viernes, 24 de abril de 2009

¡CALABAZAS!


Sí, la cosa acabó (en el fondo me lo temía, aunque absurdamente creía ver indicios de todo lo contrario). Ayer, contraviniendo mi habitual inclinación a la prudencia, le dije a Emi todo lo que sentía por ella desde hace tanto tiempo. El resultado, una absoluta catástrofe. Me contestó que ella era dañina para todo lo que se le acercaba, que cuando me conoció hacía tantos años ella sí vio, por un momento, la posibilidad de que aquel chico alto y delgado de “sonrisa pícara y atractiva” (sic...) pudiese llegar a interesarle para algo más que agradable compañero de curso, pero que su vida ahora era un completo caos al que no quería arrastrarme, que ella era dañina para todo lo que tocaba, que era un peligro para los que quería (y que yo era un AMIGO muy querido para ella), etc., etc... Vamos, su versión del tan argentino “no sos vos, soy yo” que, como supondréis, me hizo una gracia...
Yo he pasado una de las peores noches de mi vida ¡cuán distinta de la que, imbécil de mí, me imaginaba! Recordando la “cara de panoli” que se me debió quedar al escuchar su respuesta pensé que, efectivamente, y como me temía, debo ser uno de los tipos más desgraciados que habitan, al menos, el hemisferio norte de este desdichado planeta (y no incluyo al sur, porque se que, salvo excepciones, allí hay auténticos problemas de supervivencia que, lo se, no pueden compararse en gravedad a mis pobres cuitas sentimentales, por grandes que estas me parezcan).
Así que ya veis, el que yo pensaba iba a ser uno de los mejores días de mi vida, acabó siendo, quizás, de los peores.
Estoy hecho polvo porque, obsesivo como soy, últimamente toda mi vida giraba en torno a ella (y como en ese inmortal poema de Pedro Salinas que tanto me gustó siempre):

¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí, si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca desde a voz que dice:
"No te vayas."

Pues cada llamada suya, cada simple conversación por Messenger, me sumergía en una oleada de dulce excitación, y yo también estaba, en esos momentos, dispuesto a tirarlo todo, incluidos “catálogos, precios, y el azul de los océanos en los mapas”.
Pero, ayer me cercioré por fin, en dolorosísima “caída del guindo”, Emi nunca me llamará, desde luego nunca urgida de esos amorosos apremios, así que, lamentablemente, me ahorraré, incluso, ese “azul de los océanos” que tan generosamente estaba dispuesto a regalar.
¡Qué desastre!
Se admiten mimos, palmaditas en la espalda, y todo tipo de ocurrencias que puedan levantar mi muy alicaída moral, porque, desde luego, el final (y sí, seguro que es final, y no como después 5 de noviembre del año pasado (1)) cuando, tras su vuelta, me volví a dejar llevar por las falsas esperanzas que, en realidad, nadie, siquiera, me había insinuado.
Y, ahora ¿soy o no soy patético?, amigos, porque esta ya larguísima historia ha acabado que tan sublime me parecía ha acabado en unas simples y vulgares calabazas.


.-1: ver entrada del 6 de noviembre de 2008, titulada "La puerta: punto final, espero"

4 comentarios:

Antígona dijo...

Bueno, Koolau, siento mucho el disgusto que tienes encima. Lo que te ha pasado no es para menos.

Pero a mí no me pareces en absoluto patético. ¿Por qué? Enamorarse y desear ser correspondido es todo uno. Uno no puede evitar enamorarse. Y es sabido que el enamorado busca constantemente signos que delaten el amor del otro y por ello no es raro que su propia mirada le engañe.

No es patético lo que te ha pasado. Es humano. Y creo que todos, o casi todos, hemos vivido alguna vez alguna situación idéntica.

No parece, no obstante, que las razones que te ha dado ella sean tan tajantes. Y en estos casos la tenacidad puede ser una virtud. ¿Has leído "El amor en los tiempos del cólera"? Sí, sé que es una fábula. Pero tal vez no esté todo perdido. Aunque tú conoces las circunstancias mejor que nadie.

Mucho ánimo, por supuesto, claro que sí. Un amigo mío decía que el mal de amores es como un dolor de muelas. Duele infinito, resulta incluso insoportable, pero uno sabe que no es grave y que se acaba pasando. El tiempo será tu mejor aliado. Ten paciencia contigo mismo.

Un beso y un fuerte abrazo

nuria dijo...

querido koolau, siento que terminara asi la historia.la verdad es que todos nos habiamos hecho ilusiones, al igual que tú, y coincido tatalmente con antigona, sabias palabras.
patetico? nunca.otro cambio de planes, nada más.
No seas tan duro contigo mismo, a veces nuestro cerebro se olvida de pensar logicamente, esas circunvoluciones estan en constante actividad, ya sabes.
permitelas descansar un poco, anda;)
Mucho animo,que ya sabes que puedes con todo, que no se vaya abajo esa fuerza tuya, que somos muchos los que te apoyamos.
ya sé que no es suficiente y el cuerpo pide más, pero...tiempo al tiempo como muy bien repetia nuestro querido Luis.
Arriba ese animo y a poner a rodar esas circunvoluciones en otros menesteres mas agradables!!!!
besotes

koolauleproso dijo...

Queridas amigas: Sólo tengo una cosa que deciros, leed la siguiente entrada y decidme ahora ¿soy o no soy patético?

atikus dijo...

Que putada!!...eso de te quiero como amigo, es lo peor que se puede escuchar

que quieres que diga, solo un abrazo y que el tiempo lo cure, se dice que un clavo se quita con otro y quizás que no depositar las ilusiones en los demás le hacen a uno mas independiente animicamente,...bueno todo eso son chorradas porque si uno se enamora no hay nada que hacer, sólo el tiempo ...creo yo..

ánimo