No,
Murcia es hermosa en sí misma, como lo es la portada barroca de su catedral de
Jaime Bort, como lo son sus parques y sus puentes sobre el Segura, como lo son
sus Salzillos (ligeros y un tanto rococós) y, en consonancia, su Semana Santa (un auténtico festival de los
sentidos, desde el gusto –caramelones de miel- al oído y, por supuesto, la
vista).
Murcia son parques a la
vera del Segura donde refugiarse del calor con un granizado, bajo la palmera de
la Plaza de las Flores. Son vegas de flores y ciruelos. Es un sol que te lame
la piel y te la tuesta levemente, mientras, como por descuido, se va infiltrando
en tu epidermis, para allí ejercer su labor vivificante
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