Como siempre he detestado lo demasiado caliente, tomaba aquel líquido negro, brillante, humeante, tras pasar por la boca de ella, donde su temperatura ya se habría reducido un poco. No se lo que me gustaba más: si el leve amargor de la estimulante y breve bebida, o el sensual contacto con los labios que me traspasaban aquel fluido ya no tan hirviente, con la lengua que dudaba entre juguetear con mis encías o enredarse por fin con la mía. Su boca era un compendio de sabores fuertes, donde al del líquido revitalizador y delicioso se sumaba el del aroma del tabaco, y el incomparable de su propio aliento, cálido, dulce, y al del acre, ferruginoso de la sangre que se desprendía de nuestras lenguas recién atacadas por furiosas dentelladas, de nuestros labios gastados en aquel brutal intercambio de fluidos, de nuestras salivas promiscuas, del inevitable tintineo de nuestros dientes al entrechocarse anhelantes.
Aquellos besos siguen instalados en el fondo de mi memoria después de tanto tiempo, así como la venenosa reminiscencia de aquel perfume en mi recuerdo, como si se hubiesen producido, los besos, esta misma mañana, y no hace más de 20 años
Aquellos besos siguen instalados en el fondo de mi memoria después de tanto tiempo, así como la venenosa reminiscencia de aquel perfume en mi recuerdo, como si se hubiesen producido, los besos, esta misma mañana, y no hace más de 20 años
1 comentario:
gaia56 said...
realistas recuerdos.. me ahs hecho salivar...
1:48 PM
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Blogger koolauleproso said...
me encanta que lo hayas leído. Estoy emocionado, es el primer comentario que recibo
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