Mis sueños son cada vez más extraños.
Suelo olvidarlos inmediatamente, pero ayer se me quedó grabado esto, y decidí
apuntarlo antes de que desapareciese de mi memoria. Lo dejo aquí, por si algún
psicoanalista (profesional o aficionado) lo quiere interpretar:
Estoy con M. en la última fila
del cine, que resulta ser un teatro. Nos estamos metiendo mano. En la platea,
que no pantalla, unos actores brincan desaforadamente (o la pantalla se
transforma en platea, para que los actores salgan de ella, y se pongan a brincar
sin sentido). No sé por qué, me incomoda el espectáculo. Absurdamente, me
parece que nos impide (o dificulta) que nuestras lenguas sigan entrelazándose
ávidas. Me incomoda tanto brinco absurdo. Me impide seguir amasando
delicadamente sus pechos grandes, blancos. Busco lamer sus orejas, y su propio
pelo, rebelde, me lo impide (o más bien dificulta). Tengo que conformarme con
el cuello. Quería chupar el lóbulo de su oreja, pero “gracias” a la maraña de
su pelo, me tengo que conformar con besar delicadamente su cuello. Y descubrir
que también le gusta mucho. No hay mal que por bien no venga, si señor.