Tras el inexcusable homenaje a mi padre, por su aniversario, reanudo los "retratos de la "leprosería", en que intento presentaros a mis compañeros de domicilio actuales
MI BUEN AMIGO JUANYo no creo en el destino: eso de que nuestras vidas estén “predeterminadas” por un plan previo al que no nos podemos sustraer. Pero si en el azar, que me sirve para explicar todo aquello que se escapa a la razón.
Esto viene a que, por casualidad, a lo largo de mi vida, mis mejores amigos siempre se han llamado Juan; desde mi entrañable amigo de la más tierna infancia, mi compañero de colegio, el “cubano” (1) Juan Carlos Prieto González, a mi compañero del instituto, el cordobés Juan Manuel Bernal Paños (2), y a mi amigo del alma en la universidad, el poleso (3) Juan Francisco Martínez Fuente.
Pues bien, aquí, en la “leprosería”, también he encontrado un Juan con el que tengo especial afinidad. Su nombre es Juan Alfonso González Ordóñez, y como la mayoría de los residentes aquí padece esclerosis, una cruel enfermedad degenerativa, que se traduce en la pérdida progresiva de fuerza muscular, que le ha ido incapacitando para las tareas más sencillas.
Pero Juan es una persona inteligente, independiente y con opiniones propias bien fundadas.
En su rostro casi siempre hay dibujada una sonrisa escéptica, como si por principio desconfiase de las “maravillas” que se empeñan en pintarle.
Juan es muy joven (35 años) pero ya ha perdido por completo el cabello, que debió de ser rubio.
Como he tenido un serio problema en los pies (atacados aviesamente por hongos que me impiden poner las botas ortopédicas que me sirven para, con enormes dificultades, ponerme de pie y dar unos "penosos" pasos) me “toma el pelo”, insinuando que nunca podré volver a ponerlas, a lo que yo le respondo tildándole de “cenizo”.
Ahora se ha ido todo el mes a Salamanca, donde la Asociación de esclerosis tiene un piso, que comparten periódicamente algunos enfermos.
Como José María, mi vecino argentino también se ha ido (este, definitivamente: se han acabado las obras en su ascensor), creedme que me encuentro bastante sólo y deseando que Juan vuelva (eso de retirarse presuroso a encerrarse en la propia habitación, no va mucho conmigo-echo de menos la tertulia que José María, Juan y yo manteníamos todos los días después de comer-).
Sin embargo hoy, los compañeros me tenían reservada una sorpresa: me han nombrado por aclamación (y en ausencia de candidatura alternativa alguna, portavoz del colectivo de residentes-“Jo, es que eres el que mejor te expresas”-, me espetó Cristina ante mis reticencias a aceptar el cargo -y ya sabéis lo difícil que me resulta negarle algo a una mujer, y si es guapa como es el caso, más-).
Yo sigo teniendo mis dudas, pero la mirada implorante de Cris, y la ausencia de más candidaturas, me ha hecho aceptar sin más objeciones. Como Ángel (ya os he hablado de él) y Jesús (prometo “retratarle” en breve) secundaron entusiastamente la moción, pues ya me tenéis con una nueva ocupación (y una “disculpa” nueva tras la que esconder mi pereza, je, je...).
(1).- Hijo de emigrantes españoles en Cuba, le perdí la pista hace muchos años
(2).- Se que regresó a Córdoba, cumpliendo el mayor anhelo de este rendido admirador de Carlos Cano, “Triana”, y “Medina Azahara” con quien nos “martirizaba” en su coche, haciéndonos escuchar una y otra vez las mismas canciones. (Llegué, incluso, a odiar al pobre Carlos Cano tras dar oídos por millonésima vez a aquello de “La Habana es Cádiz con más negritos, Cádiz La Habana con más salero”, hermosísima habanera por otro lado).
(3).-Natural de Pola de Siero, bullanguera villa del centro de Asturias. Lo vi por última vez en el “camping” de Tapia de Casariego, una “memorable” tarde de agosto de 1990, en que todos acabamos borrachos.