ÁNGEL, EL "RÁPIDO"
Si no hubiese padecido, desde que nació, una extraña enfermedad que le impide el control de sus músculos, produciéndole tremendos espasmos, Ángel, natural de Cangas del Narcea, “capital” no oficial del occidente asturiano, se hubiese dedicado al mundo de la velocidad, ahora tan de moda en Asturias.
Ángel tiene una especial habilidad para manejar su silla de ruedas (manual, no a motor). Me sigue asombrando su temeridad, cuando se lanza con su silla cuesta abajo por la rampa de doble revuelta que une el primer piso (el de las habitaciones) con el bajo. Lo más asombroso es que no sólo baja por la rampa (al fin y al cabo eso sólo podría calificarse de “arriesgado”), si no que, ignorando olímpicamente el ascensor, también la usa para subir (con el titánico esfuerzo que esto supone).
Como los grandes fondistas, Ángel siempre lleva una zapatilla desatada, con los cordones “a rastras”, como si no tuviese tiempo para atársela, como si atarse las zapatillas (o en su defecto, pedirle a alguna auxiliar que se las amarre) fuese una pérdida de tiempo que su mente hecha para la velocidad, no pudiese digerir.
Ángel tiene un rostro afable y sonriente, de los que inspiran confianza, aunque lo acabes de conocer. Soporta las chanzas y bravuconeadas de su inseparable amigo Manuel (ya os hablaré de él) con una paciencia digna de mejor causa.
Ángel tiene, además, gravísimos problemas de visión (vamos, es socio de la ONCE, organización que le sirve de ayuda, por ejemplo, para adaptar el ordenador, al que es tan aficionado como yo mismo, a sus particulares problemas; vaya, que prácticamente padece dos minusvalías).
Ángel es una persona preparada, inteligente, simpática y sin problemas para relacionarse con los demás. Desde luego, no de todo el mundo puede decirse lo mismo (esté o no en silla de ruedas).
Curiosamente, mi padre también tuvo un conocido en su juventud a un Ángel, al que también conocían como “el rápido”, pero era este un mote de familia: los “rápidos de Muniello”, que significaban a toda una familia.
Yo también lo conocí: un individuo voluminoso, al que en su constante deambular sin rumbo fijo por el muro de San Lorenzo (el largo paseo marítimo gijonés) precedía siempre su tremenda panza.
Por eso, para mi, el auténtico Ángel el “rápido” no puede ser otro que mi amigo minusválido, y “funambulista” de Cangas del Narcea.
Si no hubiese padecido, desde que nació, una extraña enfermedad que le impide el control de sus músculos, produciéndole tremendos espasmos, Ángel, natural de Cangas del Narcea, “capital” no oficial del occidente asturiano, se hubiese dedicado al mundo de la velocidad, ahora tan de moda en Asturias.
Ángel tiene una especial habilidad para manejar su silla de ruedas (manual, no a motor). Me sigue asombrando su temeridad, cuando se lanza con su silla cuesta abajo por la rampa de doble revuelta que une el primer piso (el de las habitaciones) con el bajo. Lo más asombroso es que no sólo baja por la rampa (al fin y al cabo eso sólo podría calificarse de “arriesgado”), si no que, ignorando olímpicamente el ascensor, también la usa para subir (con el titánico esfuerzo que esto supone).
Como los grandes fondistas, Ángel siempre lleva una zapatilla desatada, con los cordones “a rastras”, como si no tuviese tiempo para atársela, como si atarse las zapatillas (o en su defecto, pedirle a alguna auxiliar que se las amarre) fuese una pérdida de tiempo que su mente hecha para la velocidad, no pudiese digerir.
Ángel tiene un rostro afable y sonriente, de los que inspiran confianza, aunque lo acabes de conocer. Soporta las chanzas y bravuconeadas de su inseparable amigo Manuel (ya os hablaré de él) con una paciencia digna de mejor causa.
Ángel tiene, además, gravísimos problemas de visión (vamos, es socio de la ONCE, organización que le sirve de ayuda, por ejemplo, para adaptar el ordenador, al que es tan aficionado como yo mismo, a sus particulares problemas; vaya, que prácticamente padece dos minusvalías).
Ángel es una persona preparada, inteligente, simpática y sin problemas para relacionarse con los demás. Desde luego, no de todo el mundo puede decirse lo mismo (esté o no en silla de ruedas).
Curiosamente, mi padre también tuvo un conocido en su juventud a un Ángel, al que también conocían como “el rápido”, pero era este un mote de familia: los “rápidos de Muniello”, que significaban a toda una familia.
Yo también lo conocí: un individuo voluminoso, al que en su constante deambular sin rumbo fijo por el muro de San Lorenzo (el largo paseo marítimo gijonés) precedía siempre su tremenda panza.
Por eso, para mi, el auténtico Ángel el “rápido” no puede ser otro que mi amigo minusválido, y “funambulista” de Cangas del Narcea.
5 comentarios:
Menuda galería más chula que te estás haciendo. Escribes mejor desde que no vas a clase de escritura (je, je). Si es que no hay como la vida misma para la buena literatura y con ese "material" humano lo tienes fácil. ¿Sería mucho pedir alguna foto? No de tus retratos (me gusta más verlos a través de tus palabras) si no de esas rampas diabólicas, de las zapatillas sin atar...
(Te estoy maquetando tu primer libro, no te quejes)
Besos con wifi.
Aviso a todos: el wi fi se "fue al carajo" momentaneamente. A ver si mañana el técnico me lo arregla. Desde luego, hoy no es un buen día.
Paciencia
el wi fi, ya está arreglado (me vuelvo a quedar sin disculpa, lástima).
No se si con o sin clase de escritura , tu verás .Pero lo que está claro es que estas páginas y esos retratos son entrañables y estoy con Lula ...te creces en ellos.
Besos y enhorabuena
Gracias, Mary Kate. Aún me quedan unos cuantos "retratos". Agradezco vuestra atenta "vigilancia", pues ya sabes como soy: un vago, que es muy capaz de darse por satisfecho con estos primeros cinco, y "ahí me las den todas".
un beso
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