Pip, pip, pip, piip. Son las ocho de la mañana, las siete en Canarias. Como cada mañana la voz de Francino se derrama por la habitación desde el transistor que está a mi lado
Y me levanto y me voy al gimnasio como cada mañana
Y Silvia, mi rubia y pizpireta fisioterapeuta de ojos azulísimos, que ya se echa sobre mis piernas para facilitarme la correcta realización de los cien abdominales de rigor, divididos en cuatro series de veinticinco: 1...,2...,3...,4..., 5..., al 18 empiezo a notar que me quedo sin aire, y el temor al fracaso se instala en mi mente, al 20 me animo, total pa cinco que quedan, no vas a poder con ellas, vamos hombre, 24..., y 25..., lo conseguí como casi siempre, no se por que me preocupo.
Ahora la rubísima Silvia se va a realizar otros quehaceres por el gimnasio, y yo me quedo tumbado en la mesa recuperándome del esfuerzo, escuchando en el hilo musical ominosas cancioncillas de moda, contando mentalmente hasta 300, que ya he calculado equivale al tiempo exacto que me dejará descansar hasta empezar la segunda serie. Y así todas las mañanas, todos los días.
Y desde allí saludo a otros pacientes que llegan retrasados; a la simpática viejecita que siempre se preocupa por mi salud; a la voluptuosa joven, como me gusta cuando se quita la sudadera, y deja más libre su gloriosa anatomía, que ¡Oh, fatalidad!, parece ignorar que existo; al rebelde y venerable anciano, aquejado de mil achaques, que hace gala de un escepticismo tan sano, como quebrantada parece su salud; a la señora mayor todavía de buen ver que me guiña un ojo, cómplice; al despistado que se ha olvidado apagar el cigarro, y entra buscando un cenicero inexistente; a la alegre pareja joven que lo hacen todo juntos, y que juntos parecen haber compartido un accidente de tráfico, o algo así.
Y ya vuelve Silvia, justo cuando voy por 299, milagrosa precisión la suya; y otra vez a empezar con los dichosos abdominales; se acabaron las ensoñaciones por hoy.
Y ya estoy saliendo del gimnasio, la distancia hasta mi casa es exigua, apenas cruzar la calle; y ya he desarmado la silla, que si no, no cabe en el ascensor; y ya mi padre, abnegado escudero para todo, me insta a levantarme, que si no, no cabemos. Y a comer que grita mi madre, que no se lo que haces en la salita como un pánfilo, mira que horas.
Y llega la tarde, y llega la noche, y pasan los días, monótonos, sin que ella se presente de repente, desafiando al mundo, y me diga, venga, vamos a recuperar el tiempo perdido, vamos solos tu y yo, que la vida es corta, y no me importan ni mi familia, ni tu familia, ni lo que digan unos, ni lo que digan otros, vamos solos, que la vida es un suspiro, y no la hemos disfrutado nada, vamononos, por dios, que no puedo vivir sin ti.
Y ya me toca despertar otra vez, y otra vez volver al gimnasio, y otra vez la pizpireta Silvia, y otra vez los abdominales, y el ascensor, y mi madre, y la comida, y ella que no aparece ni aparecerá, y yo que noto que la vida se me va escapando, inasible, como arena escurriéndose rauda entre los dedos.
Visitamos el restaurante Dicharachero, carta desenfadada ideal para un
picoteo entre amigos en Madrid
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Hemos visitado el *restaurante Dicharachero*, un proyecto de Teresa J. La
Blanca, ex concursante de Masterchef y Javier Escribano, un empresario
gastronó...
Hace 8 horas
1 comentario:
koolauleproso said...
Este es un texto antiguo, que se me había olvidado publicar cuando lo escribí el año pasado. Como quizás alguien pueda apreciar en él algún valor, lo publico ahora.
1:40 AM
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Blogger Sirena said...
El "eterno retorno" de la rutina de una vida que a todos se nos escapa a chorros.
Eso sí, apreciando los pequeños detalles y no perdiendo nunca el fino humor (como haces tú) se consigue ralentizarla un poco más.
1:26 PM
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Blogger El futuro bloguero said...
Touché.
1:37 AM
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Blogger MK said...
Y aqui otra touché...
Ha sido una sorpresa entrar a ver y encontrar todos estos escritos .
Niño , sean del año pasado o del anterior.Si has escrito este ,escribirás cien mil más.Yo los espero.
Sabes, la vida es ese discurrir de los días , aquí y en Nairobi.
Pero aderezándolo con pequeños momentos y pequeñas alegrías...y con muchos sueños que quizás no cumplamos nunca ...pero que nos quiten lo soñado!!
Un beso.
3:29 AM
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Blogger koolauleproso said...
Perdon, Sirena, hasta hoy por la tarde no reparé en tu comentario, por lo que hasta ahora no te pude responder
11:59 AM
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Blogger Antígona said...
La vida se nos escapa a todos, aunque a veces, cuando uno siente que le faltan cosas esenciales, parece que aún se le escapara más rápidamente todavía, como si todo el tiempo vivido sin ellas fuera un tiempo simplemente derrochado.
Pero creo que todo depende de la actitud que adoptemos. Uno también se acostumbra a carecer de aquello que en un momento dado sintió como esencial y aprende a disfrutar de lo que tiene. Por otro lado, no hay que perder nunca la esperanza de que nuevos elementos aparezcan en nuestra vida que nos hagan más felices. Mientras tanto, no nos queda sino tratar de obtener nuestra dosis diaria de alegría con lo poco o mucho que nos rodee.
Buen escrito, Koolauleproso. A ver si te prodigas un poco más con este tipo de textos :)
¡Un beso!
10:14 AM
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Blogger koolauleproso said...
Este escrito tiene casi dos años. En su tiempo se me pasó por alto publicarlo, no se por qué.
Es una especie de homenaje al gimnasio al que acudí 4 años, y a su simpática fisioterapeuta (que se acabó convirtiendo en una muy buena amiga). Como este verano lo he abandonado para siempre (se ha acabado, por fin, la construcción de la residencia para minusválidos de menos de 60 años, en la que viviré a partir de enero) creí que era un buen momento para publicarlo.
un beso
10:51 AM
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Blogger desconvencida said...
Que bonito texto, koolau... me ha emocionado :)
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