fundamento de mi libérrima manera de pensar.

jueves, 1 de octubre de 2009

UN GRAN MELODRAMA


He visto la unánimemente alabada “El secreto de sus ojos”. Y me uno al coro de admirados. Es un melodrama denso, redondo. Una historia que conmueve. Incluso sus excesos (ese final que no desvelaré, por ejemplo) acaban siendo bien digeridos y no chirrían.
Es una película de actores (Darín y Villamil están espléndidos, enamoran, lo suyo acaba siendo mucho más que la recurrente “tensión sexual no resuelta”. Hay miradas gestos, complicidades... hasta esa “Lubitschiana” puerta que tras la que todo se resuelve...)
No es una comedia como la excelente “El hijo de la novia”, pero el humor sirve de contrapeso al drama (denso, durísimo) de forma perfecta.
También es una historia terrible, enmarcada en los peores años de la ominosa dictadura argentina, en los que se cometieron las mayores atrocidades impunemente.
El mal, un mal absoluto, sin matices ni “relatividades” y la venganza, justiciera, morosamente planificada, son dos de los ejes en torno a los que se articula la función. El otro es el amor. Como el mal, el amor no puede ser si no absoluto, eterno, inapelable. Benjamín Expósito (Un Ricardo Darín que se consolida como el gran actor argentino del momento, a la altura de sus “mayores”, Luppi o Alterio) nunca olvidó cómo llegó hace 25 años a un juzgado de Buenos Aires, y conoció a una joven y guapa ayudante del fiscal, Irene (colosal Soledad Villamil). Cómo se fue enamorando de ella, y cómo ese amor nunca acabó de fructificar. Ahora, 25 años después, Benjamín se reencuentra con Irene, tras volver de su forzoso retiro en Jujuy y olvidarse de Buenos Aires una larga temporada, donde las circunstancias lo relegaron. Benjamín no ha olvidado. La memoria, algo fundamental en esta trama, sigue intacta. El amor nunca materializado, también.
No ha olvidado, ni quiere ni puede, cómo las circunstancias lo alejaron de Buenos Aires y de Irene. Necesita recordarlo. Necesita plasmarlo en papel. Está convirtiendo los ominosos hechos que lo empujaron al “exilio jujeño” en una novela. Indagar en esos hechos da sentido a su vida. Y el reencuentro con Irene, claro. Recordar es doloroso, no obstante. Benjamín ha perdido mucho en el trayecto. Ha perdido la inocencia. Ha perdido a su amigo del alma, Sandoval (Guillermo Francella, excelente en su papel de borracho lúcido y desencantado, contrapunto cómico del protagonista, un papel que en “El hijo de la novia” Campanella le adjudicó al gran Eduardo Blanco).
Benjamín necesita recuperar “el tiempo perdido” para darle sentido a una vida que ha ido deslizándose por el sendero de la inanidad. Lo hace, recordando, reconstruyendo un pasado terrible. Y plasmándolo en papel. La indagación le lleva a reencontrarse con Morales (Pablo Rago), el novio de la víctima del crimen atroz que origina el relato, y así descubrir finalmente la hiperbólica venganza a la que este hombre aparentemente pequeño ha dedicado toda una vida. Porque aclarar ese crimen, que se sitúa en la convulsa Argentina previa al golpe del 76, la Argentina podrida de Isabelita y López Rega, la Argentina convulsa de los Montoneros y la Triple A, se convertirá en la misión que de sentido a su vida. Una vida que llevaba camino de instalarse en la mediocridad, de no ser por la luminosa aparición de Irene que 25 años atrás fue capaz de darle la vuelta completamente a la vida de Benjamín. Irene es el amor inalcanzable, que sólo ha podidito ir tomando cuerpo con miradas cómplices, pieles que apenas se rozan fugazmente, frases sobreentendidas de las que sólo los protagonistas tienen la clave (ese “pánfilo” lleno de cariño que ella le acaba llamando, envolviéndolo con la dulzura infinita de su mirada). Un amor que es también dolor ante su imposibilidad, anhelo, deseo nunca satisfecho, que sólo se acabará resolviendo con infinita elegancia tras una puerta que se cierra, y que permite salir del cine con la sensación de que no todo es dolor y desesperación, de que no todo está perdido...
La película se basa en una novela de Eduardo Sacheri, que no conozco. Pero Campanella dota al buen guión del que se co-responsabiliza con Sacheri precisamente, de inapelables valores cinematográficos en forma de sobreentendidos, miradas, roces...
En resumen: creo que estamos ante una de las grandes películas del año. Conmovedora y maravillosa síntesis de una de las grandes tragedias del siglo XX.

martes, 21 de julio de 2009

ESA ESPALDA DE LAS MARAVILLAS


La hace caminar delante de él. Así puede deleitarse a su gusto en esa espalda perfecta, levemente tostada por el beso fugaz de los efímeros rayos del sol del Cantábrico. Imagina que puede acariciarla otra vez, mordisquear ese cuello y esos hombros en apariencia tan duros, pero (ha podido comprobarlo) de suavidad infinita. La desea. La sigue deseando. En realidad, nunca ha dejado de hacerlo. ¡Cómo quisiera que aquella noche maravillosa pudiese repetirse!, aunque sabe, ¡Ay!, que eso va a ser casi imposible.

Mierda de vida…

viernes, 10 de julio de 2009

BALLARD


El pasado 19 de abril falleció James Graham Ballard, víctima de un cáncer de páncreas.
Desde que leí su, a mi juicio, obra maestra, “Crash” (ahora estoy revistándolo con gran placer, por cierto) me interesó sobremanera este escritor británico (aunque nacido en la cosmopolita –por aquel entonces- Shangai) en 1930.
A Ballard, y especialmente en esta perturbadora novela que es “Crash”, yo le considero el Sade del siglo XX. Dejando a parte la autobiográfica “El Imperio del Sol” (que, aún así, contiene alguna clave de la madura producción literaria de Ballard –la actitud alucinada de Jim, reflejo indisimulado del propio narrador, ante los aviones “Zero” japoneses que, luego, se repite ante los “Mustang” americanos ya que ambos se le revelan al joven Jim como “monstruos” tecnológicos que le causan, a partes iguales, perplejidad y deseos de descubrir sus recónditos secretos-).
Incluso en “Crash”, Ballard señala textualmente:
“Recordé la visita que habíamos hecho al Museo de la guerra imperial en compañía de un amigo, y la patética y fragmentada cabina de un caza japonés de la segunda guerra mundial, un Zero. Los haces de conexiones eléctricas y los jirones de lona desgarrada expresaban la soledad de la guerra. Esa tapa de plexiglás empañado encerraba aún un pequeño retazo del cielo del Pacífico, el rugido de un aeroplano que treinta años atrás correteaba por la cubierta de un portaviones”.

El mundo literario de James Ballard se encuadra principalmente en el género de la ciencia-ficción (aunque alejado de las fantasías “de anticipación” de un Asimov, por ejemplo, y más parejo a las elucubraciones íntimas y al universo extremo y delirante de William S. Burroughs o de Anthony Burgess).

Como en Burroughs o Burgess la ciencia-ficción de Ballard aflora, no tanto en brillantes fantasías como en el descenso a nuestros propios infiernos –no hace falta predecir tanto el futuro, cuando en el presente existe una zona subyacente dominada por lo inquietante y perturbador; no hace falta imaginar hipotéticos imperios y repúblicas del futuro, cuando el presente aporta los suficientes elementos turbulentos que siempre han caracterizado al género humano-.
Desde este punto de vista el universo literario de Ballard está dominado por lo extraño y lo desasosegante, que acaba aflorando (y cuestionando) la cotidianeidad.

Y este mundo de Ballard, inquietante y desasosegador, tiene su punto álgido en su breve novela “Crash”, auténtica exhibición de atrocidades (sería el título, definitorio, demoledor, de una posterior novela de Ballard -aún más “despojada”, en el sentido de más directa, contundente y experimental-) en la que sexo y muerte, “Eros” y “Tánatos”, danzan su baile siniestro e inquietante durante las apenas 200 páginas de esta brillantísima digresión sobre el fin de la vida y la libídine, que por su contundencia parece retrotraernos a las mejores páginas enfebrecidas de Donatien Alphonse François de Sade, el “divino marqués”, y que luego sería adaptada brillantemente al cine por una personalidad tan paralela a Ballard (en todos los sentidos) como es el magnífico cineasta canadiense David Cronenberg, reconocido poseedor de un universo propio dominado por la labilidad y lo perturbador (1).
El verdadero protagonista de “Crash” no es tanto el narrador (identificable, quizás, con el propio Ballard) como el extraño, inquietante Vaughan, auténtico catalizador del relato. Vaughan, inicialmente casi un personaje secundario, se va revelando como el indiscutible fermento de “Crash” y, por su lucidez, por su carácter desinhibido y radical, por su falta de “falsos” pudores (y la radicalidad extrema de su discurso) en el verdadero portavoz de Ballard a lo largo de la novela (2).
Y es que en “Crash” el sexo y la muerte son los dos vectores en torno a los cuales se articula la fábula. Sexo explícito, abundante, sin tapujos; y muerte entendida en un sentido amplio (que incluye a sus “proximidades”-los que pierden el dominio pleno sobre su cuerpo, los inválidos, físicos o con terribles carencias sen el orden afectivo-social-).
Esta modestísima entrada sólo pretende servir de homenaje a un gran escritor, cuyas fábulas brillantes nos hicieron pensar (y, por lo tanto, nos empujaron por el abismo del desasosiego, un precipicio que todos los que pretendemos enfrentarnos a la vida en toda su complejidad y sus múltiples facetas) nos ha marcado para siempre.


(1).-David Cronenberg ha llegado a definir su cine como una elucubración en torno a la “nueva carne”, entendida como la mixtura entre el ser humano y sus inquietantes desarrollos tecnológicos (recordemos la alucinante secuencia de “Videodrome” en que James Woods parece ser engullido por la pantalla de un televisor).
(2).-La novela está inicialmente contada en primera persona (e, incluso, el narrador no duda en identificarse como “Ballard”, pero el personaje de Vaughan, que en un momento dado llega a fundirse, literalmente, con el de Ballard, va creciendo hasta convertirse en el portavoz del autor, ejerciendo una progresiva e irresistible fascinación sobre el lector).

miércoles, 24 de junio de 2009

ELLAS Y EL SUEÑO

A Federico Fellini, que también amó a todas las mujeres, a Anita Ekberg y a Giuletta Massina, a Anouk Aimee, a Claudia Cardinale y a Sandra Milo; a la estanquera de “Amarcord” y a la pequeña Gelsomina.






Amo a las dos. Sobre todo deseo a las dos.
Son muy distintas, sólo coinciden en su pelo negro, que me gusta pensar se han cortado así por mí...: Las dos con el pelo corto, muy corto,”a lo chico”, como a mí me gusta; y, tengo que confesarlo, me satisface esa respuesta atentísima a mis deseos, esa “sumisión”, que me hace sentirme, por una vez, poderoso, importante, dominador...

Lilith, llamémosla así, es delgada, fibrosa, inteligente. Sus manos son hermosísimas, sus dedos larguísimos, de pianista. Es perspicaz, Lilith, tanto, que me supera en ese terreno y, en cierto modo, me intimida, pues es capaz de dejarme como un rematado ignorante en cualquier conversación. Sus pechos son pequeños como manzanas (se amoldan perfectamente al tamaño de mi mano), pero el pezón es grande, y cuando se yergue, delicioso al tacto (lo que, me parece, no se por qué, manifiesta que Lilith es muy sensual, y eso me excita). ¡Cuánto me sorprendió la primera vez que pude acariciárselos, sopesarlos, besarlos...!

Eva, pongámosle este nombre, es redonda, carnal. Sus pechos, blanquísimos, son pesados y blandos (todo su cuerpo lo es, en realidad), y cuando se agacha se bambolean, pero cuando se incorpora, parece que empujan desafiantes la tela de la blusa. Al contrario que Lilith, Eva posee ese pequeño toque de vulgaridad que tanto me gusta. Al contrario que Lilith, que tiene ideas propias y siempre las sostiene con vigor, es sumisa y nunca me lleva la contraria en el terreno intelectual.

Ahora estoy entre las dos, cumpliendo un sueño que creía imposible.

A un lado tengo a Lilith y rodeo su cintura breve con mi brazo, mientras mi lengua se pierde en su boca entrelazándose con la suya, caliente, húmeda...
Noto que me desea, no estoy acostumbrado a ello, y disfruto como, quizás, no lo había hecho nunca en la vida.
Y es que sentirme deseado es algo nuevo para mí.

Al otro lado está Eva.
Eva es excesiva para todo.
Es una mujer grande (grandes pechos, grandes pies, grandes muslos...) y posesiva, muy posesiva. Ha establecido (con mi consentimiento, es cierto) que yo le pertenezco y esto se ha transformado en una verdad irrebatible (lo que me halaga más que me molesta, es verdad también).
Además, Eva apareció antes, por lo que se cree con más derechos sobre mí (y se empeña en reclamarlos).

Después, en realidad no mucho después, ahora lo recuerdo bien, apareció Lilith en mi vida y la puso patas arriba.
Aparecieron las caricias de su mano experimentada, apareció el olor (y el sabor) de su coño.
Y apareció su piel, el tacto sublime de su piel, y esas uñas de los pies pintadas de rojo intensísimo que todavía se empeña en hurtarme, pero que perturban mis sueños y me colman de lascivia.
Y, sobre todo, apareció su voz, que me susurra al oído “mi vida”, “ay, amor” y otras cosas parecidas, y que me llena de felicidad casi todas las noches (y algunas tardes).
Y el rubor hermosísimo en sus mejillas, y en su pecho, que siempre acompaña sus orgasmos, junto al total desorden muscular, que, cual bacante enloquecida, precede al "abandono de si misma", y a la posterior relajación.

Estoy entre las dos, las abrazo, me entrego a ellas.

Eva viene de un pasado remoto, reclamando sus derechos. Lilith aparece de repente, desafiante, imponiendo su presencia.
Son tan diferentes...pero les debo tanto a las dos.
Me lo han enseñado todo, quisiera restituir la deuda inmensa que tengo con ellas, pero no se si estaré a su altura, si podré responder a su generosidad inmensa, porque decir que las amo, a las dos, se me antoja insuficiente, pueril, obvio...

Al contrario que Lilith, Eva surge de las brumas de ese pasado del que no me he podido librar del todo, pero que engarza directamente con el presente.

Y es que, al fin y al cabo, soy un hombre, pequeño siempre (en comparación con ese gigante que es la mujer), falaz, ridículo...pero que las ama, eso no puede evitarlo.

Y las amo porque, a la vez, son esquivas, huidizas, pero no podría ya vivir sin sus besos, sin sus caricias, sin ellas.

Ni sin la imagen de ambas acariciándose, y acariciándome.

Y de pronto se deciden a cubrir mi cuerpo de besos.

Luego, Eva, con su cuerpo de odalisca (pensar que, quizás, no sepa lo que significa esta palabra…) sienta su culo enorme, lunar, sobre mi boca y, mientras lamo su sexo con fruición, Lilith se introduce mi polla en su coño, y comienza a moverse con morosidad, lentamente.
Y, mientras está sentada sobre mí, mordisqueo la desinencia de su hombro, la chupo, me apropio de ella...
Y notar cómo le gusta esa caricia, me excita muchísimo.

Y al cabo de un buen rato practicando esta dulce gimnasia (Yo lamiendo a Eva, Lilith cabalgándome con ritmo sabio) nuestros cuerpos se precipitan al abismo delicioso del orgasmo.

Y, culminado el proceso, nos abrazamos agradecidos y satisfechos, y establecemos la mentira de que nuestro amor será eterno e indestructible.

Y en ese instante sublime, esa mentira parece verdad

Y las beso, y me besan, y me regalan el espectáculo de su amor.

Y contemplar sus cuerpos amándose, “voyeur” confeso como soy, me acerca al cielo de los mejores placeres.


Y yo sólo pido que no, que no me abandonen nunca, por favor, que al despertar la vigilia, siempre tan "aguafiestas", no desmienta del todo este sueño maravilloso.

viernes, 5 de junio de 2009

LA LLAMADA


a Lula (el "sexy-blog" continúa) , para que ya no me riña más

Estoy en la biblioteca. Acabo de leer un texto de altísimo contenido erótico. Lo ha escrito ella. Suena el teléfono. Temblando todavía, por los efectos que el escrito me ha producido, acierto a responder. Es ella. Me cuesta reconocerla, su voz entrecortada. Acierto a comprender (con dificultad) un “¿a qué no sabes que acabo de hacer pensando en ti? Acabo de terminar, y ha sido estupendo, estupendo....Todavía tengo el olor en mis manos. ¿Te gustaría...? "

Yo no hago nada. Intento asimilar lo que me acaba de decir, pero ella ya me ha colmado de felicidad.

martes, 2 de junio de 2009

EL CINE


Vamos al cine. Ocupo el lugar reservado a sillas de ruedas. Como siempre. Ella se sienta en la butaca contigua. Su piel, bueno la tela de su pantalón-pero a mí me gusta pensar que es su piel-roza la mía-bueno, la tela de mi pantalón-. De todas maneras noto la calidez de su pierna pegada a la mía, y eso me excita. La película trata sobre injusticias, amores imposibles, bondad, solidaridad y la kafkiana estupidez de la burocracia. Hay amores otoñales, amores imposibles, música de percusión, bellezas maduras de aspecto oriental, y un protagonista que es lo que en Asturias llamamos un “cachupán”.
Lo mejor, cuando salimos del cine. Creo, o quiero creer, escuchar, un “quiero sentirte”. Y el resto de la noche son mis labios buscando los suyos (todos los suyos). Arriba, abajo, gemidos, respiración entrecortada, y un mar de besos. Y el aroma de su cuerpo, y mi respiración también irregular. Y el deseo materializándose, o queriéndose materializar, y los fluidos de nuestros cuerpos pugnando por intercambiarse. Y yo que la quiero, la deseo, la necesito...Y a ella a la que, quizás, sólo quizás, le pase también lo mismo.
Y las palabras, todas las palabras del diccionario, insuficientes, que no sirven para expresar todo lo que siento ahora.

lunes, 1 de junio de 2009

TE DESEO...


“Te deseo”, le dije.
“Pues, a lo mejor te sorprende, pero yo a ti, en este instante, también”, me contestó.
E inmediatamente, unos dedos ávidos estaban acariciando la rugosidad de mi escroto, sopesando mis testículos, y proporcionándome un inmenso placer, el placer de todos los placeres….

jueves, 28 de mayo de 2009

LA FINAL




Habíamos quedado a “tomar algo por ahí”. Acabamos en un bar, viendo la final de la Copa de Europa. Atiborrado el local. De forofos vociferantes. Con camisetas Blau granas, la mayoría.
Su pierna rozaba la mía. Qué agradable sensación. Siempre el simple roce de su piel lo es. Yo me evadía de los gritos de la energúmena forofada, imaginando a su lengua saliendo y entrando de mi boca, paseándose por las encías y los labios, rodeando la mía, tropezando (divina torpeza) con mis dientes..., recuperando el sabor dulcísimo de esos labios que ya conocí, si bien demasiado fugazmente, lamiendo, chupando, mordisqueando....
Y ella, cual bella odalisca, se acomodaba sobre mi polla, yo recostado sobre cojines y gigantescos almohadones, y me decía que me quería, que era el hombre de su vida, que me deseaba como nunca había deseado a nadie, que se entregaba a mí e, incluso, que ahí tenía sus pies, las uñas pintadas de un rojo intenso, para hacer con ellos lo que quisiese.
Y protagonizábamos nuestra particular “pasión turca” (Ah!...mi querido Estambul de los sueños recurrentes), y ella era la más sensual de las esclavas otomanas (algo escasa de curvas, pero odalisca al fin y al cabo) y yo un galán turco moreno y arrebatador; y ella me amaba, y yo la deseaba, y nos amábamos y el universo mundo se rendía a nuestros pies. ¡Qué felicidad!
Pero yo volvía en mí de mi sueño, o lo que fuese, y nada de eso había pasado en realidad (sólo la extrema alegría de los forofos del Barça, entre los que se cuenta aunque, supersticiosa como es, no lo quiera reconocer, mi madre).
Yo, que soy del Atlético de Madrid, hubiese preferido que el majestuoso Barcelona no fuese campeón de Europa y mi sueño se hubiese hecho realidad.

Lástima pero, como veis, mi "enfermedad" dista mucho de mejorar.

jueves, 21 de mayo de 2009

LA ROSA


Es su cumpleaños. Le regalo una rosa. Roja. Un capullo “reventón”. Junto con películas. Lo recibe con sorpresa. Incluso con alborozo. Agradecida. Me pongo nervioso. Y le doy las gracias a mi vez. Por su agradecimiento.
Hacía mucho que no le compraba flores a una mujer. Por la noche, mientras estoy cenando, me telefonea. Me cuenta que acaba de poner la rosa en agua. En un búcaro. A ver si aguanta sin marchitarse. Me repite su agradecimiento. Por todo.
Y, como todas las noches, la imagino. Pero esta vez en su imagen, recurrente, hay un componente nuevo: la rosa.
Y ya veo cómo sus dedos largos acarician los pétalos. Y cómo la rosa (mi rosa) se desliza por su vientre. Y sus pétalos rozan levemente los pezones, acaso ya erguidos, de sus pechos pequeños pero bien conformados. Y percibo cómo deja escapar un gemido de placer, que se superpone a los míos, estos no imaginarios, si no reales.
Y afanado en estos dulces quehaceres me quedo dormido.

Y cuando me despierto, al día siguiente, una mancha amarillenta en mis sábanas es el único rastro de esa noche turbulenta.

Definitivamente, debo ser un enfermo

jueves, 14 de mayo de 2009

LAS "CAPERUCITAS ROJAS"


Llegaron hará mes y medio, en virtud de un convenio con el ayuntamiento. Y, por casualidad, visten con una llamativa camiseta roja. “Parecéis Caperucitas rojas” les dije. Itciar, la más dicharachera de ellas, deliciosa su incapacidad de pronunciar bien la "r" ("capegucitas gojas", dice) asintió con su habitual sonrisa irónica.

De momento son tres (Itciar, Merche y María José). Estarán un año. Son alegres, serviciales. Cuando pase ese año sólo puedo asegurar que se las echará de menos. Mucho.

martes, 12 de mayo de 2009

DOLORES

Lola tiene la cara hermosamente deforme. Un terrible accidente la dejó así. Pero Lola es hermosa. Diecinueve intervenciones quirúrgicas fueron necesarias. Pero ahí está. Y es guapa. Se quedó sin juventud. Por culpa del borracho que la atropelló. Sin conocer varón, como ella dice. Pero sigue deseando. Eso nadie se lo pudo quitar. Y es hermosa. Con ese ojo medio perdido. Hermosa. El pelo muy corto. Los pechos anhelantes, cálidos. Los ojos (el ojo, sólo uno está completo) brillantes.
Se quedó casi sin voz. Le seccionaron las cuerdas vocales. Pero no para de cantar. Y de reír.
No pudo estudiar. Tenía 15 años. Quería ser matemática. Profesora de matemáticas. Se tuvo que conformar con vivir. Y gracias.
Pero Lola ama, desea, vive. Juega y hace chistes. Sin parar.
Una vez se tiró por una ventana. Malos momentos los tiene cualquiera. No volverá a pasar. No. Un mal momento. Superado ya.
“Uy, si yo te pillara...” Nos lo dice a todos. Poniendo cara de deseo. Me lo creo. Vaya si me lo creo.

viernes, 1 de mayo de 2009

DESEO


A quién ella sabe, con la esperanza de que se repita el mismo efecto

Recuerda el inválido su fantasía compartida (ella sentada a horcajadas sobre él, que se reclina sobre unos cojines) y aún no sabe cómo, los labios de ese lisiado se depositan en los pies de ella, primero en el izquierdo, luego en el derecho. Percibe que las pantorrillas de ella se estremecen, y deduce que la caricia no le desagrada. Decide seguir. Pasea la lengua, suavemente, por los intersticios entre los dedos (pintadas las uñas de ese rojo intenso que tanto le excita). Más estremecimientos. Mientras, el glande del inválido pugna ya para liberarse y quiere asomar su sonrosada cabeza. Luego su lengua se dirige lentamente (no podía ser de otra forma) hacia los muslos de ella, y más arriba. No esconde el inválido su intención de naufragar en ese ombligo que tanto le perturba. Deja atrás el la maravillosa cueva situada entre sus muslos (luego volverá, no hay prisa), aunque percibe su aroma embriagante al pasar. El deseo lo domina, pero decide esperar más. Suena Diana Krall en la estancia (“The look of love”) y el inválido quisiera eternizar ese instante. Es imposible. Como todo, el piano que acompaña a Krall deja de sonar en un momento dado, y la propia Diana acaba su estimulante canción. No hay derecho. A pesar de ello, el deseo no desaparece. Todo lo contrario. El inválido ya está trasladando su boca un poco más al sur, donde se encontrará con otros labios. Y un botoncito carnoso donde estos labios se juntan. La lengua del inválido trabaja alrededor del botón. Succiona, chupa, lame, besa. Los estremecimientos de ella se hacen más apremiantes, más acuciantes, más..., hasta que aparece el relax con el que se culmina todo gran esfuerzo. El inválido se da cuenta de que ella le ha chupado el cuello, dejando allí su marca de vampira, pero no le importa. Es feliz, tremendamente feliz. Da gracias a quién sea por haber recobrado esta faceta de su vida, porque la deseaba intensamente, y ahora este deseo ya está cumplido. ¡Qué se repita!

martes, 28 de abril de 2009

ONANISMO ALMODOVARIANO


En la última película de Pedro Almodóvar, quizás la peor de su carrera, el director manchego realiza uno de los alardes ¿cinematográficos? más vacuos y estériles que recuerdo haber visto. Todo es un disparate (del que sólo se salva la, como siempre, excelente banda sonora de Alberto Iglesias).
Lo demás, un llamativo envoltorio que, para frustración de espectador, no esconde NADA en su interior a no ser, un constante y cansino auto homenaje. Pretende ser un tremendo melodrama, que indaga sobre las circunstancias, vueltas y revueltas del más desesperado “amour fou”, pero yo salí del cine con la lamentable impresión de que me habían timado, de que cada avatar que se sucedía en la pantalla era forzado, impostado, que todo era predecible y falto de aliento, que las interpretaciones eran cansinas, que Penélope Cruz nunca estuvo peor (que ya es decir, teniendo en cuenta que siempre la he encontrado una pésima actriz), que incluso mi admirada Blanca Portillo (quizás por que Almodóvar le “regala” un papel absolutamente disparatado) acaba naufragando en este proceloso mar de despropósitos.
Todo es falso, impostado y, por momentos, cuesta distinguir el reiterativo auto-homenaje de la cansina auto-parodia.
Porque por mucho que se empeñe Almodóvar, por mucho que insista en compararla a la Rita Hayworth de “Gilda” (esa secuencia repetida una y otra vez, en que Cruz aparece con la larga cabellera velándole el rostro y, de pronto, se lo echa para atrás con un simple movimiento), por mucho que la “vista” de “mujer fatal” a lo Ava Gardner en “Forajidos”, por mucho que la tiña de rubio platino como, nuevamente, a Hayworth en “La dama de Shangai”, Pe no da nunca la sensación de ser más que una pequeña actriz torpe sin más “glamour”.
En resumen, un film almibarado, plomizo, donde los colorines no esconden el vacío de ideas por el que vertiginosamente nuestro director más popular y taquillero se empeña en despeñarse últimamente.
El film parece una continuada masturbación de planos “almodovarianos” reiterados hasta la saciedad, con mucho “colorín” producto de la fotografía de Rodrigo Prieto, donde el recurso a citarse a sí mismo (la simpática “Mujeres al borde de un ataque de nervios” es “señalada” hasta el empalago) se acaba haciendo estomagante.
Creía que la fobia manifiesta que mi admirado Carlos Boyero ha mostrado siempre al cine del manchego era eso, una fobia, pero, en esta ocasión tengo que reconocer que se ha quedado corto:
“Los abrazos rotos” es una de las peores películas que he visto últimamente, con un guión (del propio Almodóvar) autocomplaciente, previsible y desalentador –especialmente sonrojante es la peripecia en torno a la paternidad de hijo de Judit (Blanca Portillo), Diego (Tamar Navas), “misterio” que, aunque no se resuelva hasta casi el final, lo hace de la manera menos sorprendente que imaginarse pueda-.
En resumen, una película que, sospecho, incluso a mi maestro en tantas cosas (y gran defensor de Almodóvar desde el principio) el profesor de Historia del Arte Germán Ramallo le habrá irritado profundamente allá en su hermosa Murcia natal, donde, creo, sigue viviendo.

sábado, 25 de abril de 2009

¡TIERRA, TRÁGAME!

O las travesuras (catastróficas) del azar

No se por dónde empezar esta entrada, creedme. Ni cómo salir del inmenso jardín en el que me he metido como un bobo. Pero tengo la esperanza (quizás infundada) de que esta entrada pueda contribuir a ello (o, para mi desgracia no, y ya es tarde para todo):

Tengo que aclarar, en principio, dos cosas, en cuya funesta concatenación se ha cimentado mi última desgracia, que ahora me parece la mayor de todas: Veréis, el 11 de septiembre de 2008 edité, a modo de presentación del personaje, una entrada titulada Emi. Todo lo que señalaba allí es rigurosamente cierto, y lo sigue siendo a día de hoy.
Hacía ya bastante recordaba haberle “pasado” a Emi la dirección de mi blog. No la informé, ni le pedí permiso para publicar esa entrada, quizás ahí pequé de imprudente, pues la entrada en sí, tenía la inconfesada intención de “tirar una piedra al río a ver qué pasaba al remover las aguas”.
Bueno, antes, y ese detalle es de crucial, y en él está (creo yo) el origen del malentendido, el 25 de marzo del mismo 2008, yo decidí reformar mi blog inicial (http://koolauleproso.blogspot.com). Lo hice para incluir en una columna lateral la lista de los blogs que yo más seguía, y lo hice, dada mi falta de pericia en estos asuntos cibernéticos, con la inestimable ayuda de mi amiga mallorquina Silvia (wwwdianna-paseando-por-terra.blogspot.com) cuya lectura y seguimiento les recomiendo, a pesar, o quizás por ello, de la inicua advertencia que se pueden encontrar de que ese blog contiene elementos no aptos para todas las sensibilidades, y Emi, a pesar de que la última entrada de mi blog antiguo (http://koolauleproso.blogspot.com) contiene un enlace directo con el nuevo, no acabó de enterarse de esa circunstancia, y que desde esa fecha todo lo que publico aparece en el nuevo (http://koolauleprosoo.blogspot.com) y como quiera que (nótese la fecha de la aparición del personaje de Emi,11 de septiembre, casi 5 meses después del cambio de dirección) y que yo (esto ya sólo debe explicarse por la paranoia que todo enamoramiento conlleva) no veía en cada conversación que mantenía con ella, más que signos “alentadores” para mi propósito, pues me lancé derecho al precipicio que para mí supuso la tarde del 23 de abril de 2009 (1).
Sólo me queda pedirle a Emi disculpas, y rogarle que, pese a este gigantesco malentendido, siga considerándome, al menos, su amigo.
Aunque, quizás, para mi desgracia, publicar esta última vuelta de tuerca de la historia no me ayude demasiado.
Se, por que me lo dijo, que es extremadamente discreta y detesta la publicidad, aunque sea en un medio de difusión tan relativamente limitada como pueda ser este blog.

Lo siento, Emi, de corazón.

Perdona mi lamentable indiscreción pero este blog es, para mí, la forma de exorcizar los fantasmas que atormentan mi mente torturada, y tú has sido -y eres- uno de ellos. Y por las razones que empiezas a conocer, quizás el principal.

.- (1): Y, ahora, Nuria, Antígona, ¿tengo razón al afirmar que soy patético, o no?

viernes, 24 de abril de 2009

¡CALABAZAS!


Sí, la cosa acabó (en el fondo me lo temía, aunque absurdamente creía ver indicios de todo lo contrario). Ayer, contraviniendo mi habitual inclinación a la prudencia, le dije a Emi todo lo que sentía por ella desde hace tanto tiempo. El resultado, una absoluta catástrofe. Me contestó que ella era dañina para todo lo que se le acercaba, que cuando me conoció hacía tantos años ella sí vio, por un momento, la posibilidad de que aquel chico alto y delgado de “sonrisa pícara y atractiva” (sic...) pudiese llegar a interesarle para algo más que agradable compañero de curso, pero que su vida ahora era un completo caos al que no quería arrastrarme, que ella era dañina para todo lo que tocaba, que era un peligro para los que quería (y que yo era un AMIGO muy querido para ella), etc., etc... Vamos, su versión del tan argentino “no sos vos, soy yo” que, como supondréis, me hizo una gracia...
Yo he pasado una de las peores noches de mi vida ¡cuán distinta de la que, imbécil de mí, me imaginaba! Recordando la “cara de panoli” que se me debió quedar al escuchar su respuesta pensé que, efectivamente, y como me temía, debo ser uno de los tipos más desgraciados que habitan, al menos, el hemisferio norte de este desdichado planeta (y no incluyo al sur, porque se que, salvo excepciones, allí hay auténticos problemas de supervivencia que, lo se, no pueden compararse en gravedad a mis pobres cuitas sentimentales, por grandes que estas me parezcan).
Así que ya veis, el que yo pensaba iba a ser uno de los mejores días de mi vida, acabó siendo, quizás, de los peores.
Estoy hecho polvo porque, obsesivo como soy, últimamente toda mi vida giraba en torno a ella (y como en ese inmortal poema de Pedro Salinas que tanto me gustó siempre):

¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca desde a voz que dice:
"No te vayas."

Pues cada llamada suya, cada simple conversación por Messenger, me sumergía en una oleada de dulce excitación, y yo también estaba, en esos momentos, dispuesto a tirarlo todo, incluidos “catálogos, precios, y el azul de los océanos en los mapas”.
Pero, ayer me cercioré por fin, en dolorosísima “caída del guindo”, Emi nunca me llamará, desde luego nunca urgida de esos amorosos apremios, así que, lamentablemente, me ahorraré, incluso, ese “azul de los océanos” que tan generosamente estaba dispuesto a regalar.
¡Qué desastre!
Se admiten mimos, palmaditas en la espalda, y todo tipo de ocurrencias que puedan levantar mi muy alicaída moral, porque, desde luego, el final (y sí, seguro que es final, y no como después 5 de noviembre del año pasado (1)) cuando, tras su vuelta, me volví a dejar llevar por las falsas esperanzas que, en realidad, nadie, siquiera, me había insinuado.
Y, ahora ¿soy o no soy patético?, amigos, porque esta ya larguísima historia ha acabado que tan sublime me parecía ha acabado en unas simples y vulgares calabazas.


.-1: ver entrada del 6 de noviembre de 2008, titulada "La puerta: punto final, espero"

jueves, 23 de abril de 2009

CUMPLEAÑOS "A GOGÓ

Por casualidad, el 23 de abril, cumplen años varias personas cercanas: En primer lugar y, sin duda, la más querida para mí, mi padre, ese gigante (así lo veía yo de niño y, en tantos sentidos, lo sigo viendo). En segundo lugar, por supuesto, Cervantes, ese genio de las letras, bajo cuya “advocación”, nació casualmente mi padre (del que siempre he envidiado principalmente dos cosas-su fecha de nacimiento y la limpidez de sus hermosísimos ojos azules, que, por desgracia, no he heredado-).
Hoy también cumple años, muchos menos, una compañera aquí por la que desde que llegó siento especial simpatía: la dulce Sonia (1), por lo que tuvimos tarta de postre para regocijo de todos.
Y sí: mi padre (al que sabéis debo dos veces la vida), el gran Cervantes, y la “dulce” Sonia, son tres motivos más que suficientes de celebración. Mi padre, cuya vida yo he comparado tanto, salvando las distancias, con la de mi admiradísimo Juan Marsé-“niños de la guerra” ambos, coetáneos estrictos, adorables cascarrabias, iniciados en la digna artesanía los dos (en la orfebrería Marsé, en la talla de madera mi padre).
Hoy la vida paralela de Marsé ha alcanzado su más alto (y merecidísimo) reconocimiento: el premio Cervantes.
Y como a mi padre nadie le va a entregar algo similar, su hijo le dedica esta entrada. No es lo mismo, ni compensa una vida admirable plagada de sinsabores y derrotas, pero no quería dejar pasar la oportunidad para reiterarle (a mi padre, a Gregorio, ese hombre excepcional) todo mi cariño e inmenso agradecimiento.

Felicidades, papá.

Te quiero.

.
(1).-ver entrada de 31 de octubre de 2008 “El mundo de sombras de la dulce Sonia”, y el cuento del 18 de diciembre del mismo año, “Buenas noches, Sandra” inspirado en su peripatética y entrañable figura

viernes, 27 de marzo de 2009

BERLUSCONI, EL CRUEL



¡Pobre Italia! Sí, mis queridos italianos han sido lo suficientemente estúpidos para dejarse engatusar ya varias veces (si fuese una, todavía tendría disculpa, la de la enajenación mental transitoria, o algo así) por ese bufonesco y ridículo personaje llamado Silvio Berlusconi.
Pero ahora “Il cavaliere” (así le llaman) se ha quitado definitivamente la careta. No, no sólo es un ridículo bufón (cuya mayor “tropelía” puede ser intentar “meterle mano” a una secretaria, lo cual no pasaría de ser una broma de mal gusto) si no que su venganza ante el hecho de que la justicia no le haya dado la razón en el llamado “caso Eluana”, ha sido legislar para que algo así no vuelva a suceder. Desde la aprobación de la nueva ley, de nada valdrá lo que una persona en plenitud de facultades físicas y psíquicas disponga qué debe hacerse con su vida cuando estas estén irreversiblemente mermadas (el llamado “testamento vital”).
Desde ahora todos los italianos estarán condenados a vivir, sean cuales sean los sufrimientos que esa misma vida (en ocasiones no deseada) lleguen a producirles.
¿Qué les queda a los italianos? El suicidio, no, ya que ahora lo tienen prohibido. El exilio... siempre es posible.
Yo siempre quise ser italiano: un pueblo al que admiro, pero ahora me alegro infinitamente de NO serlo.
Y lo malo es que no se ven demasiadas alternativas. Cuando una democracia cae en manos de un personaje tan “peculiar”, es muy difícil librarse de él.
Yo sólo puedo alegrarme de no ser italiano (¿quién me lo iba a decir hace unos años?).

martes, 17 de marzo de 2009

GRAN TORINO: ¿DESPEDIDA Y CIERRE?


La nueva película del que yo (y muchos más, creo) considero el último gran maestro vivo del arte cinematográfico, el gran Clint Eastwood, transmite una evidente, y descorazonadora, sensación de despedida, de punto final.
Es, por ello, un film amargo, seco como un puñetazo en la boca del estómago.
Y, a la vez, una película que admite múltiples lecturas, compasiva, humorística, poliédrica y genial.
Eastwood da vida, en la que anuncia será su última aparición delante de las cámaras, a Walt Kowalski, un jubilado de la factoría Ford, achacoso, decrépito, viudo recientísimo (la película se inicia, precisamente con el funeral de su mujer-Y también, en simetría perfecta se cerrará con otro funeral-) cascarrabias hasta la caricatura y enfrentado a su familia compuesta por hijos y nietos egoístas y ridículos, a los que ya no comprende ni le entienden.
En cierta medida Walt Kowalski puede llegar a parecernos un Harry Callaghan viejo y que ha tomado consciencia de sí mismo (no son excluibles las intenciones paródicas que Clint muestra hacia el personaje creado por su maestro Don Siegel, y con el que cimentó buena parte de su popularidad).
Como en la genial “Million Dollar Baby” (el propio Clint Eastwood, 2004), el protagonista, harto de la mediocridad de su familia “adopta” a un discípulo al que le unen lazos que acaban por ser más fuertes que los de la sangre. Los lazos de la fortísima, indestructible afinidad entre maestro y discípulo, que sirve de “sustitutivo” a la frustrante relación con los de “su sangre”: La familia, por si no nos había quedado claro, es la que cada uno acaba eligiendo, aunque la compongan individuos de otra raza y cultura (una muestra más del insobornable individualismo del viejo Clint).
La película tiene, repito, aroma de despedida, y, sabemos, porque él mismo lo ha repetido hasta la saciedad, que, al menos, en su faceta de intérprete, lo es con toda seguridad: nunca volveremos a ver su figura alta y desgarbada dominando el plano como sólo él sabe hacerlo. A sus fieles seguidores nos queda, no obstante, la esperanza de que su mano maestra siga deleitándonos tras la cámara y, parece, que eso sí lo seguirá haciendo con un “biopic” sobre la vida de Nelson Mandela, protagonizado por su “compañero de fatigas” en estos últimos años, Morgan Freeman. Desde luego, si alcanza la calidad de su anterior incursión en tan “vidrioso” género como fue con la biografía de su admirado Charlie Parker (Bird, 1988) nos deleitará como sólo la mano maestra de Eastwood sabe hacerlo, aprovechando para convertir lo que, en otras manos no sería más que un telefilm de fin de semana, en una gloriosa incursión, en aquel caso, en las entrañas mismas del arte.
Todavía no la ha empezado, y yo ya estoy deseando verla, aunque sin su presencia imponente en la pantalla, no será lo mismo.
Pero bueno, “Mystic river”, "Medianoche en el jardín del bien y del mal", “Banderas de nuestros padres”, “Cartas de Iwo-Jima”, la recientísima "El intercambio", la propia “Bird” son obras maestras, y tampoco cuentan con su prodigiosa labor interpretativa. Clint Eastwood limitándose sólo a dirigir puede darnos aún, a pesar de su edad, algunas alegrías.
Y si no, “Gran Torino” sería, desde luego, el broche de oro a una trayectoria inigualable y magistral.

martes, 24 de febrero de 2009

"BICHO"


“Bicho”. Por teléfono me llama “bicho”. Me la imagino juntando los labios para formar la bilabial “b”, y luego entre una sonrisa quizás irónica, quizás franca, ir dejando salir de su boca el resto de la palabra, que a mi se me antoja cariñosa y dulce, aunque bien pudiese ser todo lo contrario, ya me conocéis, dudando siempre, el racionalista extremo (aunque esa duda, tan higiénica siempre en cuanto a la razón se refiere, llegue a ser paralizante en la vida práctica).

Así que me quedo con el “bicho” pronunciado por su hermosa boca, y no paro de darle vueltas. Mastico el vocablo, tan simple, como si se tratase de una de los largos “meandros” de mi admirado Proust, en que recoge una idea, o una impresión, y le da vueltas hasta que los lectores llegamos a un dulce mareo, pero, a la vez, nos embarga una satisfacción inigualable al resolver finalmente el enigma de tan alambicado discurso.
“Bicho”, me imagino ese vocablo saliendo de su boca con la misma dulce excitación que si pronunciase ese “te quiero” o ese “amor mío”, que, ojala, llegue a pronunciar alguna vez.
Ni que decir tiene que es lo que más deseo en el mundo.
Mientras tanto, me queda seguir imaginando el envés de esta primorosa espalda. Y es que “el que no se consuela es porque no quiere”.

jueves, 19 de febrero de 2009

PROUST, EL GRANDE


¿Han ustedes leído algo mejor que la rememoración del sueño con que comienza esa gigantesca epopeya íntima que es “En busca de el tiempo perdido”?.
Cuando el protagonista, que nunca recibirá un nombre concreto hasta en los últimos libros en que, quizás por cansancio del autor, o por alguna otra circunstancia insondable, es referido ya como Marcelo, hinca sus dientes en una esponjosa magdalena mojada en té y se desencadenan, a raudales, los recuerdos (siempre la memoria que da sentido a lo vivido) de toda una vida.

Imitar a Proust es imposible. Este heterodoxo, este hombre del subsuelo, como diría mi amigo Horrach (http://horrach.blogspot.com/ )-cuya última entrada (“Descorchando a Proust”), a qué negarlo, ha servido de acicate para esta, pues Proust, judío, homosexual y asmático, revolucionó la literatura en los albores del pasado siglo XX, y lo hizo, como siempre se hacen estas cosas, a partir de lo que ya había. Fue un poner en cuestión el simbolismo, el realismo a lo Zola, y un entroncar con lo mejor de la literatura del XIX, que Proust tanto admiraba (especialmente los maestros rusos –Tolstoi, Dostoievski, Gogol-), fue una tarea ciclópea, un sueño felizmente consumado, que un hombre físicamente disminuido (1) (por la propia enfermedad, por su carácter obsesivo con la propia enfermedad-era un auténtico hipocondríaco-, por la necesidad de llevar una “doble vida” -un homosexual, en su época, estaba en la obligación de ocultarlo-, y así en esta gigantesca novela autobiográfica los múltiples amantes masculinos del protagonista se transforman en amantes femeninas, ya sea Albertina, Andrea, o alguna más, que ocultan a sus reales amantes masculinos -por ejemplo su chófer Alfred Agostinelli, el gran amor de su vida, parece ocultarse tras la “ninfa imposible” Albertina-).
Proust nos habla del deseo imposible, de cómo lo que más nos atrae es, precisamente, lo que nos rechaza. Así la caprichosa Albertina que vuelve loco al casi nunca nombrado protagonista (al que, al menos, en los cinco primeros tomos, conocemos sólo como “yo”, la voz del narrador, y sólo a partir del sexto es referido ocasionalmente como Marcelo). Esta Albertina que obsesiona al narrador, como en el primer tomo Odette de Crecy, obsesionó a Charles Swann, en ese prodigioso “juego de espejos” que será característico de todo este monumento literario.
En fin, una obra fascinante, poliédrica y monumental, un esfuerzo gigantesco en la que un tipo físicamente muy limitado se crece, gracias al poder invencible de su gigantesca imaginación, hasta el “no va más” de la historia de la literatura.
Una obra de la que es muy difícil desprenderse una vez leída (recuerdo mi peregrinar obsesivo por librerías y bibliotecas tras terminar la última página de “El tiempo recobrado”, y mi decepción al constatar que este gigante de las letras no había escrito prácticamente nada más, aparte de esta monumental autobiografía encubierta a la que dedicó prácticamente toda su vida).
Sentí la necesidad de saberlo todo sobre Proust y me sumergí ansioso, ávido en la gigantesca biografía de Painter, lo que era reiterativo, porque poco más se puede saber de su vida que no esté ya, contado de forma inigualable en esa monumental autobiografía en siete tomos que resulta ser “En busca de el tiempo perdido”.

Imprescindible para todo el que ame la literatura.

Es largo, pero merece la pena.

Si se toman la molestia de internarse en este “bosque de las maravillas”, créanme que les atrapará y les costará abandonarlo.

(1).-Si, en cierto sentido también podría formar parte de la cofradía de los "leprosos", y ya sabéis en qué sentido lo digo.

lunes, 16 de febrero de 2009

Y YA SON DIECISEIS

Pues sí, cómo pasa el tiempo. Otro año de supervivencia desde que “volví a nacer” cuando un fatídico 12 de febrero de 1993, sufrimos mi ex y yo aquel terrible accidente que casi nos cuesta la vida y que, a la postre, nos costó “sólo” el matrimonio. Porque en estos 16 años que cumplí el pasado 12 de febrero mi vida ha cambiado radicalmente. No diré si para bien o para mal (eso siempre es relativo), pero mis preocupaciones, obsesiones, gustos e incluso amistades, son otros completamente distintos. Ver la vida desde una silla de ruedas es, obviamente, contemplarla desde una perspectiva diferente. Y saberte un inválido (sabéis cómo odio los eufemismos) te hace afrontar la vida de forma completamente distinta.
En cierto sentido creo que soy mejor persona desde que vivo desde la perspectiva, más baja, de el que está siempre sentado. Creo que, si por un milagro imposible, me encontrase de nuevo caminando, volviese a medir los 184 cm. que medía antes del accidente, no sabría, literalmente, qué hacer. Cosas que eran muy importantes para mí, como el baloncesto, han dejado de serlo (de más deportes ni hablo, porque siempre tendí más a la reflexión que a la acción, y el basket era una excepción relacionada con uno de mis sueños recurrentes-el de “gravitar” como un astronauta en el espacio-).
Siempre fui un tipo introvertido, y lo sigo siendo, pero en estos años he encontrado, en las llamadas “nuevas tecnologías” el medio ideal para ir venciendo mi timidez, y relacionarme con personas de muchos lugares, algunos muy lejanos, valiéndome además de esa “veladura” que Internet nos proporciona a los tímidos, que, como yo, además, nos expresamos mejor mediante la escritura que con el discurso hablado.
Otras, las mujeres, el sexo, la literatura, el cine no han variado en absoluto, gracias a dios. Me sigue gustando sobre todas las cosas el simple roce con otra piel, las discusiones interminables que nunca conducen a ninguna solución, las mujeres, pues sigo persuadido que todas son bellas y más inteligentes que nosotros, sólo que ahora me relaciono, sobre todo, con sus “fantasmas”, la proyección “cibernética” que algunas nos quieren dejar (aunque alguna, y me refiero concretamente a mi amiga de Murcia, “Sirena Varada”, se empeñen en querer escapar, amenazando una y otra vez con abandonar su blog, que tanto deleite nos produce, y como esta Sirena, náyade aventajada, nada como la más veloz de las ondinas, y yo soy, a pesar de haber nacido a la vera del mar-el Cantábrico, concretamente- un individuo más bien sedentario, que se siente sólo seguro en tierra firme y poco amigo de “odiseas” marinas, mucho me temo que no podré seguirla en su, sin duda, excitante singladura).
Y, bueno, como os decía el año pasado por estas fechas (1), se admiten regalos, aunque, soy consciente que, quizás, como hace un año, me tendré que “conformar” con el de vuestra compañía, que no es poco, amigos.

(1).-Ver la entrada del 21 de febrero de 2008, titulada "Cumpleaños"

miércoles, 4 de febrero de 2009

UN AÑO EN LA "LEPROSERÍA"

El 4 de febrero de 2008, con gran ilusión y muchos nervios, llegué a esta que, considero ya, mi casa.
Como seguramente sabéis los que seguís este rincón de la bloggosfera esa inicial ilusión se ha ido tornando con el paso del tiempo en preocupación, tras una serie de incidentes que me hacen temer incluso por el futuro de la que yo llamo “leprosería”, entendida por el lugar donde habito físicamente, en ningún caso esta mi casa “virtual” (que es también la vuestra, la de todos los que la honráis con vuestra visita).
Pues bien, hoy cumplo mi primer año aquí y, aunque las cosas en los últimos tiempos han empeorado (sobre todo a partir del fatídico 31 de diciembre de 2008 (*)) sigo confiando en que esta podrá ser mi casa por mucho tiempo, porque tiene todos los ingredientes necesarios para serlo.
He sido bastante feliz aquí y, a pesar de todo, espero seguir siéndolo.
(*).-Ver la entrada del 31 de diciembre de 2008, “El día más negro”.
Fueron, en verdad, unos hechos que me produjeron una de las mayores desilusiones de mi vida.

martes, 20 de enero de 2009

LA SIRENA Y EL LEPROSO

A mi sirena imposible del Mediterráneo

Mi lengua titila sobre la erecta rugosidad del pezón. Luego mi boca naufraga en las profundidades abisales de su ombligo. Su piel de porcelana se transforma un poco más al sur en escamas húmedas, viscosas, estériles. Pero es tal la belleza nacarada que la sirena concentra en el resto (femenino) de su cuerpo hermosísimo, que no importan las escamas estériles, ni la frustración que conlleva la parte inferior de ese cuerpo hermosamente monstruoso.
La sirena vive en Oleza, esa Oleza barroca de caramelones, Salzillos, y sensuales semanas santas, que imaginara tan brillantemente Gabriel Miró (el mismo que alumbró ese obispo leproso y bondadoso que marca un hito en la historia de la literatura española). Huele a canela y miel, esta sirena mediterránea y voluptuosa. Otro leproso (si, leproso aunque a ella no le guste demasiado que se denomine como tal) ha venido al encuentro de esta bella sirena desde el lejano norte, tan distinto, tan igual (porque las geografías se diferencian en las personas que las habitamos, nada más). La sirena es una sirena sabia, que conoce el mundo y quien lo habita, con sus grandezas y debilidades. La sirena, como la de Casona, pretende, quizás inútilmente, huir del mundo en el que le tocó vivir, y usa su portentosa imaginación para construir rincones más amables donde habitar.
El leproso pasa los días imaginando la dulzura de la sirena, a la que ya considera su amiga del alma. No es que sepa demasiado de la sirena (por ejemplo, nunca ha podido oír su voz, ni tocar su piel de porcelana, ni sentir su perfume, ignora su edad, su profesión -aunque sabe que ha cumplido años recientemente- y, quizás, sea mejor así, porque una sirena imaginada nunca decepciona, aunque el leproso mantiene la esperanza de que esta querida Sirena Varada, jamás llegará a desilusionarle).
Este leproso y esta sirena viven unidos (en la distancia) por el mutuo cariño y la común monstruosidad. Si, son diferentes, especiales, distintos. Personajes de Diane Arbus, la monstruosidad de ella se sustancia en su sobrehumana bondad; la de él es evidente y no necesita mayor explicación, lo único que tiene que explicar es que, sin haber rozado jamás su piel, ha llegado a quererla de verdad.
Porque, conociéndose sólo en la distancia, el leproso y la sirena están unidos por un cúmulo de inquietudes comunes, de cariño, de “besos a montones”, de un aprecio sincero y una ternura intensa que tiene mucho de carnal (es lo que tiene la imaginación, para la que nunca puede haber barreras ni restricciones, ya lo decían Buñuel y su “divino” Marqués).

jueves, 1 de enero de 2009

¡MENUDA NOCHEVIEJA!

“¡Quiero marchaar!, ¡ayudadme!”, grita un inválido inútilmente desde su silla de ruedas. “Echadme, echadme”, apostilla otro, irascible. Suenan, incomprensiblemente canciones de Mari Trini, “bueno, mejor que villancicos...” apostilla mi amigo ante mi perplejidad. El “alcalde”, imbuido de su papel “presidencial” (y quizás un tanto achispado) descorcha sucesivas botellas de cava. El que hace un momento “quería desesperadamente” marchar, tras ingerir unas copas (dos o tres) del dorado líquido, entra en una inhabitual fase de locuacidad y exaltación de la camaradería, y sostiene que antes a él le gustaba la “drogaina”, y había probado ya de todo. A mi, me duele cada vez más el pie, y solicito ayuda para subir a acostarme. Ha sido un mal día, y estoy de mal humor. Si esta absurda celebración prefigura el próximo año, habrá que buscar dónde esconderse.
Y, encima, todos un año más viejos.
¡Qué depresión!